Ciencia o vudú: De la ingenuidad al fraude científico de Robert L. Park

Publicado originalmente en El archivo de Nessus, 2001.

Ciencia o vudúEl título en español de este libro, Ciencia o vudú, introduce una ambigüedad que no existe en el original. No se trata en ningún caso de intentar decidir qué es ciencia o qué es vudú, sino de caracterizar, analizar y, por supuesto, quitar toda legitimidad a eso que el autor llama «Ciencia vudú», aquella afirmaciones que revestidas de un ropaje científico carecen realmente de fundamento, no han sido adecuadamente demostradas o simplemente son un fraude.

No se trata en cualquier caso de un libro de divulgación científica, ni siquiera de un libro sobre la ciencia que ha salido mal. Se sitúa claramente como un volumen de desenmascaramiento, que en cualquier caso pretende demostrar como el abandono de las mínimas reglas científicas, en lo que tienen de mecanismo de autocorrección para evitar el error, lleva en muchas ocasiones al engaño bien intencionado y en muchos casos al fraude. Eso sí, en el proceso debe explicar muchos hechos científicos, siguiendo la tradición de los libros de Martin Gardner.

Por tanto, quizá sorprenda a los aficionados a este tipo de libros, y somos muchos, que las referencias a la astrología y a los ovnis sean muy pocas y dispersas. Desde el punto de vista del autor, y el mío propio, esos son temas tan claramente alejados de cualquier discusión racional y científica que no merecen mayor tratamiento o consideración. No, lo que interesa a Park es esa zona en la que la ciencia real se solapa con lo seudocientífico, involucrando a la salud, la economía y la política. Por esa razón, el tratamiento del tema ovni aparece en el contexto de como el secretismo del estado alienta ese tipo de creencias.

Valoración: 4 estrellas de 5

Gijalbo Mondadori. Barcelona. 2001. Título original: Voodoo Science (1999). Traducción: Francisco Ramos. PVP: 2.200 pesetas (13,22 €). 336 páginas. ISBN: 84-253-3595-7.

Ahondando aún más en el libro, lo que interesa sobre todo a Robert Park no es tanto la idea seudocientífica en sí, sino el proceso por el cual ideas absurdas van creciendo como bolas de nieve hasta convertirse en amenazas para la salud -como la homeopatía-, en fraudes en toda regla -como las máquinas de movimiento perpetuo-, en vergonzosos episodios científicos -como la fusión fría-, en escándalos periodísticos -las líneas de alta tensión- o en gastos escandalosamente altos con un origen político pero que se espera justificar con argumentaciones científica -como el caso de la estación espacial internacional o el escudo guerra de las galaxias. Orgullo personal, secreto gubernamental, ignorancia científica y deseo de dinero en distinto grado se combinan para producir una “ciencia vudú” en toda regla.

Tomemos, por ejemplo, el caso de la fusión fría. Lo que debió haber sido una investigación científica perfectamente normal, que debió haberse canalizado por los medios científicos habituales, se transformó por la forma en que fue manejada, con ruedas de prensa y secretismo, en una vergüenza hasta convertirse, hoy en día, en algo cercano a una secta. La búsqueda de fama y dinero, la rivalidad entre químicos y físicos, y los deseos de notoriedad personal convirtieron a la fusión fría en uno de los grandes fiascos científicos del siglo XX. El relato de Park es extremadamente crítico, de forma que no sólo explica los problemas científicos de los distintos experimentos relacionados con la fusión fría, sino que también acusa directamente y señala con el dedo a los diversos culpables del desastre.

Otro ejemplo al que se dedica mucho espacio es el de las diversas propuestas para construir máquinas de movimiento perpetuo. ¿Quién no ha ideado un esquema así? Al conocer por primera vez la existencia de motores y generadores, nada más natural que concebir el esquema de conectar un motor eléctrico a un generador, de forma que la corriente producida por el generador alimente al motor y éste a su vez mueva el generador que produce la corriente que lo alimenta. Por desgracia, tal proyecto no puede funcionar, por la oposición de las muy bien establecidas leyes de la termodinámica. Esas leyes prohíben las máquinas de movimiento perpetuo y nadie ha conseguido jamás construir una (en el principio, la búsqueda de máquinas de movimiento perpetuo fue precisamente lo que ayudó a establecer las leyes de la termodinámica).

El caso que se documenta en el libro es el de Joseph Newman que insiste en que se le permita patentar un dispositivo de ese tipo. Es un relato triste de autoengaño, estupidez política e incapacidad científica para explicar llanamente por qué tal cosa es imposible. La petición, extremadamente razonable, de la oficina de patentes americana exigiendo tener en custodia un prototipo que funcione ininterrumpidamente durante un año (considerando que en principio, dejando de lado los desgastes, tal dispositivo debería funcionar eternamente) es recibida con una negativa y se intenta obtener por vía del congreso lo que no se puede conseguir por el camino correcto. Otros personajes que hacen afirmaciones similares recorren el libro, y el autor explica pacientemente, aunque con evidentes dosis de irritación antes lo que parecen engaños deliberados, los verdaderos fundamentos científicos tras esas máquinas. Al final reflexiona que nadie ha ganado apostando contra las leyes de la termodinámica.

En un momento dado, el autor se pregunta cómo es posible que esas personas no sepan que están engañando. Se puede comprender que uno cometa un error y en la euforia de creer haber realizado un gran descubrimiento exagere los logros. Pero posteriormente, con los ánimos más calmados, ¿cómo es posible que no se vea que aquella máquina acaba parándose o que la célula de fusión fría no emite el calor esperado? La gran duda que plantea Ciencia o vudú, y que evidentemente no puede responder, es en qué momento los errores tontos se transforman en fraude. Ondeando esa pregunta, Robert Park desmonta seudociencia tras seudociencia con contundencia y gran sentido del humor, en un libro extremadamente ameno y entretenido, que se lee de un tirón y que, ante todo, no dejará indiferente.

Categoría: Silva

Pedro Jorge Romero

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  • Serafín 24 mayo, 2007, 8:58 am

    Libros como este son necesarios, en este nuevo paradigma postmoderno al que nos vemos deslizados. Al que la Ciencia y la Sanidad empiezan a verse -contra su voluntad- deslizadas.

    En el Gobierno de la Generalitat de Catalunya, tenemos a una Consellera de Sanitat (Geli) que, amparándose en una mentalitad multuculturalista mal entendida típica de cierta gente ideológicamente confusa, pretende endosarnos, no sólamente la homeopatía (que coloca al mismo nivel que la «alopatía», como la llaman ellos), sino todo tipo de terapias «alternativas».

    En fin. Vayámonos preparando. La ciencia vudú cuenta -y contará- con el apoyo de cierta izquierda.

  • Nico 24 mayo, 2007, 9:47 am

    Es curioso que la historia original sea de 2001 porque saca un argumento que he usado alguna vez y no he leído nunca a nadie más: que el secretismo y los intereses hacen desconfiar de «la ciencia».

    Por cierto, están cojonudos estos comentarios de libros. Una gran idea re-publicarlos.

  • pjorge 24 mayo, 2007, 9:50 am

    Sí, me daba pena que nadie los viese y que languideciesen.

  • Capitannombrete 24 mayo, 2007, 10:12 am

    Para estar en contra de algo no hay más que ponerse en el lado contrario y razonar con la lógica de esas circunstancias. Y eso puede ser muy científico, pero no es objetivo. Muchos grandes descubrimientos fueron hechos por tipos que serían catalogados de chalados por los «escépticos» como este autor. (Es interesante a este respecto un libro de Arthur Koestler titulado «Los sonámbulos» ).
    Probablemente la chaladura les ayudó a ver la realidad desde otra perspectiva, a salirse de una visión estereotipada por la costumbre de la realidad.
    Cualquier oposición a la novedad es un retraso. Sea sugestión o evidencia científica, si tiene un resultado debe estudiarse. La ciencia es una herramienta no un corsé.

  • pjorge 24 mayo, 2007, 10:25 am

    Qué poco ha tardado en salir el argumento Galileo. Quizá sería necesario crear una ley de Goodwin para esta situación.

  • Eduo 24 mayo, 2007, 11:04 am

    Este libro es genial. Lo compré cuando me apareció por primera vez en las recomendaciones de Amazon hace muchos años y es uno que re-leo con frecuencia. La traducción del título, tienes razón, presenta una división que no existe en el original, que mas bien intenta hablar de algo que cae en medio («magia con pretensiones de ciencia», por ponerlo de otra manera).

    Me parece genial la historia de la homeopatía, que no conocía antes de leerlo, y cómo una secuencia de eventos basados en política, favoritismo y «buenas intenciones» han significado que hoy en día la gente la considera como una rama real de la medicina y no la patraña que ha sido siempre (o mas bien, toda una organización mundial basada en placebos).

    Hoy en día dices que la homeopatía debería estar en la misma categoría que frotarte con un huevo de gallina negra o que pegarte con ramas de ruda en la espalda mientras escupes ron jamicano y la gente sinceramente se ofende. Tal es la imagen de «medicina» que la homeopatía ha sabido inventarse. Lo peor es que otras pseudociencias han utilizado esta puerta trasera hacia la ciencia real para colarse también. Al fin y al cabo, «si la homeopatía es cierta por qué no lo van a ser las flores de bach o la aromaterapia».

    Hace algunos días enlacé de nuevo (porque ciertos enlaces te los encuentras varias veces si te gustan los mismos temas 🙂 los siete signos de la «falsa ciencia» (también Robert L. Park aunque no de este libro específicamente), que me parece relevante aquí. El sitio que los contiene es interesante también (quckwatch.org), en que se dedican a rastrear y exponer pseudociencia a diestrsa y siniestra.

  • Eduo 24 mayo, 2007, 11:45 am

    Arg. Eso que he puesto debería haber sido quackwatch.org. Lo siento.

    Capitan: La ciencia es una caja. Y sus paredes son bastante mas rígidas de lo que la gente piensa. Lo importante es que aunque sean rígidas no son inamovibles. La ciencia cambia y se cuestiona a sí misma todo el tiempo. Lo unico que se le pide a la pseudociencia es que sea capaz de comprobarse a sí misma como ciencia para ser aceptada como tal. Nada mas. Muchas cosas lo han logrado y en todos los casos ha sido porque han pasado de «la gente dice que funciona» (evidencia anecdótica) a demostraciones repetibles incuestionables (mira de nuevo el enlace que he puesto de los 7 signos de la pseudociencia para ver cuales son los tipicos cuestionamientos). Por cierto, uno de los signos de que algo es pseudociencia es precisamente que la gente crea en ello sin estar preparada a que se cuestione la creencia. La ciencia va por el camino exacto y activamente busca ser refutada constantemente (y precisamente al refutar se refina o descarta).

    Esa es la diferencia entre la ciencia y la fe. Y la mayoría de la pseudociencia (o de la ciencia vudú) es que tiene un factor de fé altísimo.

    Este, supongo yo, es el elemento que hace que alguien empiece a ignorar las señales de que lo que está haciendo probablemente no sea realmente científico. Aunque hay mucho charlatán realmente no creo que todos tengan malas intenciones pero sí creo que llega un momento en que necesitas justificar el llevar tanto tiempo creyendo tanto en algo. A veces intentas justificarte atacando las alternativas (como hace el creacionismo), convenciendote de que hay conspiraciones contra ti o empiezas a falsear los datos porque estas convencido de que la teoría es correcta y «si solo encontraras lo que falla» funcionaria finalmente bien, pero mientras tanto lo falseas para demostrar «como seria si estuviera terminado».

    Me pregunto si en algún sitio serio alguna vez se ha cuestionado el tema de los Zahoríes porque me he dado cuenta, cuando grito «¡patrañas!» al verles, que se les tiene una especie de cariño especial que hace que incluso conocidos míos aún más rigurosos en las cuestiones científicas empiecen a mascullar e intentar dar explicaciones que no son nada menos que fantásticas, todo con tal de no decir «Si, los zahoríes son o cuentistas o equivalentes al que piensa que su caballo sabe sumar porque deja de dar coces al llegar al resultado» (o sea, que no ven la razón real de lo que sucede y se autoexplican con una fantasía). Me interesaría saber si hay algún estudio serio al respecto porque no creo que sea común el amor que le tiene todo el país a lo que es patentemente magia y que ha intentado hacerse pasar por «ciencia incomprendida».

  • Capitannombrete 25 mayo, 2007, 9:10 am

    nadie hacía caso a hitler y mira lo que pasó. (Ja)

  • pjorge 25 mayo, 2007, 9:37 am

    ¿Quieres decir que Hitler tenía razón? No me lo puedo creer…

  • Eduo 25 mayo, 2007, 11:00 am

    Yo me he quedado igual.

    Por cierto, has invocado la Ley de Godwin. Tal vez por eso ha cristalizado antes de lo normal.

  • Eduo 25 mayo, 2007, 11:04 am

    Por cierto, de acuerdo al FAQ oficial, esta discusión debería terminar ya y técnicamente capitannombre la ha perdido 🙂

  • Anonimo 26 mayo, 2007, 10:07 pm

    ¨Por cierto, de acuerdo al FAQ oficial, esta discusión debería terminar *ya* y técnicamente capitannombre la ha perdido»

    ¿Ley de Hofstadter? (lol)

  • Carola 9 diciembre, 2008, 4:27 pm

    Este tipo de libros «desenmascarantes» (por poner una palabra al más puro estilo anuncio de cosmética Vichy) me hacen pensar en Carl Sagan y me da como una mezcla de morriña, languidez y compasión inexplicables que me impulsan a conseguir el libro. Menos ml que no es de los de 25€ en adelante. Gracias.

  • Diego 19 marzo, 2009, 12:38 am

    Hola, ya no se que hacer para conseguir el libro… alguien me lo podria vender?
    Un abrazo a todos.
    Diego

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