Tyrex es un luchador de catch. Se llama así porque lleva en la cabeza una máscara de reptil que se la cubre por completo y que no se quita casi para nada. Vive en un piso con otros dos compañeros de profesión y con un tipo calvo. ¿A qué se dedica al tipo calvo? No sé. Si se dice, se me pasó.
El álbum cuenta las aventuras de esos personajes en el peculiar universo masculino en el que viven. Lo especialmente interesante es que les gusta hablar y si ejercen violencia, siempre escogen la pulla más o menos irónico en lugar de los puños. Cualquier situación cotidiana, por mínima que sea, les da pie para lanzarse a alambicadas reflexiones sobre su forma de enfrentarse a la vida. Aunque si la discusión se eleva demasiado y se aparta excesivamente de los problemas prácticos, siempre hay a mano un buen comentario corrector para desinflar al infractor.
En Tyrex, que reúne páginas creadas con muchos años de diferencia, hay varios momentos muy gamberros, pero la atmósfera general es la descrita en el párrafo anterior. Es más, me asombra el parecido de familia de este álbum con los dedicados a Ángel Sefija. Aunque el tono es diferente, persiste la misma disposición alegre –los personajes se divierten así- a examinar el mundo que les rodea. Que es precisamente lo que permite que historias concebidas a lo largo de 17 años puedan reunirse en un tomo y disfrutarse de nuevo.