No todos los días desayuna uno hablando de Leibniz. No de cualquier Leibniz, evidentemente, sino de uno muy concreto: del personaje que aparece en la serie de novelas conocida como El Ciclo Barroco. Entre lonchas de jamón, bollitos y café para mí y té para él, le pregunté si Anatema (su último novela publicada en España) podría considerarse la venganza de Leibniz. En un momento dado del Ciclo Barroco, Leibniz presenta su filosofía, que suena –como se pretende- mucho más moderna que la rigidez del sistema newtoniano a la que aspira a reemplazar. En Anatema, una filosofía similar reaparece convertida ya en el sustrato del mundo en el que viven los protagonistas.
Neal Stephenson es un hombre tremendamente reflexivo. Le haces una pregunta o le planteas una posibilidad y de inmediato aparta la vista y se pone a pensar. Tras reflexionar unos buenos segundos, cuando casi has perdido la esperanza, se vuelve hacia ti y te responde. Mucha veces no te responde lo que esperabas oír, pero es siempre interesante. Un poco como sus novelas, que rara vez son lo que esperabas leer.
El viernes 23 de octubre llegué a Barcelona a eso de la una de la madrugada y me fui como a las nueve de la noche. Unas veinte horas, para asistir a la presentación del Premio UPC de novela corta de ciencia ficción en el que Neal Stephenson participaba como invitado de honor. Aún así, dio tiempo a desayunar, a verle ser entrevistado en varias ocasiones, entrevistarle yo mismo y a encontrar momentos dispersos para intercambiar algunas opiniones. Fascinantes diálogos dispersos.
Hablamos de Penrose, por ejemplo, del que los dos tenemos opiniones muy similares. Fue a propósito de mi idea de que la consciencia es el tema fundamental de su obra -está muy presente en La era del diamante, reaparece en un par de ocasiones en El Ciclo Barroco y es muy explícito en Anatema-, hipótesis a la que casi dijo que sí. También hablamos de Arduino y hardware Open Source, de Firefly y otras series, de cuántos Enoch Roots hay en Criptonomicón (a pesar de las elucubraciones, sólo uno) y le conté mi teoría sobre el contenido de la tercera galleta de la fortuna de Secuestrador. También me aseguré de decirle que La telaraña es una novela excelente -una de sus mejores- y que es una lástima que no sea más conocida. Y a mi comentario de que sería un gran escritor de divulgación -como demuestran los calcas de Anatema, en particular la magistral explicación del espacio de fases-, respondió que escribir novelas resulta más agradable.
Este año, la presentación del premio UPC tuvo una estructura algo diferente. En lugar de una conferencia, organizaron un debate a dos, en el que yo haría las preguntas y él respondería. La idea era contar con la participación del público, pero temiendo que no fuese así, preparé cinco páginas de preguntas (sobre Eliza, el infodump de Snow Crash, los detalles de Criptonomicón que se explican en El Ciclo Barroco…). Páginas que, me alegra decir, casi no tuve necesidad de usar. El público no sólo estuvo dispuesto a participar, sino que planteó preguntas mucho más interesantes y consiguió por tanto que la ceremonia de entrega fuese más fluida. El formato fue un éxito y debería adoptarse en el futuro.
Les dejo con un breve fragmento grabado por Ricard de la Casa:
Cuando nos despedimos -él se iba a descansar un poco antes de irse a firmar libro y yo me iba al aeropuerto-, me dijo que procuraría darme más trabajo. Yo le respondí que le leería igual, aunque no tuviese que traducirle.
Por supuesto, la visita, aunque corta, también me permitió saludar a viejos amigos. En particular, a Joan Manel Ortiz, José Luis González, Ricard de la Casa y Guillén Sánchez (a los que no veía desde hacía mucho tiempo). Y, por supuesto, a Miquel Barceló, que tuvo la amabilidad de invitarme.
Para saber más del premio: Roberto Sanhueza gana el Premio UPC 2009 y UPC 2009 en imágenes.
Fotos: Ricard de la Casa
Stephenson me parece uno de los autores más brillantes que ha dado la historia de la ciencia ficción. Debe ser un placer pasar unos minutos con él, hablando de cualquier cosa. Hay personas que emanan sabiduría y tengo la impresión de que este hombre es uno de ellos.
Un saludo,
Carlos
Perdí mi libro de «Quicksilver» Lo dejé olvidado en un taxi. Es la segunda vez que lo pierdo. La primera vez apareció «mágicamente» cuando armé tremendo mitote en el sitio donde «magicamente» desapareció.
Me odio. No tocaré los otros dos ni Anathem hasta terminar Quicksilver.
Curioso el desliz freudiano: despedimos -> dependimos. Por lo demás, gracias por contarlo.
Gracias. Corregido.
wow. que buen post, como los de antes. me ha encantado. me ha gustado tu descripcion de neal, eso de tardar para responder, la gente suele verlo como algo malo, tu no.
No sé cómo tomarme ese «como los de antes» 🙂
Confieso que al principio tuve algo de miedo, sin saber muy bien cómo saldría la idea. Pero al ver que el público se animaba a preguntar me relajé bastante 🙂
Para mí también fue un gran placer poder verte de nuevo. Se ha de repetir pronto.
Pues a mí la verdad me va defraudando mucho Anatema. Explicar conceptos científicos de manera curiosa no es lo único necesario para ser un buen libro. Es farragoso de leer por lo lento que va y porque incluso apenas le encuentro puntos de interés, creo que no tiene ni de lejos la frescura y originalidad de Criptonomicón. De otros libros de él no opino porque aún no los he leído.
Saludos.
Bien, bien, rectifico lo que dije antes… he aprovechado para avanzar bastante en el libro y reconozco que se pone interesante, no sé si llegará a la altura de Criptonomicón, que lo veo difícil, pero en cualquier caso apunta muy buenas maneras; así que donde dije digo, digo Diego…
Saludos.