Este libro me resultó una decepción. Es la primera vez, la verdad, porque hasta ahora he disfrutado de sus libros de ensayo que he leído. Por otra parte, era inevitable que me decepcionase en algún momento, porque ningún autor convence al cien por cien.
El título de Confesiones de un joven novelista viene de que Umberto Eco se considera joven novelista (en oposición a novelista joven), porque a pesar de su edad, empezó a escribir novelas hace relativamente poco; la juventud se refiere a su carrera de novelista. Por desgracia, Umberto Eco no es tan joven como sus novelas y le cuesta escapar al síndrome del abuelo Cebolleta. Ya manifestaba esa tendencia en algún libro anterior, pero nunca como en este caso.
El libro reúne cuatro conferencias que impartió en Estados Unidos. Las dos primeras tratan sobre su propia obra literaria y su proceso creativo. Me resultaron especialmente aburridas por repetitivas, porque tenía continuamente la impresión de que me estaba contando cosas que ya me había dicho en otras muchas ocasiones (remontándose a las famosas apostillas) sobre la génesis y la estructura de sus novelas. Tal fue esa sensación de repetición, que incluso allí donde claramente estaba contando algo nuevo (porque hablaba de alguna de las últimas novelas) yo seguía teniendo la impresión de que ya lo sabía.
La cuarta conferencia trata sobre la fascinación con las listas, cosa que toma como excusa para citar una y otra vez lista tras lista. Como dice él mismo, “El único propósito verdadero de una buena lista es transmitir la idea de infinidad y el vértigo del etcétera”. Y tiene toda la razón, porque esta lista de listas es una parte del libro que se hace eterna. Confieso que mi única diversión fue preguntarme en qué punto mencionaría (juntos) a Borges y a Foucault (página 191).
El único texto que realmente me gustó fue el tercero, titulado “Algunas observaciones sobre los personajes de ficción”, que es el único que contiene elementos interesantes. Básicamente, trata de los mundos de la ficción (de cómo difieren del mundo real, como ya había tratado en otros libros) y de cómo acabamos considerando reales (como personas conocidas y cercanas) a los personajes de ficción: “La ficción sugiere que quizá nuestra visión del mundo real sea tan imperfecta como la visión que los personajes de ficción tienen del suyo”. Me gusta cómo lo cuenta y también la progresión de las ideas.
Pero un 25% del libro me parece demasiado poco. Seis paseos por los bosques narrativos (también conferencias) es una lectura mucho más recomendable.
El síndrome del abuelo Cebolleta, sin duda, aumenta exponencialmente con el tiempo.
Pero en su caso, había tardado bastante. Aunque todavía cabe la posibilidad de que este libro sea una simple anomalía.