Estamos en el año 2012 y faltan pocas horas para que un cometa choque contra la Tierra, acabando así con la civilización tal y como la conocemos. Cada uno espera el fin del mundo como puede. En particular, 3 personas acaban en una tienda de discos. El dueño. Un posible cliente que afirma que prefiere pasar las últimas horas en este mundo con su música favorita. Y un hombre ya algo mayor con cáncer terminal que disfrutó de la vida todo lo posible en previsión de la catástrofe.
Y la única esperanza de la humanidad, aunque nadie lo sabe, es una canción punk japonesa de 1975 (antes de los Sex Pistols). Es una canción casi totalmente desconocida, llamada Fish Story, grabada por un grupo del que nadie se acuerda, en su último disco y que encima no vendió nada. Es más, al hacerla sabían que no iba a vender nada. También es una canción extraña, porque en medio de un solo hay como un incomprensible minuto de silencio.
Y no, no es nada de lo que están pensando. Precisamente ésa es una de las delicias de este película.
Saltando en el tiempo (hay escenas en 1975, 1982, 1999, 2009 y 2012), Fish Story (que ya es una de las mejores películas que he visto este año) va contando la vida de distintos personajes (de una forma casi íntima y personal, alejándose de las pelis de catástrofes) que recibieron la influencia de esa canción. Va ofreciendo eslabones sueltos de lo que sabemos que es una cadena de acontecimientos que acabará de alguna forma frente a ese cometa. Pero en la mejor tradición, no es hasta el final que comprendemos cómo encaja todos entre sí (por ejemplo, nos encontramos con un cocinero al que su padre entrenó para ser un campeón de la justicia, o la historia del hijo de un productor musical) porque las relaciones con la canción pueden ser tan sutiles como para antojársenos inexistentes. Es más, en cualquiera de los fragmentos no sabemos exactamente quién se supone que es el personaje realmente importante, a quién se supone que debemos prestar atención. Quizá porque en realidad lo importante en esta película es la relación entre todos y no las acciones individuales de cada uno, la cascada de acontecimientos que se derivan de uno anterior.
Sólo en el último momento podemos observar todo lo sucedido en su orden correcto. Mientras tanto, Fish Story va creando esa sensación de confusión que tan habitualmente sentimos ante el mundo, esa impresión de que lo que está pasando es más significativo de lo que parece, pero que lo es de una forma que no acabamos de comprender. Hay momentos trágicos. Hay momentos cómicos. Hay momentos serios, pero con esa seriedad que no deja de ser juguetona. Lo que no hay son elementos de ciencia ficción (excepto el cometa, claro).
Lo que sí hay es una canción.
Una canción grabada por un grupo menor. Una canción excelente. Una canción que saben que no va a vender. Una canción tan buena que es una pena que no llegue a otras personas, una canción tan incomprensible en su tiempo que sólo puede considerase una botella lanzada hacia el mar del futuro. Pero que graban con sinceridad, con entusiasmo, porque es demasiado buena para guardársela. Lo hacen con la cabeza llena de sueños, pensando que es tan buena que algún día salvará el mundo. Aunque sabe que es imposible que eso llegue a pasar. En una películas con tantas referencias a un grupo de cinco superhéroes, los cinco responsables de la canción (los 4 músicos y el productor) no saben que lo son.
Hay partes francamente logradas. Todo lo que sucede en el barco secuestrado por una secta convencida de que el fin del mundo será en 2009 (se equivocan), con su sutil análisis del deber. O la sesión de grabación de la canción que esperamos sea extraordinaria, porque después de que casi toda la películas haga referencia a ese momento esperamos que suceda algo especial. Y es especial lo que sucede, curiosamente porque no pasa nada de lo que esperamos.
Fish Story es más bien un viaje por el tiempo, deleitándose en las consecuencias imprevisibles de actos que consideramos triviales. Al darnos una visión no lineal nos coloca en ese estado de confusión que luego se revela finalmente ordenado, aprovechando al máximo el truco narrativo. Pero también cuida los personajes e incluso va más allá de lo estrictamente necesarios. Dota de personalidad a los miembros de la banda, dibujándolos como personas completas y explorando la relación entre ellos.
Si la película tiene un mensaje (que no estoy seguro) posiblemente sea que debemos vivir nuestra vida como si nuestros actos y obras fuesen importantes, con la potencialidad de salvar al mundo aunque no entendamos cómo, aunque sepamos que es totalmente imposible que algo así vaya a suceder.
Hasta, por supuesto, el día que sucede.
Porque hay muchas formas de ser un héroe y salvar al mundo.
Una película con una historia original y sorprendente, con el estilo característico de este director. Golden Slumber es otra de sus películas que me gustó.