Conservadores y realistas. Reconozco que los términos no son inocentes, aunque no quiero darle demasiada carga ideológica. Los primeros defendían que el libro digital no será tal revolución, que como mucho ambos convivirán siempre y que, en definitiva, fuere lo que fuere, es un mal que en el caso de imponerse acabaría con una tecnología muy superior. La mayoría de los que venían a defender esta postura estaban entre los organizadores del evento y entre el público, editores, libreros, bibliotecarios. Creo que el miedo y el desconocimiento cibertecnológico juegan un papel fundamental en esta idea. Del otro lado, la inmensa mayoría de los ponentes (lo cual dice mucho a favor de la organización del Simposio), todos ellos nativos digitales (perdón) y con años y experiencia de trabajo en el ámbito de la red y la edición. El argumento, con matices: el libro electrónico llegó para quedarse y es ya una alternativa seria al papel. Y cualquier posibilida de negocio pasa por entender el funcionamiento de la red y el no volcado del modelo tradicional al digital. A este respecto, una de las grandes preocupaciones del sector era la protección del producto ante la copia, y se les dijo por activa y por pasiva (salvo las empresas que hábilmente ofrecen el antídoto para el pánico, cure o no la fobia) que el modelo cerrado no tiene futuro alguno en el mecanismo de internet. A este respecto, Javier Jiménez dejó la comparación más divertida del Simposio: nos recordó la obra de Umberto Eco El nombre de la rosa, y dijo que el veneno con el que el venerable monje untaba las páginas del libro de Aristóteles que no quería que fuese leído por nadie, era la versión medieval del DRM.