Si Rafael Sánchez Ferlosio no existiese, alguien tendría que inventarlo, dijeron de él en una ocasión. Y así es, porque Rafael Sánchez Ferlosio es una criatura singular, en la que no importa lo que opine, sino que importa el simple hecho de que esté opinando. Cuando Rafael Sánchez Ferlosio habla, tú prestas atención, aunque estés totalmente en desacuerdo. Eso se debe a que opina con cabeza, escribiendo con una claridad absoluta, sosteniendo sus opiniones sobre unos cimientos de referencia más que interesantes. En suma, a Rafael Sánchez Ferlosio se le entiende todo. Para muchos, ése será su gran defecto —cuando se te entiende todo, es que no eres oscuro e impenetrable, por lo que te expones con más facilidad a la crítica (para evitar la crítica, lo mejor es que no se te entienda)—, pero para mí es su gran virtud: si tu opinión es diferente a la de Rafael Sánchez Ferlosio, más te vale poder justificarla. Si tus ideas pueden sobrevivir a un ataque de su prosa, mejor para ti.
Y cuando estás de acuerdo con él, leerle es simplemente una delicia. Tenemos pocos ensayistas como él.
Estos textos repasan todo tipo de temas. La educación, por ejemplo, que es uno de sus temas perennes. Lamenta, sobre todo, el destrozo causado en los contenidos, defendiendo una educación más de base que olvide los avatares de ríos concretos y profundice más en lo que es un río. El lenguaje, los telediarios, la sociedad de consumo y, sobre todo, la guerra (en la última parte del libro, hablando del patriotismo y del origen de la patria) son otros de los temas. También hay una selección de máximas o textos cortos, que el autor llama Pecios, contra los que, con toda la razón, el autor nos advierte: «y nada hay tan indiscutible como el dicho enigmático, que se autoexime de tener que dar razón de sí». Es fácil caer en confundir las máximas con las sabiduría, la brevedad con la claridad de pensamiento. En general son temas que analizan alguna cuestión de actualidad —hay referencias a lo leído en prensa o visto en televisión— de una forma rápida pero no por ello menos inteligente.
Es La hija de la guerra y la madre de la patria una delicia, como siempre. Si has leído a Rafael Sánchez Ferlosio, no precisas de mi recomendación. Si no has leído nada suyo, entonces te recomiendo, sobre todo si crees en la idea de progreso, Mientras no cambien los dioses, nada ha cambiado, porque son precisamente nuestras ideas más queridas las que debemos someter al análisis más riguroso.