La entrada Banging your head repeatedly against the brick wall of teachers’ stupidity helps increase blood flow to your frontal lobes va en realidad de unos ejercicios llamados Brain Gym que aparentemente están ganando popularidad en el Reino Unido para aliviar el aburrimiento en las aulas. Por desgracia, vienen acompañados de grandes dosis de explicaciones seudocientíficas para intentar demostrar sus virtudes (como si aliviar la monotonía del aula no fuese suficiente).
Lo realmente interesante es que esas explicaciones son de naturaleza neurológica, y el autor comenta que tenemos tendencia a considerar que las explicaciones acompañadas de datos neurológicos -por irrelevantes que sean- son mejores que cualquier otra. Por tanto, ese abuso de jerga se presta a todo tipo de usos pocos claros.
Describe un experimento en el que se ofrecía varias posibles explicaciones (buenas, malas, neurológica y no neurológicas) para ciertos fenómenos psicológicos y luego se veía cuáles se consideraban mejores:
The subjects were from three groups: everyday people, neuroscience students, and neuroscience academics. All three groups judged good explanations as more satisfying than bad ones, but the subjects in the two non-expert groups judged that the explanations with logically irrelevant neurosciencey information were more satisfying than the explanations without. What’s more, the bogus neuroscience information had a particularly strong effect on peoples’ judgments of bad explanations. As quacks are well aware, adding scientific-sounding but conceptually uninformative information makes it harder to spot a dodgy explanation.
An interesting question is why. The very presence of neuroscience information might be seen as a surrogate marker of a good explanation, regardless of what is actually said. As the researchers say, “something about seeing neuroscience information may encourage people to believe they have received a scientific explanation when they have not.”
Aparte del comentario referente a que los términos técnicos sirve para dar la impresión de que la explicación es más completa de lo que realmente es, apunta también nuestro deseo por las explicaciones más reduccionistas; nos gusta que cada situación tenga una causa clara y perfectamente definida.