Empecé a leer Jane Eyre porque estaba traduciendo El caso Jane Eyre. Mi problema era que en ésta última novela aparecen escenas de la novela original, pero, por supuesto, sin el contexto del resto del libro. Como no quería equivocarme, pensé que lo mejor sería ver en qué momento pasaba cada cosa, para saber cómo se supone que se hablan los personajes y demás.
Seguí leyendo porque Jane Eyre me pareció impresonantemente bien escrita. Las peripecias concretas resultan casi insustanciales comparadas con la potencia del propio hecho de narrar. Es una novela que se disfruta sobre todo por el placer de leer las frases. Tanto es así, que estoy convencido de que Charlotte Brontë podría convertir en fascinante su lista de la compra.
El otro elemento que te hace seguir leyendo es el propio personaje protagonista. Jane Eyre es dura, poco dada al sentimentalismo, orgullosa, santurrona y demás, tiene muchas virtudes y algunos defectos, pero es ciertamente uno de esos personajes tan asombrosamente bien definidos que sostienen cualquier novela. De nuevo, si Jane Eyre te contase su lista de la compra sería una narración fascinante.
Y es una suerte, porque lo que cuenta es una infancia desgraciada, una serie de obsesiones religiosas y su amor por Rochester. Y Rochester sólo es quien es porque recibe la mirada de Jane Eyre. Su mayor fascinación es precisamente ser objeto del amor de semejante mujer. Es su mirada, y a través de ella la mirada de la autora, la que transforma esa difícil historia de amor en algo digno de leerse.
La novela no es perfecta, claro. Tras descubrirse el engaño de Rochester, Jane huye -acción inverosímil que resulta comprensible- tras rechazar la oferta de convertirse en su amante y tras unas improbables peripecias acaba dando con unos primos lejanos suyos que no sabía que tenía. Dejemos de lado el cálculo de probabilidades y centrémonos en en St. John Rivers un personaje con convicciones religiosas todavía mayores que las de la protagonista. Se quiere ir de misiones por ahí, a convertir a los salvajes, y quiere que Jane le acompañe como esposa. Lo que propicia que se dediquen muchas páginas a discusiones religiosas que hoy suenan a sinsentido, a hacer tiempo mientras esperamos a que se retome la trama principal. Supongo que en la época esa parte se consideraba muy importante para demostrar, una vez más, la independencia de carácter de Jane Eyre. Hoy suenan un poco innecesarias.
En cualquier caso, no me sorprende que Jane Eyre sea considerado un clásico de la literatura. Sólo la protagonista -de una independencia de carácter que incluso hoy sería destacable- bien lo merece.
Además sería capaz de convertir en algo fascinante incluso una wishlist.
Ayer acabé de devorarlo – en mi caso para «enfrentarme» a la lectura de The Eyre Affair – y coincido plenamente con tu reseña. Hacía mucho que no disfrutaba de tal manera de un libro.