La gente joven se pasan e intercambian las canciones que acaban de descubrir y que “les mola”. Realizan una labor de benévolos descubridores y promotores de artistas y canciones. Llevan a cabo una polinización altruista idéntica a la de las abejas. No hay más que verles en los conciertos, cantando en coral con sus ídolos. De algún modo debieron aprenderse la letra y la música. Siempre me he preguntado si esos “fans” tienen derecho a una retribución por promocionar las canciones de un artista novel o si los ingresos van integros a las cuentas de la SGAE. Cuando yo estudiaba derecho, en la calle San Bernardo había bares donde nos daban una docena de entradas de teatro para “la claque”, siempre de últimas filas, juntitos y controlables, para jalear ruidosamente la obra aún cuando fuese un bodrio. Así veíamos teatro gratis, nos cultivábamos.
Gracias.