Es una verdad universalmente aceptada que no hay idea por estúpida que sea que algún intelectual no defienda con total convicción. Por tanto, no tiene nada de extraño que las estrafalarias y absurdas ideas de Charlotte Bach sobre evolución, biología, psicología y demás cautivasen a parte de la intelectualidad londinense de los años setenta, comparándola incluso con Freud o Einstein. Lo que no debían esperar es que al morir y quitarle la ropa, encontrasen que debajo de la peluca y el vestido había un hombre.
Nació Karoly Hajdu en 1920 (la Wikipedia lo define como «a Hungarian-born impostor») y murió en 1981 como Charlotte Bach, papel que adoptó permanentemente en 1968. Pero también dijo ser más cosas. Afirmó ser barón, afirmó organizar un grupo de resistencia contra la ocupación soviética de Hungría, afirmó ser escritor, afirmó ser hipnoterapeuta titulado… es decir, afirmaba y decía todo aquello que se le pasaba por la cabeza, todo lo que hiciese su vida más interesante. Su vida fue, ante todo, una acumulación de mentiras, cada cual más absurda que la anterior, salpicada por elementos ocasionales de verdad. Cuando un papel ya no le satisfacía, asumía otro diferente, ninguno con tanto éxito como el último.
O quizá su vida no fuese una mentira. Quizá su vida fuese simplemente proteica. Sin saber exactamente quién era, es posible que se lanzase a una errancia que solo terminó en los últimos años. Su vida tiene todo los tonos del fracaso -en casi ninguna empresa logro el éxito, y en casi todas ellas le pillaron- pero quizá sólo sea un problema de percepción por nuestras parte. Acostumbrados como estamos a creer que existimos y que tenemos un yo fundamental, una esencia que nos cifra, se nos hace difícil aceptar una persona que confunde de tal forma nuestras expectativas.
Wheen compone una breve, unas 140 páginas, pero fascinante biografía sobre un personaje que parece inventado. Un atractivo estudio sobre el absurdo, sobre el fracaso y también sobre el éxito. En cierta forma el relato trasciende las peripecias concretas de la vida para ir transformándose, página a página, en una sospecha: que en última instancia, aunque rara vez de una forma tan extravagante, toda vida humana es también fundamentalmente absurda, que en el momento de nuestra muerte hemos fracasado tanto, o tan poco, como Charlotte Bach. Y también su reverso paradójico, su éxito: Karoly Hajdu murió sabiendo exactamente quién era. Su búsqueda incesante de su verdadera identidad es la misma en la que nos embarcamos nosotros, pero nos distingue el desenlace. Es posible que al final Charlotte Bach fue más real que Karoly Hajdu.
Me he acordado de una amiga que hizo un curso de clown. Una de las características esenciales del clown es que siempre dice que sí cuando le preguntas si sabe hacer algo, sea cocinar unos huevos fritos, tocar la trompeta o pilotar un avión, con las consecuencias previsibles.
La duda que me queda es si la impostura de «la doctora» sólo era para sus apariciones públicas o se extendía a su vida privada.
Según el libro, viviá permanentemente como Charlotte Bach.
En la wiki dice que también hacía de dominatrix. De ser cierto, la impostura transgenérica se extendía a más facetas que la simple pública 🙂
Sí, lo cuenta el libro también.