Incluso Kurt Vonnegut se hizo viejo. Parecía que siempre iba a ser un joven cínico, dispuesto a meter siempre el dedo en el ojo, pero sin caer en las trampas de la edad. O quizá siempre fue viejo, y lo que parecía cinismo juvenil era pesimismo de la edad. No lo tengo claro. Y la lectura de este libro tampoco me ha permitirme decidirme. Eso sí, al león se le reconoce por sus garras y hay más de un momento de lucidez escalofriante. La historia de su tío Alex, que se detenía para reconocer la felicidad de lo que fuese que estuviese haciendo, bien vale toda la lectura.
En los libros que yo he leido, se centra más en el absurdo que en la felicidad. Será que efectivamente se hace viejo.
Este libro tiene más aforismos por párrafo cuadrado que ningún libro que haya leído jamás.
Sólo he leído la archifamosa Slaughterhouse 5 y sus 8 puntos acerca de cómo escribir un relato corto. En ningún caso me pareció que estilara cinismo juvenil o gusto por el absurdo, más bien cierta felicidad trafalmadórica poco confesable en sociedad.
Leeré este libro.