Los cuentos indispensables (Navona Editorial. ISBN: 978-84-92716-10-4. 112 pp. PVP: 7,5 €) de Edgar Allan Poe. Uno de esos autores a los que siempre se puede volver.
De la contraportada:
Un preso de la Inquisición española se enfrenta al inaudito dilema de tener que decidir si morir acuchillado por un péndulo o precipitarse al vacío. En Italia, Montresor urde una cruel venganza sobre Fortunato en la noche de Carnaval. A orillas del Rin, un joven recuerda a la bella y misteriosa Ligeia, recientemente fallecida. Pero su espíritu parece renacer entre tinieblas. En plena alta mar, en un espacio liminal a caballo entre los sueños y la realidad, un tenaz pasajero busca abrirse camino en un buque fantasma.
Edgar Allan Poe es uno de los escritores más conocido, y a la par más oscuro, que jamás haya generado la historia de la literatura norteamericana. La legendaria fascinación que ha ejercido en sus lectores le convierte en un personaje menos maldito y provocador de lo que sus críticos y detractores han insistido en cultivar. Amamos a Poe tanto como le tememos. Tal vez se deba a sus macabras e indómitas historias, a su disoluto estilo de vida o a su cariz antisocial. Sea como sea, doscientos años después de su nacimiento y a pesar de las numerosas biografías dedicadas a su figura, sabemos que esta recopilación de relatos emblemáticos nos depara emociones desgarradoras e ideas poco convencionales. Pero quizá sea esta la única manera de conocer al autentico e insondable Edgar Allan Poe.
A 200 años de la muerte del gótico y fascinantemente misántropo Edgar, hasta nuestros días su sombra continúa fascinando desde adolescentes obscuros hasta amantes de la poesía pasando por los lectores fortuitos como yo que leen por un mero ejercisio de auto-satisfacción, lo cual es un triunfo en nuestros días. El maestro del cuento corto, precursor de la novela detectivesca-policíaca, -digerible, fascinador, terrorífico, escalofriante-. Ah, pero su vida, es el mejor cuento de terror de todos los tiempos, como sacada de una pesadilla. Poe demostró en carne propia que la realidad supera siempre a la ficción, felicidades¡¡