Hoy llueve en Mongo

Lo que más me ha gustado deHow Not to Write About Smartphones and Spain · Global Voices no es lo que dice del uso de los teléfonos en España (que puede ser más o menos interesante) sino más bien el poner en evidencia nuestra tendencia a tratar los lugares relativamente lejanos como a) totalmente uniformes y b) como extraños en sí mismo.

Es una tendencia habitual de la ciencia ficción, donde viajar a un planeta lejano es como ir a un lugar con climatología y ecología simple, donde todo es de una única forma concreta. No hay más que pensar en Star Wars, en la que un número limitado de personajes y escenarios ocupa toda una galaxia, y donde los planetas vienen marcados por: hielo, desierto, agua…

En la ficción puede considerase excusable, pero más grave es cuando lo hacemos con otros países y regiones, cuando recurrimos a una especie de esencialismo primitivo, considerando que sólo ciertas facetas del lugar son representativas y excluimos lo que no nos encaja. Lo hacemos mucho con China y Japón, que no sólo tendemos a considerar culturas monolíticas, sino que además tratamos como territorios lejanos donde suceden cosas extrañas que no podemos entender (y por tanto, cualquier noticia “rara” situada en uno de esos países nos resulta automáticamente creíble sea verdad o no). Otro ejemplo es nuestra tendencia a considerar que lo que pasa en España no pasa en otros países de nuestro entorno, como si el resto de Europa viviese en la utopía.

Básicamente, nos aprovechamos de los lugares lo suficientemente remotos para situar allí el paraíso o el infierno.

Como decía, lo gracioso de este artículo es que trata, y desmonta, una de esas situaciones, pero en la que nosotros somos los protagonistas, donde nosotros somos el objeto de alteridad fantástica y monolítica. Es una buena oportunidad para ver el mecanismo funcionando en sentido contrario:

It’s not often that I speak in Internet, but an incredulous O RLY? escaped my lips. The tweet linked to a column in Pacific Standard magazine, which covers social, economic and political issues in the United States, that asserts “the biggest difference” between how Americans and Spaniards use technology is “that no one seems to be on their phones” in Spain. “What locals were doing instead was talking to each other, loudly and heatedly, continuously,” the Brooklyn-based author writes, his observations based on a trip through Spain and Portugal. “It struck me as the kind of socializing we desire when we bemoan our smartphone ‘addictions.’”

The piece almost reads like a satire of a Western correspondent parachuting into an “exotic” locale and reporting back sweeping generalizations about the place. It portrays Spain—still known to many as the land of the midday siesta, even though only about 16% of the population still take a nap every day—and greater Europe as some sort of 21st-century noble savage, in tune with the natural art of conversation and uncorrupted by the same technology that is turning Americans into bleary-eyed zombies.

But when it comes to technology and smartphone addiction, that’s not the case. “Nobody over there seems to be talking about addiction to technology,” you say? Sure, if you don’t pay any attention to Spanish media and haven’t spent more than a holiday’s worth of time with Spaniards, you could say that. A quick Google search returns more than a few mainstream discussions of the issue (in Spanish, of course).

Una vez hice un vídeo sobre Lanzarote, mi tierra, donde mostraba algunas cosas que hay en Lanzarote (un tigre blanco, por ejemplo) pero que no se corresponden con la imagen de Lanzarote. Sin embargo, son elementos presentes y que además llevan allí mucho tiempo. Recibí algún comentario al respecto, más que nada porque nos cuesta aceptar que los lugares reales rara vez se ajustan a la imagen que tenemos de ellos. Pero es un hecho que la isla ha cambiado mucho desde que yo era niño.

Categoría: Silva

Pedro Jorge Romero

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