A Henry Ford se le atribuye la cita “Si hubiese preguntado qué querían, me habrían dicho que un caballo más rápido”. En referencia, claro, a sus clientes, a su famoso modelo T y a la producción en serie de automóviles.
Por supuesto, como es habitual en estos casos, Henry Ford nunca dijo tal cosa. Sin embargo, la frase por apócrifa que sea (y con todas sus detalles problemáticos) se ha convertido es una especie de grito de batalla, repetido una y otra vez, de la innovación, indicando la necesidad de romper con lo anterior para poder crear algo mejor en lugar de limitarse a mejorar un poco lo que ya hay preguntando a tus clientes. Uno puede intentar crear un caballo más rápido, pero el cambio radical de inventar el automóvil es mucho más conveniente y permite muchos otros usos que no habíamos considerado o eran imposibles. O al menos, esa es la lógica.
Por eso me resultó tan gracioso encontrarme en Twitter con esta imagen:
Es muy simpático que ahora la “innovación” en el automóvil sea precisamente una mejora de lo que hay, en lugar de lanzarse a dar con una solución nueva. Sí, el coche autónomo tendrá muchas ventajas (posiblemente incluso de seguridad), pero en última instancia ganaremos espacio en los garajes para dejar las calles exactamente como ahora, igual de llenas de vehículos cargando gente de un lado a otro. Mejoraremos algunas cosas para dejar sin tocar uno de los peores problemas de los coches. Y lo que es peor, ni nos planteamos otra posible solución que no pase por cambiar lo que ya tenemos.
Por eso el coche autónomo es, en el fondo, simplemente un caballo más rápido, una versión mejor de lo que ya hay. Es lo que quieren seguir vendiendo los antiguos y nuevos criadores de caballos. Es lo que llamamos “innovación”.