La prisión del punto de vista: Jealousy, de Alain Robbe-Grillet

Celosía se llama este libro en español, con lo que se señala a algo que se coloca en una ventana y que permite mirar sin ser visto. Y también se hace referencia a los celos, presentes en cada página, aunque al principio no sabes exactamente de qué forma, dando que la acción, que transcurre en una plantación lejana, se cuenta inicialmente de una forma que parece totalmente impersonal, como si fuese una objetiva descripción de hechos que simplemente suceden.

Y lo que se cuenta que sucede son los encuentros —para comer, para cenar, para programar un viaje— entre un hombre, el dueño de una plantación cercana, y la señora de la casa, de la que también sabemos cuándo se sienta a escribir cartas, cuándo se acuesta, cuándo se levanta. Pronto comprendemos que ésa es la supuesta pareja de amantes, aunque en realidad nunca se ve nada que lo confirme. Inmediatamente después comprendemos que jamás leeremos nada que lo confirme porque el punto de vista a través del cual seguimos ese mundo es precisamente el del marido, que se ha desposeído hasta tal punto de su yo que se nos presenta como un simple punto, casi como un vacío presente. El texto nunca lo referencia, no se dice jamás “mí” o “yo”. Si alguien se le sienta delante se limita a decir “se sentó delante”. Es decir, no hay nada que nos indique la presencia de una persona en ese lugar que es el centro de la narración. No puede haber confirmación de la infidelidad por el simple hecho de que tal confirmación no se produciría jamás delante del marido y por tanto jamás delante de nosotros.

El punto de vista, esa mirada fija, no puedes escapar de la plantación. Nos la describe con todo detalle, indicando incluso cuántas plataneras hay por fila, cuántas filas en total, y aquellos casos excepcionales donde las filas no están completas. Por no hablar de la geometría de la casa, de tal importancia que viene con un pequeño plano. También se recrea en unos pocos episodios. Los supuestos amantes leen la misma novala y la van comentando, aunque los detalles fluctúan. La muerte de un ciempiés parece ser un momento de gran importancia, porque el punto de vista se recrea continuamente en la mancha casi perfecta que es ahora su único recuerdo. Lo mismo sucede con el viaje de la pareja a la capital, que parece sufrir ligeras variaciones al volver a contarse. Está claro que el punto de vista no puede huir del espacio y tampoco del tiempo. Vive en un presente donde está obligado a recordar inevitablemente una misma sucesión de episodios, de idas y venidas de la mujer por el dormitorio, de ruidos de camión, de comidas y cenas, de muertes de ciempiés. Es como si todas esas escenas flotasen en el espacio, siguiendo sus propias órbitas fijas, en ocasiones pasando muy rápido, a veces demorándose y alejándose, y por tanto desdibujándose, cada una siguiendo su propia lógica caprichosa.

Y así es como el punto de vista traiciona sus emociones. En momento de tranquilidad, se recrea durante varias líneas con las órbitas de los mosquitos alrededor de una lámpara. Cuando se agita, los recuerdos pasan a toda velocidad por la página, ganando a veces en violencia. En ocasiones se nos cuenta accidentes imposibles (porque, habiéndose producido fuera de la plantación, no puede haberlos presenciado), a veces los hechos de la novela leída se entremezclan con los reales, de suerte que al final resulta difícil saber qué está sucediendo exactamente. Pero lo que sí está claro es que marido no ha logrado elidirse por completo, sigue presente marcando el ritmo de la narración. Atrapado en su cárcel puntual, está condenado a la eterna repetición sin llegar a conocer la verdad.

Como los celos.

Al principio, leer Jelaousy se hace un poco difícil, porque debes esforzarte por mantener los elementos en su lugar, deducir que los cambios súbitos indican un cambio de recuerdos y no una dislocación de la realidad. Pero poco a poco, sobreviene la fascinación por una narración contada de esa forma, donde los personajes pueden volver de un viaje antes de volver. Acabas dejándote llevar por la cadencia de los recuerdos, aprendes a inferir lo que el punto de vista no está contándote, a reconocerle precisamente por todo lo que no quiere decir. Al final, resulta un apasionante reflejo de la personalidad distorsionada y una gran lectura.

[50 libros] 2011

Categoría: Libros, Silva

Pedro Jorge Romero

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