Matt Damon interpreta maravillosamente a Mark Whitacre, ejecutivo de una multinacional de la alimentación. El hombre parece perfectamente normal, un padre de familia algo anodino obsesionado con ciertos aspectos cuantificables del mundo, pero sin mayor profundidad. Por diversas circunstancias acaba convertido en informador del FBI, obteniendo pruebas sobre la trama de su empresa para pactar globalmente precios de ciertos productos.
Pero un detalle que inmediatamente llama la atención son las pequeñas mentiras y contradicciones del personaje, que poco a poco van magnificándose hasta volver al personaje totalmente fascinante. El que parecía un individuo anodino acaba teniendo dobleces y recovecos algunos de los cuales, sospecha uno, son incluso desconocidos para él mismo. Las mentiras van creciendo sin medida mientras la película va mostrando como la complejidad de la realidad puede crecer casi exponencialmente. La trampa, empezar ofreciéndote lo que parece una investigación rutinaria en el mundo de la corrupción corporativa para acabar tratando de las rarezas del comportamiento humano, está muy bien ejecutada. Sólo al final puedes volver atrás y decir «claro, aquí ya se veía».
La película está basada en un hecho real, lo que la hace todavía más interesante. También se nos dice que fue de los personajes principales y el destino final del protagonista es simultáneamente lógico e irónico.