Este libro ha logrado hacerme desconfiar de la existencia de Eva y Franco Mattes. Me resulta singularmente curioso, porque precisamente es un libro sobre ellos, sobre la pareja tras el sitio 0100101110101101.org, originarios de Bolonia y que han creado algunos de las divertidas intervenciones de los últimos años. ¿O no?
Por ejemplo, consideremos una de sus primeras obras, el caso de Darko Maver, un artista serbio que recorría Yugoslavia dejando por ahí modelos asombrosamente realistas de víctimas de brutales muertes. Apareció en los periódicos, o eso se nos dice, su obra se expuso en galerías y acabó muerto en una cárcel por esa obra que invitaba a reflexionar sobre el horror de la guerra. Hay una foto donde se le ve muerto. Otra foto, posterior, le muestra sonriente, posando con la lata de salsa de tomate que le sirvió para imitar la sangre de la primera. En un mundo donde cualquier imagen se puede fabricar, uno empieza a dudar de todo.
¿Cómo sabemos que Darko Maver no era más que una invención de la pareja Eva y Franco Mattes? Bien, el libro lo dice así. Dice también que los medios de comunicación se lo creyeron y de él hablaron como si realmente existiese. Y cuando los medios hablan de ti, ¿no es que existes? Quizá, o quizá todo lo que cuentan los periódicos no sea más que una fantasía, una realidad en la que nos resulta cómodo creer. Y cuando un libro habla de una pareja de artistas que crea obras como Darko Maver –y que antes, se nos dice, ya había participado en el grupo conocido como Luther Blisset- ¿debemos concluir que ellos mismos existen? A efectos del libro, evidentemente. Es más, el sitio mencionado anteriormente existe y hay referencias en la web a esos dos (incluso una obra nueva, empleando Chatroulette). En un mundo en que los periódicos son capaces de publicar cualquier cosa, uno empieza a dudar de todo.
Veamos el caso de United We Stand. Corre el año 2020 y el mundo se acerca a la guerra final de dominación: Estados Unidos contra China. Pero por suerte tenemos a Europa, decidida a evitar la guerra. Para ello, el presidente europeo envía a un experto equipo –multinacional- de espías para hacer todo lo posible. Pero como es un hombre precavido, se las arregla también para iniciar un movimiento global en contra de la guerra. Al final, Europa, haciendo uso de la solidaridad y la colaboración de todos, logra evitar la guerra. Se trata de una película totalmente europea protagonizada por Ewan McGregor y Penélope Cruz.
Sólo que la película –evidentemente- no existe. Pero existen los carteles, que se distribuyeron por varias capitales del mundo. Existe el argumento, existen las referencias en la prensa. Existe, digamos, la idea de una película de acción europea, que sigue casi hasta el final todas las convenciones del género, en la que los héroes acaban salvando al mundo por otros medios. Si existe la idea, ¿es necesario que exista la película? En cierto modo, la forma platónica es más perfecta. Y en cierta forma, más impactante.
Y un poco de ese estilo tienen todas las obras comentadas en este libro. Una discusión constante sobre la relación y la diferencia entre lo falso y lo real, entre lo que creemos cierto y lo que efectivamente lo es. ¿Es una intervención verdadera sobre un hecho falso un recurso válido? Como aquella vez en la que convencieron a los vieneses de que Nike había adquirido su Karlsplatz, que pronto pasaría a llamarse Nikeplatz y que tendría como monumento central el logo de la empresa.
Obras similares exploran los mundos virtuales de Second Life –incluyendo revisiones de famosas performances del pasado lo que plantea si tal cosa es necesaria o se trata de una simple pérdida de tiempo- y Half Life. En File Sharing dejaron totalmente al descubierto su ordenador para que cualquiera pudiese entrar y examinarlo con todo detalle y tranquilidad, permitiendo incluso leer sus correos. Y Biennale.py es un virus informático artístico –si los virus transmiten información propagándose a toda velocidad, ¿por qué no iban a ser objeto del arte?- cuyo código se vendió en camisetas y en CD-ROM en el famoso festival artístico del mismo nombre. Posteriormente, la obra pasó a Perpetual Self Dis/Infecting Machine, donde el virus y Norton Antivirus se enfrentaban en un duelo eterno que recuerda el también eterno suplicio de Sísifo.
Mis dos preferidas son «Un edificio normal», en la que un edificio perfectamente normal recibe una placa turística que indica que se trata de un edificio perfectamente normal, donde no sucedió nada reseñable y donde nunca vivió nadie importante. Una forma de exponer cómo seleccionamos elementos concretos del pasado para crear nuestra sensación de la historia. Mi otra preferencia va por la exposición It’s Always Six O’Clock que comienza con la imagen de Mickey Mouse que aparece en la portada -el ratón sosteniendo una bandeja que nos ofrece a un esqueleto que se devora a sí mismo- y acaba con Mickey Mouse suicidado –ahorcado- frente a la televisión.
Varios autores colaboran en el libro. Todo empieza con una introducción larga sobre la pareja y luego pasa a análisis de las obras. Hay nombres como Bruce Sterling, al que creo capaz de participar con igual entusiasmo en una empresa seria y en una broma. También escribe Wu Ming, un autor que a pesar de haber escrito varias novelas, no existe. ¿O el hecho de haber escrito varias novelas hace que exista? Es confuso.
En un mundo donde simulacro y realidad son difíciles de distinguir, el hecho de que este libro lleve incluso un holograma –con aspecto de sello garante de autenticidad- en la última página es sospechoso, precisamente por ser algo que haría alguien que pretende colarte una trampa. Pero en última instancia, ¿importa? Imaginemos por un momento que Eva y Franco Mattes efectivamente no existen, que el mismo grupo que conjuro –y luego suicidó- a Luther Blisset los creó a ellos. Imaginemos que este libro es una suerte de Vacío perfecto o Valor imaginario y que contiene descripción inventadas de obras más que interesantes. Imaginemos que todas las fotografías que contiene, mostrando repetidamente a los mismos personajes en distintos momentos del tiempo, describiendo una cantidad muy variada de obras, han sido cuidadosamente creadas por gente con mucho, mucho tiempo libre. ¿Reduciría esa primera irrealidad, su inexistencia en el mundo físico, su impacto en nuestra mente?
Mi respuesta es que no. La fascinación de este libro no se vería reducida en lo más mínimo. Es más, precisamente jugar con la ficción y con lo real (como ya declara la solapa) lo que provoca es precisamente el efecto que las obras descritas habrían provocado en su momento.
Va directo a mi lista de los mejores libros que he leído este año.