The pig that wants to be eaten and ninety-nine othe thought experiments es justo eso, 100 experimentos mentales filosóficos. Cada uno ilustra una cuestión que no es completamente científica, es decir, que no puede resolverse realizando un experimento, pero que sin embargo parece presentar un problema soluble a la razón. No son problemas empíricos, pero parecen racionales.
Lo que se pretende, por supuesto, es provocar en el lector una cierta sensación de extrañeza ante la realidad. No ofrecen soluciones, y casi todos acaban con una pregunta o con un matiz sobre lo que creemos. Tienen como propósito de que todo lo que asumimos normal es más problemático de lo que parece al principio. Simplemente, estamos acostumbrando a un cierto orden de cosas y no vemos lo extraordinario que es. Estos experimentos pretenden resaltarlo. Al final de cada uno se ofrece una referencia al libro de filosofía donde se puede encontrar una discusión más amplia o precisa.
Algunos al azar: «Soy un cerebro» (sobre si somos el cerebro o algo más), «The good bribe» (¿hay sobornos que puedan ser beneficiosos para muchos?), «The elusive I» (¿existe un yo dentro de mí?),»The eyes have it» (¿y si pudiésemos ver el mundo a través de los ojos de otra persona?), «Net head» (¿cuál es la diferencia entre conocimiento y sabiduría?), «No one gets hurts» (¿ojos que no ven, corazón que no siente?) o «The problem of evil» (¿por qué existe el mal?).
Cada uno está explicado en un par de páginas (o tres), y ligeramente tratado. Como ya he dicho, no es un libro que pretenda responder, sino provocar la duda. Es un libro de ejercicios. Se supone que cada uno lo lee y le da vueltas en su casa, considerando cada uno. No es enseñar historia de la filosofía, pero sí quizá sea enseñar la duda filosófica. Mucho de esos desafían nuestras ideas más arraigadas (está claro que tenemos un yo dentro de la cabeza, ¿o no?).
Mi preferida fue «The poppadom paradox». Se refiere a los multiculturalistas. Los multiculturalistas aprecian otras culturas, por ellas en sí mismas. Pero hay una paradoja en el fondo de los multiculturalistas. Apreciar otras culturas significa que uno aprecia que esas culturas sigan siendo como son, una unidad en sí mismas. Por desgracia, los multiculturalistas consideran que la mejor forma de existir es ser multiculturalistas, es decir, apreciar e integrar varias culturas, por lo que los habitantes de esas culturas no estarán al mismo nivel que los multiculturalistas. Pero si las culturas se vuelven todas multiculturalistas, las culturas que los multiculturalistas aprecian dejarán de existir.
Yo no era consciente de esa paradoja hasta que no la leí en ese libro. No era consciente de que mi propia forma de pensar era paradójica. Se me ocurre una solución, pero la dejo para otro momento.
También se puede ser multiculturalista odiando todas las culturas por igual, incluso la propia. Como es imposible desprenderse también de ésa, no hay mayor problema en considerar que todas tienen derecho a existir.
No pude evitar recordar, al leer el título, un cartel que siempre me dio muy mal rollo en México. Allí hay un platillo llamado «carnitas» que es, sobresimplificando, carne de cerdo frita.
En un sitio de carnitas cerca de mi casa, muy famoso en la ciudad, aparecía el dibujo de una gran olla de aceite hirviendo, con cosas flotando (cerdo, obviamente) en las burbujas sobre el fuego. Arriba de la olla había un trampolín y aparecia un cerdo, idéntico a Porky, con una cara de éxtasis y felicidad, con una servilleta al cuello y cuchillo y tenedor en las manos, saltando para tirarse un clavado a la olla.
La idea de que ese cerdo felizmente se tiraría al aceite para poder comerse todo lo que pudiera de sus congéneres antes de morir él mismo me causo más de una pesadilla en esos tiernos años.
es posible encontrar el libro digitalizado?
¿Y bien, qué hay de esa solución?