Comprendí el gran acierto de estas tiras días después, cuando en una conversación me descubrí en varias ocasiones poniéndolas de ejemplo. Porque como es habitual en Mauro Entrialgo, el chiste y el comentario social son lo mismo, hermanados, de tal forma que uno se vuelve indistinguible del otro. Al diseccionar las fallas más habituales de la naturaleza humana, el autor garantiza que esas tiras siempre estarán vigentes, más allá de los vaivenes de la actualidad. No es que no comenten el día a día, que a veces lo hacen, sino que más bien logran extraer la lección más permanente que se derivan de las vicisitudes diarias.
No es que no supiésemos ya que Mauro Entrialgo tiene la inteligencia y la capacidad de observación para lograr ese equilibrio (por ejemplo, Los domingos). Pero la verdad es que una tira diaria parece un género tan terriblemente difícil que lo más lógico sería esperar muchos tropiezos. Pero en esta recopilación de la tira publicadas por el diario Público (primer tomo de tres, aunque lamentablemente en la portada no lo indica, lo que me provocó un momento de decepción (aunque luego me hicieron ver que el lomo sí lo indica)) hay muy pocos fallos, bastantes aciertos y sólo una secuencia de tiras que me disgusta.
Como hacer una tira diaria es muy difícil, el autor recurre a las series recurrentes, con personajes, situaciones, y planteamientos que se van repitiendo y que, asumo, se pueden tener preparadas de antemano por si es necesario. Series como «mentira cochina», «no diga/diga», «cosas que hay en la calle», «ni tanto/ni tan calvo» o «realidad alternativa» (donde suele poner a caldo nuestro mundo comparándolo con otro mundo posible o, mejor dicho, suele desmontar los mecanismos que en nuestra realidad nos sirven de excusa para no cambiar las cosas) o personajes como Silvia, Drugos o El demonio rojo. La recurrencia de varios de esos temas funciona habitualmente bastante bien, porque las ideas acaban superponiéndose y crean una agradable densidad y destapan muy efectivamente todas las mentiras que nos contamos a diario. Sólo me disgusta, y mucho, «Como su propio nombre indica» que simplemente parece una forma cómoda de cumplir con ese día, porque no son más que listas de personas con nombres que tienen relación con sus actividades o profesiones. Son las que al final me acaba saltando como carentes de interés.
Una cosa que me gusta especialmente de estas tiras son los continuos juegos autorreferenciales, especialmente fáciles recurriendo a fechas señaladas (un personaje, por ejemplo, telefonea (en la página 19) a una tira del futuro, y posteriormente, llegado el día concreto, podemos presenciar la recepción de la llamada). Un juego con el propio proceso de crear tiras se da en la página 95, donde el propio autor comenta lo fácil que es dibujar un apagón (lo que recuerda lo fácil que es dibujar una batalla épica que se desarrolla durante una tormenta de nieve). Podemos ver la habilidad de Mauro Entrialgo para desplazar la actualidad en la página 56, donde las polémicas sobre listas más votadas se convierte en una tira sobre niños. O en la 79, donde recurre a los extraterrestres para desarmar vicios cinematográficos. Y por cierto, la inocencia infantil —que tanto desconcierta a los adultos pero que tan certera puede ser— está también muy presente, como por ejemplo en la página 107. Y confieso que me encanta el palo que da a la sección de libros de empresa de los aeropuertos (página 97).
Mi valoración final es que se trata de un libro bastante sólido. Es cierto que hay una serie de tiras que no me gusta, pero aún así agradezco la voluntad completista de la recopilación. Si bien me disgusta no poder tenerlas todas en un único tomo, esta primera entrega me hace desear tener las siguientes. Después de todo, reflejan tan bien lo cotidiano que no dudo que podré recurrir a ellas en más de una conversación.