Roger Senserrich nos ofrece una muy recomendable entrada llamada “Del valor de una moneda y el problema con bitcoin” donde reflexiona sobre Bitcoin desde el punto de vista de lo que una moneda hace y para lo que sirve:
Mal que nos pese, pero una moneda necesita del respaldo de un estado. Sin un “comprador de último recurso” que puede hacer un instrumento de pago abstracto útil y líquido, una moneda puede ser útil un rato, pero no es realmente estable. El hecho que incluso las divisas estatales, respaldadas por el esfuerzo de millones de personas y el poder coercitivo de una burocracia para poder extraer recursos de ellas, puedan a veces implosionar espectacularmente debería ser una pista sobre lo complicado que es mantener este invento. Si queréis un bien fijo, limitado, respaldado por algo inamovible y sólido dejad las bitcoins y el oro, y comprad un solar en el centro de Madrid. Sólo tenemos un planeta, al fin y al cabo.
Sin embargo, si bien lo que cuenta es muy interesante y no dudo que tenga toda la razón, lo que dice está lejos de ser “el problema”. No dudo que sea un gran problema de Bitcoin, pero no sólo es posible pensar en otros problemas (problemas de impacto social o incluso discriminación social, sexual o racial), sino que es relativamente fácil encontrar una objeción al problema que señala.
Lo curioso es que la objeción ya está implícita en el propio texto, en comentarios como “una moneda necesita del respaldo de un estado” y otros referidos a estados y gobiernos. Porque puede ser cierto que si uno quiere una moneda con las características descritas tenga necesariamente que recurrir a un estado que la respalde. Pero, ¿qué sucede cuando el estado no es para ti un ente más o menos conveniente sino un primigenio de Lovecraft deseoso de surgir de las profundidades para coartar tu libertad, para esclavizarte e incluso destruirte? En ese caso, podrías pensar que mientras tu nueva moneda te libre del estado (aunque no sea cierto, basta con creerlo) cualquier efecto negativo te compensará. Es decir, valdrá la pena soportar todos los inconvenientes descritos en el post si con ello ganas la libertad a la que aspiras al inventar tu propia moneda (aunque, como he dicho, esa idea sea totalmente ilusoria).
Y eso es justo lo que parecen creer los más entusiastas seguidores de Bitcoin. Es más, no parece importarles demasiado la opinión de economistas y políticos precisamente porque la ven como parte del entramado contra el que luchan. Por esa razón digo que la objeción es una de las posibles, pero no la definitiva, porque acepta la necesidad última del estado para garantizar la viabilidad de la moneda. Justo la conclusión contraria al punto de partida de los defensores de Bitcoin.