Una de las cosas que me han regalado hoy ha sido un vale por una PSP. Es lo malo de querer cosas que no se venden todavía.
Y dentro de dos años me toca el deportivo. No puedo esperar.
Una de las cosas que me han regalado hoy ha sido un vale por una PSP. Es lo malo de querer cosas que no se venden todavía.
Y dentro de dos años me toca el deportivo. No puedo esperar.
Hace ya un tiempo, reflexionando sobre el hecho de que pronto cumpliría 38 años, comprendí que mi vida adulta -medida a partir de ese cero convencional que son los 18 años- tendría ya dos décadas. Es decir, que habría muchas cosas que hice por primera vez hace veinte años. Un caso: fui a Estados Unidos con 18 años recién cumplidos y por mucho que me parezca que fue ayer, ha pasado ya ese tiempo que no es nada.
Uno ya sabe que la vida es así. Pasan los años con rapidez, y por muchos que sean en el montón, siempre parecen que no son nada. Pero una cosa es saberlo y otra experimentarlo, que es precisamente lo que me pasa desde hace unos meses. Por ejemplo, hacer BEM, que fue una experiencia de diez años con mis amigos Ricard de la Casa, Joan Manel Ortiz y José Luis González, encaja con facilidad dentro de mi vida adulta y todavía sobra sitio.
Por suerte, tengo tan buena memoria que se me olvida el pasado, porque el olvido no es más que la otra cara secreta de la memoria. Vivo con la extraña sensación de haber vivido siempre exactamente como vivo ahora, y así ha sido en todo momento de mi vida desde que tengo uso de razón. Es más, se me antoja raro pensar que las cosas fueron de otra forma, aunque si me concentro soy capaz de recordar el pasado con claridad. Pero no siento excesiva nostalgia precisamente porque cuando comparo épocas, ésta me parece sinceramente mejor.
En muchos aspectos, mi vida ha dado varios giros importantes en los últimos veinte años, pero en otros me sigo sintiendo un poco como si todavía tuviese dieciocho años. Por ejemplo, sigo sintiendo una tremenda curiosidad por lo que sucederá dentro de cinco años. Y por los cinco años siguientes, y por los de después. En cuestiones filosóficas y de pensamiento sí he cambiado, y también tengo la sensación de divertirme más ahora que entonces.
Supongo que todavía estoy dentro de esa edad en la que el mundo sigue siendo nuevo (aunque me acusan de ser un cínico y un hombre sin valores) y en la que los años te ofrecen sobre todo perspectiva. Un ejemplo más: los dibujos animados de ahora me parecen mucho mejores que los de mi niñez. Una industria de animación que puede producir Samurai Jack no puede ser mala, y ya me hubiese gustado tener cuando era pequeño maravillas como Las supernenas, La banda del patio o El laboratorio de Dexter (el otro día vi un episodio de Ed, Edd y Eddy y también me gustó) con esas combinaciones tan deliciosas de inocencia y crítica social. Pero me pregunto, ¿dentro de veinte años seguiré pensando que los dibujos animados del momento son mejores que los de mi infancia? O al contrario, ¿habré alcanzado el punto en que repita que eso lo hacíamos mejor en mi época?
Curiosamente, este cumpleaños viene acompañado de una coincidencia que de estar escribiendo una novela jamás plasmaría en el papel, precisamente por parecer demasiado artificial. Dentro de mi poco tiempo mi vida volverá a dar uno de esos giros copernicanos suyos, uno de esos que te obliga a redefinir toda tu visión del mundo. Llega justo en el momento oportuno, quizá, sospecho, porque cualquier momento hubiese sido igual de oportuno. No dudo que dentro de un tiempo se me hará cuento que la vida pudo ser de otra forma y creeré haber vivido siempre en la nueva órbita.
Una trivialidad. Comparto cumpleaños con Joss Whedon. Ahí terminan nuestras similitudes, que él es un genio y un hombre de provecho.
Ya está abierto el plazo de matrícula del curso Nueva Tendencias en Internet. La Web Semántica y las Redes Sociales Virtuales, que se impartirá del 18 al 21 de julio en Santiago de Compostela. El plazo se cierra el próximo 30 de junio. Hay que darse prisa.
A través de Kirai encuentro una interesante página para aprender a jugar al Go: The Interactive Way To Go. Tenemos un tablero por aquí y a ver si aprendemos lo mínimo para jugar.
El maquinista contiene al menos un misterio. El misterio es un individuo, Trevor Reznik, que lleva un año sin dormir. El pobre Trevor -interpretado por Christian Bale- es también un esqueleto animado. Sólo pesa 55 kilos y pierde algún kilo más a lo largo de la peli. Vamos, que como dice uno de los personajes -y otro repite- si fuese más delgado no existiría.
Trevor trabaja en un taller, rodeado de máquinas. Un día, mirando a un nuevo compañero de trabajo, Ivan, causa un accidente laboral que hace perder el brazo a otro de los operarios. El problema es que sus compañeros juran que el tal Ivan no existe y no ha existido nunca.
Lo que viene a continuación es un recorrido por la vida diaria del protagonista, que empieza siendo extraña y acaba convirtiéndose en una pesadilla. Su vida se vuelve boca abajo y ve cosas que no existen. O quizá, ve cosas que existen y la realidad es irreal. Hay extrañas incursiones del pasado en el presente y el misterio se va desarrollando lenta pero inexorablemente.
Hay dos detalles muy buenos en esta película. Uno es la ambientación. Un mundo tan apagado que casi no tiene colores, que desorienta tanto como debe estar desorientado el protagonista. El otro es Christian Bale, que cumple a la perfección. Es estremecedor verle tan delgado, casi a punto de derrumbarse como un muñeco de palillos. Ver a ese esqueleto enfrentarse a la raíz de lo que le pasa es lo mejor de la película.
Hay explicación final, claro. Pero la explicación es perfectamente compatible con lo sucedido anteriormente. Va presentándose poco a poco y es muy fácil deducirla y tenerla completa a grandes rasgos antes de que se revele por completo. Pero en cualquier caso, lo que la película pretende es transmitir la atmósfera. En otros aspectos podría haber sido mejor -algunas escenas parecen innecesarias-, pero eso lo consigue admirablemente.
Al menos tres personas –Minid, Héctor y Daniel– me han lanzado ya desde hace tiempo el meme musical. Lo hicieron desde hace un tiempo y me pusieron en un buen aprieto. Verán, a mí la música no me interesa especialmente. La oigo y la disfruto, pero si no la oigo, pues también bien. No es exactamente que no me guste la música, simplemente, no tengo necesidad de oír música continuamente. Como ejemplo, mi iPod sólo contiene dos canciones y un curso de japonés, y el resto, gigas y gigas, son podcasts.
Pero después de mucho postergar, aquí está:
Tamaño total de los archivos de música de mi ordenador: Ni idea. Los archivos mp3 están repartidos por varias máquinas y una buena fracción son podcasts. Supongo que con algo de tiempo y trabajo podría calcularlo, pero vamos, como que no.
Último disco comprado: Voy a poner el último disco comprado por la entidad simbionte que habita este hogar, Funeral de Arcade Fire.
Canción que estoy escuchando ahora: Satie
5 canciones que escucho un montón o que tienen algún significado para mí:
Commissioning a Symphony in C
The Rocky Horror Picture Show (todas las canciones)
A media luz (aunque últimamente también podría ser Volver, sobre todo porque 20 años no es nada)
Beyond the Sea
Anything Goes
Se lo paso a: a quien le apetezca contestarlo.
Por fin he conseguido la ampliación de Munchkin, Munchkin 2: Hacha descomunal.
Aparte de unas cartas en blanco para que crees tus propias paridas, la nueva caja incluye algunas cartas muy divertidas. Toda una especie nueva, los orcos, que pueden rechazar maldiciones a cambio de perder nivel. Monstruos como «Monstruo inventado por el Máster», «Juez Fredd» o «Bicho con un nombre tan largo que no queda sitio en la carta para el dibujo y se nos sale del espacio que le teníamos reservado». Una carta de aniquilación que te permite eliminar del juego cualquier carta que te interese (por ejemplo, «Intervención divina»). Maldiciones como «Manos diminutas» que te impide llevar objetos de dos manos. Formas nuevas de subir de nivel como «Contemplar tu ombligo» o «Prometerle al máster que dejarás de hablarle de tu personaje». Y por supuesto, nuevos elementos de ayuda en la batalla como «Adorable dragón de hombro», «Yelmo de visión periférica», «Sombrero de papel de plata», «Daga retornable» (si la pierdes, vuelve a ti), «Familiar» y «Coquilla con pinchos» (les faltaban esa parte del cuerpo).
Pero entre los nuevos monstruos hay una especialmente insidioso: «Papa Noel». Si te gana, no puedes ganar cartas de tesoro, por ningún medio, hasta que no mates por ti mismo a un monstruo. Sólo tiene nivel 9 (4 contra elfos, que el muy tonto confía en ellos), pero si te sale justo al principio te puede destrozar la partida. También es evidente que el resto de los jugadores harán lo posible por que te gane.
JJ se pregunta por un pequeño problema. Si guardamos los cables en una gaveta, lo más probable es que acaben todos enredados entre sí. Por tanto, ¿cuál es la mejor forma de tener guardo el mar de cables que nos inunda (vienen con todo tipo de cacharros y algunos se usan poco o nunca)?. Bien, mi solución es bien simple. Todo lo que quiero guardar lo meto en una bolsita de esas usadas para conservar la comida en el frigo. En particular, yo uso dos tamaños (uno grande y otro pequeño) de unas bolsas de Vileda llamadas One Zip (o quizá se llamen Freshmate, no sé). Vienen en cajitas de 10 ó 15 y son fáciles de abrir y cerrar:
Luego, guardo lo que sea en una bolsa (cables y de todo: ratones, enchufes, tarjetas, micrófonos, lo que sea):
Y al final todo acaba desordenadamente ordenado en una caja gorda. No hay sistema, pero normalmente si quiero algo me lleva muy poco tiempo encontrarlo. La ventaja es que los cables tienden a permanecer en su posición sin enrollarse.
No sé si lo de las bolsitas de alimentos lo vi en algún sitio. No tengo tanta imaginación, así que supongo que lo copié de alguien. No recuerdo.
Fernand0 me invita a participar en un meme en el que ya participé hace más de un años. Pero vamos, será por libros:
For language to evolve, humans needed a viable theory about the minds of othe people -otherwise, they’d just be talking to themselves.
Esta pongo el título: Mind Wide Open de Steven Johnson. Sí, ya estoy leyendo uno de los cinco libros del verano (al que, por cierto, fernand0 todavía no ha respondido, tsk, tsk).
¿Cuántos votos de emigrantes hacen falta para resolver la curiosa situación gallega tras las elecciones de ayer? Malaprensa lo explica bien clarito.
Parece que Google podría estar planteándose, en algún momento y demás, tener su propio sistema de pago por internet en plan PayPal. Razones para tenerlo no le faltan, sobre todo considerando la gran cantidad de transacciones que ya manejan. Es más, recientemente el programa AdSense ha mostrado algunas mejores en el sistema de pago -se puede cobrar por transferencia y en euros- que apuntan a un sistema de ese tipo y cuya infraestructura estaría casi completa. Con suerte, se cumpliría mi sueño de usar directamente mi cuenta en Google para comprar en Amazon.
Siempre me pasa lo mismo. Empiezo a traducir y me entra pánico de la primera página. Pienso que ése va a ser el libro que no conseguiré terminar de traducir. Da igual que tenga 200 páginas o 700, empezar a traducir un libro siempre me produce el mismo efecto, independientemente de cuántas veces lo hayas hecho ya en el pasado. Luego llegas más o menos a la mitad y entonces empiezo a relajarme, porque me digo «sólo queda hacer otro tanto como has hecho». Y a partir de ese punto soy como el gato negro de noche en mitad de un bosque oscuro: si sigo hacia delante sólo puedo acabar saliendo.
Pero el problema final es el final, cuando me sumerjo en una oleada de trabajo que me obliga a dedicar muchas horas. Y si encima tienes que hacer otras cosas -por ejemplo, terminar algo para tu tesis- pues te pasas un par de semanas sin hacer prácticamente nada más.
Pues nada, ya está. El libro se ha entregado y por fin me puedo relajar un poquillo. Incluso puedo escribir en mi bitácora, oír podcasts, contestar el correo atrasado, hacer un podcast nuevo y, previsiblemente, volver a leer libros.
Los libros que tengo para traducir a continuación son dos que me atraen mucho: The System of the World de Neal Stephenson y Axiomatic de Greg Egan. El primero es el tercer volumen de El ciclo barroco que he estado disfrutando enormemente, con esa extraordinaria combinación de historia de la ciencia e historia política del mundo en el siglo XVII. En cuanto al segundo, Axiomatic es una de las mejores antologías de la ciencia ficción moderna. Hay quien dice que Greg Egan tiene buenas ideas, pero no es cierto. Lo de Greg Egan son movimientos sísmicos mentales.
Han hecho algo mejor que una buena película sobre Batman.
Han hecho una buena película sobre Bruce Wayne.
Batman Begins no es sólo es mejor película que las anteriores (cosa que, francamente, no era nada difícil) sino que además lo logra alejándose de los modelos marcados mientras se ciñe a los modelos superheroicos. Sigue siendo arquetípica y toca todos los puntos del género, pero lo hace de otra forma e incluso en otro orden. El héroe enmascarado no aparece hasta bien tarde y su presencia está siempre supeditada a Bruce Wayne. Gran parte del metraje se dedica a explorar las motivaciones del protagonista, sus vacilaciones y sus balanceos en el borde del lado… digo, en el borde del mal. El resto se explora distintas formas de la maldad: desde la simple corrupción, hasta los tres grandes villanos, cada uno malo de forma diferente.
Uno de los grandes aciertos de la película es tratarlo todo con realismo. Con eso no quiero decir que lo que suceda sea real, sino que la película lo trata como si pudiese serlo: se nos muestra el proceso por el que los elementos van apareciendo; Bruce Wayne no se levanta un día de la cama para encontrarse con el traje lavado y planchado. La batcueva es efectivamente una cueva húmeda e infecta plagada de murciélagos (y para llegar a ella desde la mansión se usa un método de muy baja tecnología). Bruce Wayne necesita de una gran multinacional para conseguir su armamento, y aún así tiene que darle los últimos toques a mano. La batseñal sólo se asemeja a un murciélago si uno emplea grandes dosis de imaginación, y Gordon tiene que darle los últimos toques. Gotham parece una ciudad de verdad, y cuando el batmóvil corre por ahí, parece hacerlo por calles de verdad y entre edificios de verdad. Incluso los malos parecen realistas: muy poca teatralidad, sólo la justa para marcar el personaje. El propio Bruce Wayne aprende sus habilidades por un camino largo y tortuoso, que exige penalidades, sacrificios y voluntad. En esta versión, Bruce Wayne se convierte en luchador contra el crimen porque ya está de vuelta y ha vivido en el reverso.
Batman en esta versión es majestuoso y señorial, el verdadero príncipe de Gotham del que se habla. Es realmente una criatura de la oscuridad, convertida, por la magia de la química, en ser aterrador que llena de miedo el corazón de sus enemigos. Sus apariciones están cuidadosamente dosificadas y se le ve lo justo. Las peleas son también muy contenidas. Son eficientes, duran lo que tienen que durar y tienen como fin lograr los objetivos de los personajes no recrearse en las cabriolas (vamos, que aquí se pegan con la intención de dejar de pegarse lo más rápidamente posible). La batalla final no termina en el último segundo posible y director nos deja tiempo para disfrutar del último gesto del malo -gesto que, por cierto, resume maravillosamente al personaje. Y Batman es también humano y falible, golpeándose, sufriendo o teniendo que luchar para liberarse.
Liam Neeson, como Ducard, es majestuoso: un maestro de los caminos de la lucha que entre golpe y golpe de espada va impartiendo sus peculiares perlas de filosofía. Michael Caine como Alfred consiente con flema total las obsesiones de su protegido pero sin privarse de algún comentario afilado. Morgan Freeman hace de un Q leal al legado de la familia Wayne. Y Christian Bale no sólo demuestra ser un Batman perfecto, resulta también ser el Bruce Wayne definitivo. Pero me gustaría quedarme con dos. Gary Oldman, tan acostumbrado a interpretar a villanos histriónicos, interpreta aquí al último policía honrado de Gotham con una cara de perpetua tristeza y desesperación; sólo al final se atreve a mostrar esperanza aunque no por ello introduce una crítica final al héroe. Cillian Murphy es un espantapájaros perfecto: tiene unos ojos que parecen estar taladrando las paredes y dota de seriedad a un personaje que parecía iba a ser de broma. Un efecto curioso de tanto actor mayúsculo es hacerme desear verla en versión original. No dudo que con voces que estén a la altura de la capacidad interpretativa de esas caras, la cosa sea todavía mejor.
Destaco un único punto negativo a la película: la presencia femenina, que se reduce al personaje de Katie Holmes. La actriz estaba bien para Dawson crece, pero aquí, rodeada de tanto actor impresionante, la pobre no tiene mucho que hacer. Su personaje sólo sirve para avanzar la trama en un par de ocasiones -forzar la reflexión inicial de Bruce- y ponerse en peligro para que la rescaten. Si sólo iba a haber una mujer en toda la película, podían haber buscado una actriz que destacase un poco más. Es más, no había ninguna necesidad de que la película fuese un club de chicos; no hubiese estado más que algún otro personaje hubiese sido mujer: por ejemplo, Lucius Fox.
El guión está muy bien trabajado, con más de un guiño a los cómics (hay ocasiones en que uno cree estar viendo viñetas de Batman año uno o El regreso del señor de la noche). Excepto un pequeño agujero argumental al final (hay un aspecto del arma de los malos que no acaba de encajar) lo demás se engarza sin problemas. Aparte de tener un par de giros argumentales muy interesantes -la película comienza con Bruce Wayne prisionero en una cárcel asiática-, el guión se mueve sin esfuerzo entre varios temas que mantiene en el aire casi sin esfuerzo: la relación maestro-aprendiz, la fascinación del mal, la decadencia de las ciudades, la diferencia entre justicia y venganza, la salvación, la muerte y el renacimiento. Su gran virtud está en centrarse en el desafío entre personajes y en el choque de filosofías. Es más, se atreve a incluir un malo que busca los mismos fines que Batman -el problema son sus métodos-, lo que resulta mucho más interesante.
Y el guión, como me comenta mi amigo Xavier, pinta a Batman más como un colectivo que como un individuo. Si bien hay un señor que se pone la capa, hay otros muchos que toman decisiones y actúan para que Batman pueda volar por los tejados. En cierta forma, el guión plantea una deliciosa continuidad entre Thomas Wayne -a quien, por cierto, vemos por primera vez descendiendo desde lo alto para salvar a su hijo caído- y Bruce Wayne: los dos son, sobre todo, catalizadores.
Tenía razón Roger Ebert cuando comenta que, sobre todo, Batman Begins demuestra que muchas veces menos es más. Concentrarse menos en la espectacularidad y en las peripecias físicas produce, paradójicamente, una mejor película de acción y de superhéroes. Lo más extraordinario de Batman Begins no es que sea una buena película de superhéroes, sino que también resulta ser una buena película.
Por cierto, un detalle curioso: hacía tiempo que no tenía ganas de aplaudir al final de una película. Qué pena que eso no se estile.
Bien, la mejor película de ciencia ficción del año se acerca y cada día tenemos más conversos al whedonismo (es muy fácil, basta con prestarles la serie de televisión y se convierten solos). Para celebrar el momento, PVPOnline, que acuñó la genial frases «Joss Whedon is my master now», va a sacar la correspondiente camiseta, que pronto se podrá comprar en ThinkGeek:

Aquí ya estamos preparando un pedido masivo de camisetas. Aunque lo que molaría de verdad sería un brown coat de esos.
Visto que La venganza de los sith al final resultó ser muy mala, nos queda la esperanza de que Batman Begins sea buena. Y por el momento, las críticas son muy positivas.
Roger Ebert habla muy bien de ella. Voy a extraer tres párrafos:
‘Batman Begins» at last penetrates to the dark and troubled depths of the Batman legend, creating a superhero who, if not plausible, is at least persuasive as a man driven to dress like a bat and become a vigilante. The movie doesn’t simply supply Batman’s beginnings in the tradition of a comic book origin story, but explores the tortured path that led Bruce Wayne from a parentless childhood to a friendless adult existence. The movie is not realistic, because how could it be, but it acts as if it is.
Luego:
I admire, among other things, the way the movie doesn’t have the gloss of the earlier films. The Batman costume is an early design. The Bat Cave is an actual cave beneath Wayne Manor. The Batmobile enters and leaves it by leaping across a chasm and through a waterfall. The Bat Signal is crude and out of focus.
Y al final:
I said this is the Batman movie I’ve been waiting for; more correctly, this is the movie I did not realize I was waiting for, because I didn’t realize that more emphasis on story and character and less emphasis on high-tech action was just what was needed. The movie works dramatically in addition to being an entertainment. There’s something to it.
Mientras tanto, la Flick Filosopher dice:
There’s no over- the- top Jack Nicholson villain here to make you chortle at how wacky a crazy actor can be in a role that lets ‘em loose. And I don’t mean to demean the Tim Burton installments of the Bruce Wayne saga, because they were great, in their day. (The less said about Joel Schumacher ones, the better.) But the day has changed, and as grim and semi- psychotic as Michael Keaton was — he was the definitive Batman for me until now — Christian Bale (The Machinist, Reign of Fire) brings a solemnity and a gravity to Bruce and to Batman that simultaneously creates a protomythic superhero and undercuts the idea of a protomythic superhero. This Bruce is, on the surface, the same Bruce we’ve known for years, who witnessed his parents’ murders as a child and grew up to direct the resulting anguish into vigilante justice- dealing. But Bale — aided by the beyond marvelous script, which is far more about the elemental roots of the character than any of the other Batman films — gives us a Bruce who isn’t just angry but lost, isn’t just bitter but struggling to find a way to deal with it. When he falls, early in the film, into the «path of the League of Shadows,» under the tutelage of the mysterious Henri Ducard (a shivery- splendid Liam Neeson: Kingdom of Heaven, Kinsey), we feel how precariously Bruce is teetering on the knife edge between genuine insanity and the just- crazy- enough to do what he knows needs to be done to save Gotham… and to save himself.
Y finalmente, James Berardinelli dice:
With Batman Begins, director Christopher Nolan has gone back to basics, jettisoning both the silliness of the TV incarnation and the gothic and fetishist elements of the ’90s version. This is a hard-core, down-and-gritty origin story – the tale of, as one might reasonably expect, how Batman begins. It isn’t intended as a «prequel» to the 1989 film – not only is Gotham City a completely different place, but key events of the Batman chronology are re-spun. Batman Begins is designed as the start of a new life, a reboot for the franchise. In the process, Nolan has not only crafted the best Batman movie, but arguably the second-best motion picture superhero narrative (topped only by the linked duo of Superman and Superman II). For those who thought Spider-Man and X-Men had a lot to offer, wait till you see where this film goes.
Como detalle negativo, estas personas pusieron bien La vengaza de los sith. Hay que estar atentos.
Mañana hay preestreno. Yo no puedo ir, pero va un amigo que pilló las invitaciones:
Por detrás pone que eres un criminal si se te ocurre llevar una cámara de fotos al cine. Y te pide que te chives del vecino, como si tú fueses una boca de la verdad.
Yo iré viernes y sábado. Curiosamente, aquí en el cine todavía tienen reservada la mejor sala -la cuatro, a poder ser en la fila 13- para el cagarro, y han relegado a Batman Begins a una de las pequeñas. Qué triste.
¡Por fin tengo mi Munchkin! Uno mío, para mí solito, que podré usar yo exclusivamente jugando largas partidas contra mí mismo:
Munchkin es un juego de matar monstruos y ganar tesoros y nivel quitando todas las tonterías del rol. Es apasionante.
Mis cartas favoritas:
Ahora sólo me falta conseguir la ampliación Hacha descomunal. El viernes, me han dicho.
La alegría me duró bien pocos segundos. Vi en La cárcel de papel que El mundo va a sacar una colección titulada «Las mejores historietas del cómic español», su respuesta a la colección de cómics que está sacando El país (que compro, y me está gustando bastante). La alegría -«jo, la de cosas guays que me perdí en su día y voy a poder leer ahora», pensé- se transformó en decepción, ya les digo, al descubrir que estamos hablando exclusivamente de Ibáñez, Zipi y Zape y Superlópez. Que no es que estén mal (de Ibáñez lo tengo casi todo, aunque intentaré pillar los de 13 Rue, y de Superlópez supongo que siempre habrá algo), pero no esoy seguro de que sean las «mejores historietas» del cómic español. Yo hubiese preferido una colección «Historias buenas de un sector más amplio del cómic español».
¡Qué le vamos a hacer!
Otra cosa. La web que se han montado para la colección es una de esas estupideces que sin ninguna buena razón exigen javascript activado para funcionar. ¿Cuándo van a aprender?
Ya tenemos sillita. Nos decidimos al final por la Quinny Buzz.
Entre sus aspectos positivos se encuentran que pesa muy poco, es fácil de plegar y más fácil aún de desplegar (lleva una sistema hidráulico, por lo que se abre sola). Es muy maniobrable. Lo que tiene puesto es la silla Maxi-Cosi para cuando son pequeñitos. La silla grande la hemos cogido en violeta.
20minutos.es ha convocado un concurso de bitácoras. Hay varias categorías, entre ellas la de mejor bitácora 2005 y mejor bitácora 2005 por votación popular. La gracia es que dan 3.000 euros. Pues eso, que si tienen a bien votarme estaría agradecido y eso.
Por desgracia, se han montado un sistema de votación algo complicado. Hay que registrarse (una vez), introducir códigos de seguridad y esas cosas. Supongo que hay que mantener cierta seriedad, pero tampoco estaría mal intentar simplificarlo un poco.
Ya está fuera dos tercios de El ciclo barroco. Queda, El sistema del mundo.
De la contraportada:
Jack Shaftoe, el llamado Rey de los Vagabundos que será rey de verdad en el Indostán, sigue con sus peripecias por todo el mundo, de Japón a México. Mientras, Eliza, la joven de Qwghlm que ha sido odalisca y espía para acabar convertida en una influyente dama en la corte de Francia; estrecha lazos con Sofía Carlota, esposa de Federico I de Prusia y protectora de Leibniz.
Por su parte, la Filosofía Natural sigue avanzando en su camino para desbancar a la alquimia. Daniel Waterhouse, más cercano al racionalismo de Leibniz, debe, pese a todo, convencer a Newton, cuyo proyecto intelectual no rechaza la sabiduría, alquímica, para que éste acepte ocupar el cargo de director de la nueva Casa de la Moneda de Inglaterra.
La confusión inevitablemente asociada al nacimiento del mundo y la mentalidad modernos es en realidad el eje central de una vasta peripecia humana, social e intelectual que configura el segundo volumen de una magna obra, el Ciclo Barroco. Un libro de ambición, erudición y alcance inmensos.
Tras el indiscutible tour de force que representó Criptonomicón, Stephenson se atreve a novelar en el Ciclo Barroco cómo pudo ser el nacimiento del mundo moderno, la creación de la ciencia y el paso de la alquimia al empirismo y al racionalismo. Y lo hace con la misma facilidad y amenidad que sorprendieron a todos en Criptonomicón, con esa mezcla abigarrada de historia, aventura, ciencia, hechos verdaderos e invenciones, y enfrentando la locura al racionalismo, la alquimia al empirismo y sin olvidar contarnos con ironía el nacimiento de la bolsa y la economía modernas, en medio de guerras, espías, intrigas, corsarios y piratas.