Publicado originalmente en El archivo de Nessus en el año 1999.
John R. Searle tiene sus propias ideas sobre qué es la consciencia y sobre si una máquina podría llegar a ser consciente. En este libro no sólo expone sus tesis, a las que llegaré en un momento, sino que las enfrenta y compara con las opiniones de otros influyentes miembros de la comunidad de pensadores sobre la consciencia y la inteligencia artificial.
El valor y el interés del libro es, por tanto, doble. En principio porque Searle expone sus propios planteamientos y argumentos con claridad y precisión lo que ayuda a entender las consecuencias de sus ideas y las de sus críticos. Y por otro, porque sirve de resumen clarificador de las ideas de otros, que se benefician, y uno sospecha que en ocasiones bastante a regañadientes, de la claridad expositiva del autor.
El volumen está formado por siete capítulos y una conclusión. El primer capítulo y la conclusión los dedica Searle a exponer sus propias opiniones sobre el problema de la consciencia. Los seis capítulos restantes son otras tantas reseñas para no especialistas publicadas en The New York Review of Books.
La ventaja de tal método es que uno puede, si lo desea, leer los libros comentados y sacar sus propias conclusiones. Los autores tratados son: Francis Crick, Gerald Edelman, Roger Penrose, Daniel Dennet, David Chalmers e Israel Rosenfield.
Valoración:
Ediciones Paidós. Barcelona. Septiembre, 2000. Título original: The mystery of consciousness (1997).
El fin último del libro queda claro en el título de la conclusión: «Cómo transformar el misterio de la consciencia en el problema de la consciencia»; y a esa tarea dedica el autor todas sus energía, en un intento de eliminar la visión oscurantista y acientífica de la consciencia para situar su estudio entre lo puramente natural, con la convicción de que el primer paso para obtener respuestas es saber plantear las preguntas correctamente.
La convicciones de Searle son claras: la consciencia existe (para lo cual invita al lector a pellizcarse el brazo y sentirse a sí mismo sintiendo dolor); la consciencia está producida por el cerebro de la misma forma que el estómago produce la digestión; la consciencia no es algorítmica (es decir, en nuestro cerebro no hay un programa de ordenador que nos hace consciente, opinión que le enfrenta a la Inteligencia artificial dura); las máquinas pueden pensar porque el cerebro es una máquina y piensa (lo que lo sitúa en el campo de la Inteligencia artificial débil); y la consciencia es irreductible (no puede explicarse en función de mecanismos menores, aunque está causada por estos, lo cual no quiere decir que no sea digna de investigación objetiva).
Así armado, procede a estudiar a los distintos autores y las tesis que defiende. Los que salen mejor favorecidos son Francis Crick, Gerald Edelman e Israel Rosenfield, porque estos estudian los mecanismos cerebrales y neurológicos con la esperanza de explicar la consciencia. Daniel Dennet, que niega la existencia de la consciencia, y David Chalmers, que dice que la consciencia es algo añadido al mundo y por tanto que no puede estudiarse de forma objetiva, son los que reciben más críticas.
En estos dos casos, Searle considera sus conclusiones contrarias al sentido común. La primera, porque considera evidente para cualquier ser humano que la consciencia efectivamente existe (de la misma forma que existe la puesta de sol, aunque ese hecho es fácil de explicar refiriéndose al movimiento de la Tierra alrededor del sol) y el segundo por su posición acientífica y retorno al dualismo cartesiano.
Penrose es la quizá la discusión más extraña, porque este autor niega siquiera la posibilidad de una máquina consciente cualesquiera refiriéndose a una supuesta teoría posible que supere a la cuántica y a la relatividad. Searle simplemente no acaba de entender qué tiene todo eso que ver con la consciencia humana, aunque recomienda el libro por su clara explicación del Teorema de Gödel y la mecánica cuántica.
La capacidad crítica de Searle, su visión racionalista y objetiva y su habilidad como escritor, hacen de este libro una lectura estimulante y agradable, y un más que adecuado punto de partida para explorar otros volúmenes sobre este tema apasionante; quizá la pregunta más importante que podamos plantearnos: ¿por qué somos conscientes?
Un tema que me encanta. Hace tiempo que leí el libro. Como tú dices, tiene la ventaja de abrir la puerta a más libros, entre ellos «la nueva mente del emperador», de Roger Penrose. La teoría de Penrose es, ciertamente, rara y extravagante, nadie se la cree y yo tampoco…microtúbulos cuánticos en el cerebro??? El libro tiene muchas ideas totalmente discutibles, por ejemplo eso que citas tú de usar el teorema de Gödel para explicar la conciencia, pero al menos es divertido e interesante. Me da la impresión de que Roger se mueve mejor en la matemática que en estos temas más psicológicos… quizás se vuelve un poco esotérico.
Y también el libro de Searle me dio a conocer a Daniel Dennett. Dennett es para mí el mejor, el que tiene las opiniones más razonadas y maduras. Viejo amigo de Dawkins, Hofstadter y otros grandes conocidos del género, tiene ensayos muy buenos (y un libro muy interesante sobre este tema: «la conciencia explicada», aunque algo pesado de leer a ratos). Dennett es el que, al menos a mí, más me convence. Da la impresión de que ha meditado, investigado y comprendido este tema más que nadie. Su bibliografía es muy recomendable, y yo diría que es el mayor experto en la conciencia en este momento (aunque como el mismo reconoce, ni él ni nadie tiene una respuesta clara sobre este tema) Acerca de lo que dice Searle sobre que «Dennett niega la conciencia»…es simplemente falso. Es una de esas típicas exageraciones, parodias que se hacen de las ideas de otros para hacerlas parecer ridículas: ¡¿Me está diciendo señor Darwin que mi padre es un mono?! Pues eso…eso es lo que hace Searle con las teorías de Dennett.
Lo dicho, un tema apasionante. El libro de Searle está bien, pero para mí es un autor muy conservador, «no se moja», y sus opiniones son muy superficiales, creo yo, no demasiado profundas. Creo que su mejor aportación es cuando expone su argumento de «la caja china» que plantea preguntas realmente interesantes.
Pues si el argumento de la habitación china es lo mejor que tiene apaga y vámonos. Es la clásica tontería ultra-simplificada que sólo convencería a alguien que ya esté totalmente convencido de que la IA es imposible.
Asi que el cerebro es una maquina.
Pero la consciencia existe.
Pero la IA es imposible.
Hmmmm …
Al final van a tener razon los exotericos o los vacios-cuanticos-micro-tubulares …
(lol)
Estoy contigo, Lan, por eso dije que el autor no me convencía en absoluto. Si consideras trivial el argumento de la habitación china, seguro que el libro te parecerá más trivial aún. Es precisamente un autor que rechaza abiertamente que un ser artificial pueda ser consciente (o en la terminología del autor, IA fuerte). Y más que dar argumentos a su favor, se dedica a rebatir a esos últimos, como puede.
@Pjorge: más que negar la posibilidad de conciencia en cualquier máquina, Penrose (y otros) argumentan contra la posibilidad de que la conciencia sea algorítmica. Un dispositivo físico no-algorítmico (como Penrose argumenta que es el cerebro) sí podría dar lugar a una conciencia. Gran parte de los argumentos que presenta van precisamente en la línea de ligar implícitamente lo que entendemos por consciencia o identidad con fenómenos cuánticos (decoherencia, no clonación, …)
@Antonio: Coincido plenamente en que Penrose es mejor matemático que psicólogo; ahora bien, si la hipótesis de la IA fuerte es cierta, la consciencia sería puramente matemática, por lo que Penrose tendría mucho que decir ;-). Más en serio, la conexión del Teorema de Gödel con la consciencia viene de bastante atrás. El mismo Turing la abordaba en su famoso artículo sobre la IA, y en mi opinión se desviaba del tema central, planteándola como cuestión de superioridad subjetiva del hombre sobre la máquina, en lugar de como limitación objetiva de esta última. Todo lo más deja caer que no está demostrado que no haya una limitacion análoga para la mente humana.
Bueno, Carlos, Searle niega que la consciencia sea algorítmica. En el caso de Penrose, no lo tengo tan claro. En cualquier caso, tu matización es muy válida. No se está negando la posibilidad de que una máquina llegue a ser consciente, sino que lo sea por métodos algorítmicos.
Sostener que la consciencia es no-computable es simplemente confundir la incapacidad de imaginar el algoritmo que la produce con la necesidad de su inexistencia. A no ser que se recurran a argumentos absurdos del estilo vitalista (es que el carbono es especial sabe usted…) no hay absolutamente ningún motivo para asumir por principio que sea cual sea el modo en el que funciona el cerebro éste no puede ser duplicado en un computador de propósito general. Dentro de muchos años cuando las IAs se dediquen a perder el tiempo en los foros de la Web 5.0 los muy respetables señores que sostenían semejantes magufadas serán vistos con la misma entrañable condescendencia con la que ahora vemos a las personas que veían (¡o ven!) como algo auto-evidente que la Tierra es plana, que es el centro del Universo o que la macro-evolución es imposible. Cada vez que alguien sostiene mediante complejas teorías que somos especiales en algún sentido lo más seguro es que: a) se equivoque b) Occam se revuelva en su tu tumba.
Ale, lo siento por el rant y a pasarlo bien 🙂
Lan, cuando dices que «no hay absolutamente ningún motivo para asumir por principio que sea cual sea el modo en el que funciona el cerebro éste no puede ser duplicado en un computador de propósito general», es evidente que es cierto, pero eso no es lo que se debate. Si el modo de funcionamiento del cerebro es algorítmico, por definición es simulable en una máquina de Turing. La cuestión es si lo es o no, y sobre esto hay objeciones serias (que luego podrán demostrarse falsas o no), que no son reducibles a la falta de imaginación de alguien. Cambia en tu frase inicial «la consciencia» por «un algoritmo exacto para el TSP», y «no-computable» por «de complejidad no polinómica». ¿Serías igual de optimista en ese caso?
En mi opinión comparar la computabilidad de la consciencia con una solución polinomial del TSP es falaz porque mientras que una solución polinomial del TSP es algo jamás visto existen ahora mismo 6.000 millones de «máquinas» conscientes en el planeta (más si incluyes a monos, delfines y políticos), y asumir que su funcionamiento es no-algorítmico es un salto de fe injustificado e innecesario. No lo veo muy diferente a atribuir los fenómenos naturales a diversos Dioses porque no se comprende su funcionamiento. ¿Explicaban los Dioses los fenómenos? Seguro ¿Añadían un innecesario nivel adicional de complejidad? También. A estas alturas deberíamos saber que dar explicaciones fantásticas sobre fenómenos que no se comprenden es la receta ideal para parecer un cantamañanas unos cuantos siglos más tarde.
De cualquier forma me encantaría una lista de las supuestas objeciones «serias» a la IA fuerte, todo lo que he leído hasta el momento son siempre variaciones sobre el mismo tema que estamos comentando.
Y por cierto, me parece que te contradices en tu comentario o es que yo me explico mal. Si lo que yo he dicho es «evidentemente cierto» entonces es que no hay ningún motivo de peso para, a priori, creer en la no-computabilidad de la consciencia (y es exactamente lo que debatimos :-))
Lan, cuando digo que lo que afirmas es «evidentemente cierto» estaba expresando eufemísticamente que es una tautología 🙂 . «Sea cual sea el modo en el que funciona el cerebro» incluye el caso en que ese funcionamiento sea algorítmico, por lo que la consecuencia está contenida en la premisa.
Dices que rechazar la tesis de la IA fuerte es cuestión de falta de imaginación, pero sin embargo rechazar P=NP con el mismo argumento es cuestión de realismo. Más aún, dado que hay 6000 millones de personas, al parecer se sigue que la consciencia es algorítmica, salvo salto de fe injustificado. Lo siento, pero no es así. La carga de la prueba está en el que afirma, ya sean soluciones polinómicas para un problema NP-completo, algoritmos conscientes, o los hombres verdes de las neveras.
Tanto por este comentario tuyo como por el anterior, parece traslucir que lo que te preocupa es que la negación de la IA fuerte suponga darle algún status sobrenatural al hombre. Si es eso, la preocupación es totalmente infundada, ya que creo que ha quedado clara que el debate se plantea en términos de modelos de cómputo, no de cuestiones teológicas. Si quieres ver las objeciones que se han planteado a la IA fuerte, el artículo de Turing «Computing machinery and intelligence» es un buen punto de partida. De las objeciones ahí consideradas, muchas son hombres de paja que Turing derriba con facilidad razonando el términos más o menos generales. Las serias son aquellas en las que Turing baja el listón, y se limita a consideraciones relativas al juego de la imitación. Saludos.
Si la consciencia fuese no computable no podría ser emulada en una máquina de Turing, pero no hay ningún motivo a priori para asumir que esto es así. Es lo único que mi frase pretendía decir y no creo que sea una tautología: no creo que haya ningún motivo para asumir a priori que la consciencia no es un proceso algorítmico y por lo tanto implementable en un ordenador de propósito general. Mejor? 🙂
Estás de acuerdo en que el comportamiento de una ameba es algorítmico? El de un pez? El de un pájaro? Seguramente sí. El de un mono? El de un humano? No lo sabemos, pero en mí opinión la carga de la prueba reside en el que realiza afirmaciones extraordinarias estilo Penrose en vez de asumir por defecto que el comportamiento consciente es algorítmico pero extremadamente complejo. Lo mismo pero diferente: dos personas no comprenden el comportamiento de las leyes físicas en los primerísimos momentos del Big Bang. Una propone le existencia de un Ser Superior que crea el Universo en esos momentos y que no necesita seguir ningún tipo de reglas (postura no-computable). La otra dice simplemente que no sabe cómo ocurre pero que seguramente es perfectamente explicable (postura computable). En mi opinión la carga de la prueba reside en la primera, no en la segunda.
Con las objeciones a la IA fuerte me refería a algún tipo de desarrollo «moderno» sobre el tema (Penrose, Searle y similares). Conozco el artículo de Turing y coincido básicamente en su respuesta a la tercera objeción. Mi principal crítica sobre este tipo de gente es que utilizan argumentos falaces o absurdos para demostrar la imposibilidad de la IA fuerte para a continuación lanzarse de cabeza a explicaciones fantasiosas sobre cómo funciona realmente la consciencia humana. No puedo evitar ver las similitudes entre el debate evolucionista-creacionista.
Lan, la reformulación de tu frase ya no es tautológica; el problema es que sí hay motivos a priori: hay muchas más funciones no computables que funciones computables, por lo que la suposición por defecto no tiene por qué ser que una cierta función aún no formulada es computable.
No hay nada de extraordinario en esto, ni de sobrenatural en ninguna estructura matemática. No-computabilidad no significa magia o fantasía, sino simplemente pasar a un marco computacional diferente, y a diferencia de muchos modelos de hipercomputación, en el caso que nos ocupa con constancia de su realidad física. E insisto en relación a la carga de la prueba: si la tesis de la IA fuerte es cierta, existe una prueba constructiva. Si es falsa, puede haber una refutación matemática o puede no haberla. Hay quien trabaja para alcanzar la prueba constructiva, y quien lo hace en encontrar la refutación, pero el único que tiene garantizado encontrar la solución de estar en lo cierto es el primero. Saludos.
Hasta donde yo lo veo las dos (o tres) formulaciones de mi frase dicen exactamente lo mismo, pero no es que sea precisamente importante…
Que la mayor parte de las funciones sean no computables no me parece motivo suficiente para afirmar que a priori la consciencia humana es no computable. Mi argumento, como ya he comentado, es que me parece obvio que el comportamiento de la mayor parte de los demás seres vivos es perfectamente computable, así que soy receloso por naturaleza de la introducción gratuita de casos especiales (hey, vicios de informático!). Si me apuras hasta me parece evidente que el algoritmo de nuestra consciencia está entero en nuestro ADN y que esta discusión entera es una tontería, pero quizá haya buenos contra-argumentos para esto.
Obviamente la no-computabilidad no es sobrenatural, pero nunca he leído ninguna descripción plausible de un hipercomutador que no sea «crank science». Puedes darme ejemplos de hipercomputadores que realmente no sean reducibles a máquinas de Turing y que teóricamente pudiesen servir de base al funcionamiento del cerebro?
Por cierto, tu último razonamiento me parece muy similar al de la cuestión ateismo/agnosticismo cambiando «IA fuerte» por «Existencia de Dios». ¿Tienes la misma postura sobre ese tema?
De cualquier forma, un placer charlar contigo, me agregaré tu blog al feed 🙂
Lan, vale, entiendo tu línea argumental al considerar un continuo entre diferentes seres vivos a lo largo de su evolución. Parece razonable que los eslabones inferiores de la cadena puedan ser descritos en términos algorítmicos (o si no, al menos de manera indistinguible a nuestros ojos), y que la consciencia sea un fenómeno emergente a partir de cierto umbral de complejidad. Esto último me parece innegable, aunque no estoy del todo seguro de la naturaleza cualitativa de esa complejidad. Básicamente, puede trazarse una analogía con la miniaturización de los componentes electrónicos. A partir de cierto nivel, empiezan a surgir fenómenos cuánticos que eran despreciables anteriormente. En la industria se intenta aprovechar esos fenómenos, o al menos mantenerlos bajo control de manera que los dispositivos funcionen según las especificaciones. Sin embargo, el camino que puede tomar la evolución natural no está sujeto a este tipo de limitaciones. Esto no quita para que efectivamente sea posible que no haya nada intrínsecamente no-algorítmico en el cerebro.
Sobre hipercomputación, modelos matemáticos hay muchos, pero por supuesto modelos físicos es harina de otro costal. Hace falta un mayor conocimiento de las leyes físicas a muy bajo nivel, para ver si es posible generar y manejar números reales no computables. Si por ejemplo resulta que algo como la gravedad cuántica de bucles es una descripción ajustada de la realidad final, y todo, incluyendo el espacio y el tiempo es discreto, entonces es muy posible que la tesis física de Church-Turing sea cierta, y todo fenómeno físico (incluyendo la consciencia) sea computable. Hay un survey muy bueno sobre el tema de Toby Ord ( http://arxiv.org/abs/math/0209332 ).
En realidad si te fijas mi postura sobre la IA fuerte es de agnosticismo débil. De hecho, confío en que se pueda tener una prueba en un sentido o en otro en algún futuro cercano. La cuestión religiosa es diferente, fundamentalmente por la aparente no falsabilidad de la misma.
Igualmente es un placer charlar contigo. Nos leemos. Gracias y un saludo.
Esta interesante la discusión. A ver si pongo lo de suscribirse a los comentarios…
¿Eso es porque tú lo dices, o hay alguna razón de peso?
Amigos, no se escribe «consciencia», se escribe «conciencia».
Como no sea por economía (porque ahorras una ese)…
Lan ha escrito
«me parece evidente que el algoritmo de nuestra consciencia está entero en nuestro ADN y que esta discusión entera es una tontería»
Mmmm… ¿no pensaste en ofrecer tus servicios como ‘proveedor de evidencias’ al proyecto Genoma Humano? Se habrían cotizado a precio de oro.
Yo, que soy mas modesto, soy incapaz de ver cosas «evidentes» que tampoco sé muy bien que pintan aquí; por ejemplo, la relación de esta discusión con el debate evolucionismo/creacionismo. Y creo que mostrar que esto no tiene nada que ver, puede también ayudar a entender lo que Searle no entiende: la relación de las investigaciones de Gödel con la conciencia.
Por de pronto, Penrose y su gente no hablan de una física «sobrenatural», sino de teorías físicas que quizás resuelvan problemas que no están resueltos en las teorías actuales; y por cierto, no afirman que cuenten con esas teorías, sino que son líneas de investigación por desarrollar. No contraponen la física vigente con ningún relato religioso, sino con teorías nuevas que jugarían en el mismo terreno de juego -debate racional- que las actuales -y que la defensa de los modelos computacionales de la conciencia-.
¿En que medida esa teoría física nueva estaría relacionada con resolver el problema de la conciencia? Para Gödel, la conclusión sobre la incapacidad de la mente humana para superar las capacidades de una máquina fínita -o, lo que es lo mismo, de un sistema formal- pasa por alto que «la mente, en su uso, no es estática, sino que se desarrolla constantemente… aunque en cada etapa de su desarrollo el número de los estados posibles de la mente es fínito, no hay razón para que ese número no converja hacía el infinito en el curso de su despliegue». Naturalmente, la afirmación de que la mente se desarrolla constantemente debe respaldarse en el estudio de la mente misma; es en el estudio cientifico de la mente donde se podrá comprobar ese crecimiento. Se postula una capacidad: igual que pueden demostrarse proposiciones indemostrables en una teoría desarrollando una teoría más compleja, puede la mente superar las limitaciones de cualquier simulación computacional.
Pero la prueba de que vale para la mente lo que vale para los sistemas formales no puede ser matemática, sino relativa al estudio de la naturaleza. Es aquí dónde entrarían teorías fisicas nuevas, de las que Penrose espera además -por reflexión sobre su previsible estructura matemática- que puedan matar dos pajaros de un tiro: resolver cuestiones obstinadamente abiertas en física y dar cuenta de estas cuestiones sobre la mente.
Naturalmente, la carga de la prueba de ese doble efecto está en Penrose. Pero mientras él asume esa carga, igual que otros asumen la de demostrar que la mente se reduce a simulación computacional, no queda muy correcto lanzar afrentas del tipo de «es un creacionista emboscado». Entre otras cosas, porque así se cambia el debate cientifico por el debate personal, que es precisamente la especialidad de los creacionistas. Aparte, quedaría muy feo suponer que una teoría física es irracional simplemente porque no justifica la complicidad que sentimos respecto a nuestros juguetes favoritos.
El propio Gödel sí que tenía creencias religiosas subyacentes -como Newton-, si bien nunca las trajo a colación en sus argumentaciones, que pueden estudiarse independientemente -como las de Newton-. De hecho, planteó un punto de vista que va más allá de «mente computable» -» mente no computable»: según él, una mente humana computable nunca podría saber que es computable -una tesis más conectada a su propia investigación sobre sistemas formales que la anterior-. Entonces, ¿la Inteligencia Artificial puede aumentar nuestro conocimiento sobre el ser humano?
Crick (La búsqueda cientifica del alma), sobre conciencia/consciencia:
«… suelo usar conciencia -por ejemplo en ‘conciencia visual’- para algun aspecto concreto de la consciencia. Hay filósofos que distinguen entre ambs términos, pero no hay acuerdo general… suelo decir ‘consciencia’ cuando deseo sobresaltar a mis interlocutores, y ‘conciencia’ cuando deseo no hacerlo»,
En toda la discusión –interesante por cierto– se ha obviado a uno de los pensadores más originales que ha dado la ciencia en los últimos años y uno de los libros que uno tendría que tener a mano cada vez que discute este tipo de cosas: La fábrica de realidad de David Deutsch. Delineado así muy rápidamente el argumento de Deutsch viene de una analogía formal entre sistema físico en evolución y computación. Así, un sistema físico en evolución no es más que una computación que se está realizando por un hardware que no es más que el propio sistema físico. Puede discutirse si un subsistema físico puede hacer una simulación infinitamente precisa del sistema físico completo. El argumento de Deutsch es que si el universo es comprensible de alguna manera eso tiene que ser así, y de hecho cualquier sistema físico debería ser capaz de simular a cualquier otro –lo que es una versión fuerte del principio de la conjetura de Church-Turing.
Incluso en una versión débil que sólo permitiera a un subsistema físico hacer una simulación hasta cierta precisión del sistema físico que queremos simular, lo que está bien claro es que el cerebro no tendría que ser ningún problema, puesto que el límite físico de capacidad de computación del cerebro es del orden de unos 10²³ ips –aunque una estimación realista baja mucho los números a 10¹7 y probablemente a 10¹4– mientras que el límite físico de un sistema de 1 kg de materia en la situación más exótica puede llegar a tasas de 10^51 ips.
Con esos números a mi me parece relativamente obvio que si uno no plantea hipótesis más allá de que estamos hablando de un sistema físico –sea lo que sea la consciencia– una vez simulas el cerebro tendrás todos los procesos que en éste se generan-
Por otro lado, las evidencias en neurología de los últimos años indican que la consciencia como entidad separada de los procesos automáticos estímulo-respuesta es difícil de justificar desde el punto de vista experimental, como comentaba en la entrada de mi blog
Por todo ello coincido básicamente con Lan
saludos
@Perez Poch: la descontextualización de mi comentario sobre el ADN es tan burda que casi dudo que merezca más respuesta. Como ya he dicho es muy posible que existan argumentos en contra perfectamente válidos, pero no me parece totalmente evidente que el proceso que transforma nuestro ADN en un ser humano no sea algorítmico y que el resultado final no sea por derecho un ser inteligente.
Lo he dicho antes, pero lo repetiré: para mí el punto en donde fallan todas las postulaciones contra la IA fuerte es en el salto de «Es evidente que la mente humana supera las limitaciones de una máquina de Turing. Por lo tanto propongo el siguiente método como base de su funcionamiento…». Comprendo que sea muy sencillo pensar que la primera afirmación es cierta y caer en el primer juego de manos que algún pro-hombre proponga para demostrarla, pero al final todo se reduce a lo mismo: se debe de aceptar que en el caso de los seres humanos, contrariamente a lo que nos dicta la intuición y el «sentido común», la consciencia es una propiedad emergente de las neuronas cuando éstas se disponen en estructuras jerárquicas de complejidad creciente. No existe ninguna explicación extraordinariamente compleja en el último microtúbulo cuántico, ningún mago detrás de la cortina que piensa por nosotros. Todas los componentes de nuestra consciencia son simples, comprensibles y fácilmente simulables, y al juntarlos de cierta forma la consciencia emerge. Por supuesto el modo en el que esto se hace *no* es sencillo o intuitivo, o ya habría sido descubierto hace mucho.
Comparo este debate con el debate del creacionismo porque pienso que muchos de los que atacan la IA simplemente se agarran con uñas y dientes, como siempre se ha hecho, al último atisbo de trascendentalidad que hay en nosotros. Aquí, igual que allí, es imposible demostrar la falsedad de sus afirmaciones, pero de igual forma pienso humildemente que ellos se equivocan. Esto es sólo una opinión personal, pero siento que el verdadero espíritu científico consiste en buscar constantemente cómo funciona algo, o en última instancia el porqué. Cuando alguien dedica todos sus esfuerzos a demostrar por qué algo NO es posible o NO es de determinada forma forma, sin que exista causa justificada para asumir lo contrario, suele basarse en la necesidad de defender una idea basada en un prejuicio. Las tesis anti-IA son tan exitosas porque simplemente refuerzan las prejuicios de la gente sin necesidad de proponer alternativas juiciosas, mientras que las teorías sobre el funcionamiento algorítmico de la mente parten, como siempre lo hace la ciencia, de la incredulidad, la inseguridad y el ridículo.
En fin, lo voy dejando ya, que las discusiones por Internet son como las guerras nucleares. Sólo los idiotas creen que sirvan para algo 🙂
Todo lo que dice Lan en su manifiesto de retirada está muy bien, pero no tiene nada que ver con los autores de los que estamos hablando.
La descontextualización que hace de los planteamientos de Penrose es tan burda -y reitera tanto los planteamientos de su victimista escuela: ¿cuál es «el éxito» que hay que explicar?- que merece la pena que alguien intente recontextualizarla.
Después de todo, yo ni quito ni pongo rey en la cuestión de si Penrose o Gödel han «demostrado» que la conciencia es algoritmica o no; pero sí que lo pongo en el hecho de que el tema de sus escritos es ese, y no «la trandescentalidad del ser humano». Es curioso que frente a argumentos -no apelaciones a la evidencia- se prefiera imputar a quienes les proponen no sé que intenciones, en vez de discutir los argumentos en sí mismos. Porque Lan se queja de que siempre se dice lo mismo, pero no lo discute; yo también me quejo de no encontrar más argumento que «algún día habrá computadoras que chateen en internet, y se sabrá que teniamos razón».
Si de éxito hablamos, habría que hablar del éxito de esas presuntas refutaciones de Penrose apelando a «la navaja de Ockham», tan reiteradas en Internet (por cierto, Lan, yo no empece esta guerra nuclear, cada quien tiene que asumir sus responsabilidades): deduzco que esos navajeros que acusan a Penrose y su gente de «multiplicar los entes sin necesidad » ya han conseguido una teoría que una los cabos sueltos de las distintas teorías físicas contemporaneas -y sin apelar a multitud de dimensiones extras- y dar cuenta de por qué las constantes físicas son las que son, y por ello no considerar necesario explorar nuevos caminos. Penrose no sostiene tanto que somos «especiales en algun sentido» -no computacionales-, como que es necesario un replanteamiento de las leyes de la física. O sea, que no sólo tiene una visión muy rara del ser humano sino de todo el Universo: algo bastante perverso, pero esa visión la defiende dentro de la ciencia, no cuestionando su autoridad en nombre de no sé qué transcendencias.
Si entramos en el terreno de las apelaciones a «la incapacidad de pensar» de los que no piensan como nosotros para zanjar los debates, hemos acabado con la discusión racional; igual que se dice de los críticos de la IA que «son incapaces de imaginar un mecanismo…» se puede decir que los críticos de los críticos son incapaces de imaginar un progreso en física. Algo que por cierto Penrose intenta, pero no afirma haber alcanzado.
Más que situar a Penrose en la estela de los creacionistas, lo suyo es situarle en la estela de la recuperación de la actitud filosófica presocrática, que proponia Schrödinger -quería recuperar una cita de Schrödinger sobre el tema, pero no encuentro mis notas y no puedo consultar sus ensayos; ¿alguien la tiene?-. No entro en sí Penrose tiene más razón que Deutsch, sino en que ambos -Deutsch por lo que sé- buscan integrar los distintos ámbitos de conocimiento en un ámbito cosmológico. Esa es la actitud, y no la defensa gremial de los que trabajan en IA.
Las reacciones surgen cuando en este proceso se cuestionan resultados de disciplinas aisladas. Un marco cosmológico no pasa por sumar todas las ciencias, sino por buscar su coherencia aunque eso exija replantearse los fundamentos de disciplinas aisladas. Es de este pie del que cojea Searle -y de ahí su incompresión de Penrose-; para él la física actual «está perfectamente» (de hecho, su visión de la naturaleza en «El recescubrimiento de la mente» es Newtoniana, concediendo que las particulas, cuando están en el jardin de infancia de las pequeñas escalas, hacen travesuras, pero que a escala humana y cósmica se vuelven responsables). Searle es filósofo de formación y por ello la timidez matemática le lleva a integrar sus reflexiones en un marco recibido; pero Penrose no tiene porque sentir esa timidez, y por ello se plantea revisar el marco.
Todos tenemos timideces por nuestra formación. Así, podemos sostener con mucha alegría que los animales (humanos incluidos) son computacionales o meras funciones de estimulo-respuesta -«como está establecido»-. Claro, que si la respuesta es establecer la indecidibilidad de la teoría de grupos, o el concepto de singularidad, o tener competencia para manejar pronombres anafóricos, ¿cuál es la pregunta?
Y por cierto, dedicar los esfuerzos a demostrar que algo no es posible no es algo anticientifico, a menos que consideremos la reducción al absurdo algo anticientifico -una postura que se reduce al absurdo a sí misma…-.
Qué interesante. No recuerdo una discusión así en esta bitácora. Lo estoy pasando de fábula.
Razón de más para rescatar viejos escritos, queda claro.
Ayer había escrito una parrafada aquí y en otro post y por errores del proxy nunca se enviaron.
Viendo lo que hay prefiero no ponerlo y seguir leyendo, que dificilmente podría mejorar lo que está cociéndose.
@Pérez Poch: es obvio que yo he empezado la guerra nuclear, y por lo tanto en cierta forma me estaba llamando idiota a mí mismo por empezar este tipo de discusiones que, aunque interesantes, probablemente no llevan a ninguna parte.
Sobre el espíritu anti-científico, descontextualizas de nuevo, yo digo que es anticientífico centrarse en demostrar un negativo cuando *no* hay ninguna razón de peso para suponer a priori que el negativo debe ser cierto. Los navajeros de la teoría de cuerdas y demás zarandajas tienen excelentes razones para multiplicar los entes, ya que la mecánica cuántica y la relatividad general simplemente son incompatibles, haciendo una teoría unificadora necesaria (sobre el éxito o falta del mismo de la teoría de cuerdas cada uno tendrá su propia opinión. Yo lo calificaría de «notable»). Penrose, sin embargo, no tiene ninguna razón de peso, y el hecho de que sus modelos de hipercomputación no se sostengan (ver Tegmark) sólo hace el tema más sangrante. Sólo pido argumentos concluyentes que demuestren la imposibilidad de que la mente humana sea reducible a una máquina de Turing. La pregunta es: ¿qué hechos mueven a esas personas a considerar necesarios avances revolucionarios en el campo de la física para poder explicar la consciencia humana?
¿Qué puedo añadir que no se haya dicho ya? ¿O que sí se haya dicho? (Perdón por la tontería, esto es sólo para suscribirme.)
Supongo que Lan no encuentra ninguna validez en los argumentos de Penrose en «Las sombras de la mente» (ed. Crítica, 1996); estoy de acuerdo en que la crítica de Tegmark es seria, pero yo no diría que es devastadora, pues no se dirige al núcleo del argumento. Hay una página de internet en que Penrose desarrolla más su argumentación y a la que remito, aunque me permito una introducción.
El caso es que el camino, en Penrose, no va de la conciencia a la física, sino de la física a la conciencia. Hablar de ‘La nueva mente del emperador’ no sería más que un aperitivo para hablar del tema de su último libro -que no he leído-, «El camino a la realidad: una guia completa de las leyes de la física» (Debate, 2006). En realidad, sus razones son las mismas que las de los teóricos de cuerdas -resolver incompatibilidades entre teorías físicas-; por cierto, parece que Witten ha publicado trabajos donde asume algunos conceptos de Penrose, y por recierto, si Penrose necesitase ser afeitado por la navaja de Ockham, los de cuerdas necesitarían la depilación a la cera. En todo caso, por intención y motivación, no cabe contraponer a los de cuerdas y Penrose, y tan motivados -o inmotivados- son unos y otros.
Vladimir Arnold alegaba que los matemáticos del siglo XX tenían un problema de justificación social; no podían pretender justificarse con sus teorías, pues eran demasiado sofisticadas para captar el interés del público. Él creía que esa era la causa de que muchos matemáticos publicasen libros con extrapolaciones filosóficas y sensacionalistas aparentemente basadas en teorías matemáticas y físicas avanzadas: teoría de catástrofes y sociedad, principio cuántico de complementariedad y sociedad… Aunque esas extrapolaciones fuesen algo arbitrarias, doraban la pildora.
No creo que los pensamientos de Penrose sobre la conciencia tengan una base sólo aparente, pero sí que son el ingrediente agradable, vendible, de la medicina, en una estrategia parecida a la de Arnold: al menos, es más fácil interesar en la conciencia que en la topología diferencial. La conciencia sería un ejemplo de incomputablidad al alcance de todos los públicos, pero el tema es la incomputabilidad en la naturaleza (lo confiesa en varias partes de «Sombras»). No es tanto que la conciencia sea incomputable, como que la conciencia manifiesta lo incomputable -lo no equivalente a una máquina de Turing- en la naturaleza.
Para justificar -que no confirmar- esta conjetura, Penrose no apela a la introspección o a la complejidad, sino a las características del pensamiento matemático -«Lo que tengo en mente se basa en ciertos tipos de actividad matemáticamente exacta que puede demostrarse que están más allá de la computación»-. Aquí pone en juego su interpretación de los teoremas de Gödel -que ofrecen una posibilidad lógica a la que la física debería un respaldo ulterior-, y, de paso, empieza la fricción con la IA. Empieza, siempre y cuando aceptemos que la IA no es sólo ingeniería, sino matemática teórica: todos los programas son teoremas -proposiciones matemáticas-, pero está por ver que todas las proposiciones matemáticas sean teoremas -programas- (es decir, que la IA esté en lo cierto).
El tema de cómo la IA no se puede aplicar al pensamiento matemático es el de la primera sección de sombras, y vuelve en esta discusión de Internet; la sección 3 del artículo de Chalmers y los parágrafos 2, 3 y 4 de la réplica de Penrose abundan en el asunto. En base a estas conclusiones, ni diez ni mil modelos computacionales de parcelas de conducta humana son contraejemplos del carácter no computacional de la naturaleza -igual que todos los proyectiles, misiles, etc, no son confirmaciones de la validez universal de la mecánica de Newton-; del mismo modo, la posible falta de evidencia neurológica no ha de tomarse como una objeción fatal, sino momentánea -igual que el perceptrón y sus fracasos no fueron objeción a ciertas líneas de IA-.
Puede alegarse que con tanto vaivén entre naturaleza, matemática y conciencia, podemos perder el pájaro en mano de los modelos físicos y programables disponibles, y que la única base seria para la extrapolación es la investigación confinada en ellos. Es cierto que la ciencia, si es ciencia y no pornografía, no puede basarse sólo en especulaciones globales. Pero también es cierto que si queremos extrapolar con rigor -y extrapolamos cuando aceptamos la tesis de la IA fuerte, diciendo «todos somos máquinas»- hay que plantearse las cuestiones de fundamentación que llevan a Gödel.
¿En serio ves algún tipo de validez en La Nueva Mente del Emperador? A lo mejor con la edad se me pudre el cerebro, pero si diría que el libro asume como tesis que el problema de la parada demuestra que la mente humana está más allá de al computabilidad. Sin pruebas claro. Pequeño ejercicio (que se comenta, al menos en mi universidad, en los primeros días de teoría de la computación): escriba un programa que se pare al encontrar un número que no sea suma de dos primos (Conjetura de Goldbach). ¿Puede tu supuesto cerebro no-algorítmico decirme *con seguridad* si ese programa se parará o no? ¿Qué te hace pensar que eres intrínsecamente más capaz de dar una respuesta a esa pregunta que cualquier algoritmo? Al menos reconoces de forma velada que todo el tema de la consciencia es una treta de Penrose para vender tochos infumables, con lo que me siento ligeramente vindicado. Te recomiendo a Dennett o a Hofstadter, sus libros son amenos y más honestos 😉
¡Me parece bien que nos planteemos las cuestiones fundamentales que implica el Teorema de Gödel a la cuestión de la consciencia humana! Expón claramente una tesis refutable que se derive de los dos teoremas y que aplicado a la cuestión de la mente nos lleve a asumir la imposibilidad de su computabilidad. Con un poco de suerte harás a los comentarios de pjorge.com universalmente famosos.
Yo disfruto mucho leyendo a Penrose, Dennett y a Hofstadter, más que nada porque me gusta que me digan otras cosas. Sin embargo, el último libro de Hofstadter me está pareciendo un poco/bastante tramposo.
El último de Hofstadter me acaba de llegar de Amazon y todavía no ha caído, pero sí que es cierto que las reseñas no son espectaculares. Sin embargo GEB me sigue pareciendo la introducción más brillante y amena a Gödel, la IA y otros 50 temas igualmente fascinantes, así que seguimos teniendo a Hofstadter en alta estima 🙂
¿Hay premio por llegar a 50 comentarios?
Digamos en que nos diferenciamos en que yo tengo a GEB en alta estima 🙂
Por partes:
1. No he dicho en ningun caso que Penrose utilice el tema de la conciencia para vender tochos infumables, he dicho que lo utiliza como introducción a su enfoque en física. Que su enfoque en física dé lugar a tochos infumables es una cuestión posterior.
2, Que la conciencia humana sea no computable no significa que se dedique a hacer numeros de adivinación. Puedo admitir una crítica a Penrose: de los resultados de Gödel cabe inferir un dilema, y Penrose infiere como conclusión una de sus partes. El dilema es: o hay cuestiones matemáticas absolutamente indecidibles para la mente humana, o la capacidad de la mente humana transciende la capacidad de cualquier sistema formal DADO -si la IA fuese cierta, habría un sistema formal dado que límita la mente humana-. Lo segundo no se revela mediante resolución de problemas por intuición, sino en las opciones que se toman en la construcción de jerarquías de sistemas formales. La opción por un bloque u otro del dilema depende de la propia opción por enfoques del trabajo matemático -digamos constructivismo o platonismo-; ahora bien, un enfoque que se quedase en la primera opción no podría resolver determinadas cuestiones topológicas requeridas para la unificación de las leyes de la física -dice (decia en 1996) Penrose, que no yo-.
3. En todo caso, he remitido a un enlace de internet donde Penrose desarrolla su argumentación mas por extenso en línea de 2. Siempre con riesgo de acelerar la putrefacción del cerebro de Lan. No sé porque te lo saltas y me pides «tesis refutables» que dices no encontrar en una obra anterior (La nueva mente) menos elaborada, por cierto trayendo a colación una epistemología popperiana un tanto trasnochada.
4. En cuanto a Hofstadter -y esto es una respuesta de memoria-, yo diría que reconoce la validez de las conclusiones de Penrose para un determinado modelo de IA, para a continuación declarar que dicho modelo ha quedado obsoleto por investigaciones posteriores. Lo cual no me remite a una «refutación» de Penrose, sino a irse por ramas distintas a las que se va Penrose: irse que no es por el camino de una tesis refutable, sino de construcción de modelos en el marco del propio nucleo teórico. Nucleo que aún así, si no me equivoco, sigue siendo rehen del marco de la no unificada física actual.
Me doy cuenta de que he usado la terrorifica expresión «platonismo». Antes de recibir la tópica reprimenda, dire que uso «platonismo» como término coloquial para referirse al enfoque que podría llamarse más bien «objetivismo», siguiendo a Gödel y al albacea filosófico de Gödel, Hao Wang. Este término quizás tiene la ventaja de que no sugiere un compromiso con toda la filosofía de Platón, sino sólo con una determinada tesis de filosofía de las matemáticas, aunque caben muchas interpretaciones del mismo.
Otra forma de marcar las opciones la debemos a Hao, en sus «Reflexiones sobre Gödel». Contrapone a Gödel y Turing en tanto que Gödel ponía énfasis en las proposiciones, mientras que Turing ponía énfasis en los problemas. Por cierto, Hao no es precisamente amigo de las extrapolaciones de los teoremas de Gödel a la filosofía de la mente.
Sobre objetivismo: http://www.saint-andre.com/thoughts/wang-godel.html
@Perez Poch:
1. Qué poco sentido del humor 🙂
2,3: Excelente, en este tipo de postura podríamos estar de acuerdo. Tendré que leerme el texto de 1996, aunque la conclusión de Penrose me parece osadísima de buenas a primeras (si bien cierto es que recaería totalmente en un campo en el que él sí es un experto indiscutible). Popper estará trasnochadísimo, pero a algunos no les haría mal refrescarlo…
4: No me considero un experto en Hofstadter, pero no recuerdo semejante cosa. ¿Qué libro o texto citas?
Suena bien Hao, y coincido en su reparo a la alegría con la que algunos aplican Gödel a ciertos temas. A la pila.
Al texto de Hofstadter me pondré entre hoy y mañana: por cierto, debería haber escrito «Gödel», no «Penrose».
Como no voy a poder estar muy pendiente de este hilo a partir de la semana que viene, querría recordar el origen de mis intervenciones: explicar por qué Penrose tiene algo que ver con el tema de la conciencia, cosa que Searle dice no entender. Searle ha sostenido en muchos sitios que hay cosas que un ciudadano del siglo XX «no puede poner en duda» a la hora de hacer afirmaciones sobre el mundo, y una de ellas es que se compone de partículas. Evidentemente, el tema de la física es algo mucho más profundo que clasificar partículas, tiene que ver con la estructura matemática de la realidad. Es posible que el neurologo no tenga que asomarse a estas honduras, pero asomarse a ellas exige poner en juego la reflexión sobre nuestra competencia matemática, y ello a las reflexiones sobre los teoremas de Gödel; el caso es que esta reflexión tiene consecuencias para lo que pensemos sobre IA y por tanto sobre la mente y la conciencia.
Después de haberme dedicado a pontificar sobre Penrose no me voy a poner a pontificar aquí sobre los méritos y deméritos del argumento de la habitación china, pero advierto de paso que no forman parte del mismo saco que los argumentos de Gödel/Penrose.
Por el camino, nos hemos visto en una discusión sobre IA en la que me temo que el pobre Searle se ha quedado a verlas venir.
Mi observación sobre Popper no se refiere a sus comentarios edificantes sobre lo bueno que es ser racional -que doy por aceptables- sino a aspectos técnicos de su semántica de las teorías científicas y el papel que concede a los experimentos cruciales en la filosofía de la ciencia. Por cierto, ¿qué pensaba Popper de la inteligencia artificial?
Douglas Hofstadter, introducción a la edición revisada de Gödel’s proof/ Ernst Nagel y James N. Newman. – 2001, New York University Press
Ever since Go¨del, it has been realized how subtle and deep the art of mathematical thinking is, and the once-bright hope of mechanizing human mathematical thought starts to seem shaky, if not utterly quixotic. What, then, after Go¨del, is mathematical thinking believed to be? What, after Go¨del, is mathematical truth? Indeed, what is truth at all? These are the central issues that still lie unresolved, seventy years after Go¨del’s epoch-
making paper appeared.
In their “Concluding Reflections,” Nagel and Newman argue that from Go¨del’s discoveries it follows that computers—“calculating machines,” as they call them—are in principle incapable of reasoning as flexibly as we humans reason, a result that supposedly
ensues from the fact that computers follow “a fixed set of directives” (i.e., a program). To Nagel and Newman, this notion corresponds to a fixed set of axioms and rules of inference—and the computer’s behavior, as it executes its program, amounts to that of a
machine systematically churning out proofs of theorems in a formal system.
This mapping of computer onto formal system takes the term “calculating machine” very literally—that is, a machine built to deal with numbers and arithmetical facts alone. The idea that such machines by their very nature should churn out sets of true statements about mathematics is seductive and certainly has a grain of truth to it, but it is far from the full vision of the power and versatility of computers.
… When Nagel and Newman were composing Go¨del’s Proof, the goal of getting computers to think like people—in other words, artificial intelligence—was very new and its potential was unclear. The main thrust in those early days used computers as mechanical instantiations of axiomatic systems, and as such, they did nothing but churn out proofs of theorems. Now admittedly, if this approach represented the full scope of how computers might ever in principle be used to model cognition, then, indeed, Nagel and Newman would be wholly justified in arguing, based on Go¨del’s discoveries, that computers, no matter how rapid their calculations or how capacious their memories, are necessarily
less flexible and insightful than the human mind.
… The point of these two examples [redes neurales y el programa AM de Douglas Lenat] (and I could give many more) is that human thinking in all its flexible and fallible glory can in principle be modeled by a “fixed set of directives,” provided one is liberated from the preconception that computers, built on arithmetical operations, can do nothing but slavishly produce truth, the whole truth, and nothing but the truth. That idea, admittedly, lies at the core of formal axiomatic reasoning systems, but today no one takes such systems seriously as a model of what the human mind does, even when it is at its most logical. We now understand that the human mind is fundamentally not a logic engine but an analogy engine, a learning engine, a guessing engine, an esthetics-driven engine, a self-correcting engine. And having profoundly understood this lesson, we are perfectly able to make “fixed sets of directives” that have some of these qualities.
To be sure, we have not yet come close to producing a computer program that has anything remotely resembling the flexibility of the human mind, and in this sense Ernest Nagel and James Newman were exactly on the mark in declaring, in their poetic fashion, that Go¨del’s theorem “is an occasion, not for dejection, but for a renewed appreciation of the powers of creative reason.” It could not be said better.
Lan dice que pone a Hao Wang en la pila.
Me he puesto a mirar el paso de la e-mula y veo que en sus alforjas los interesados pueden encontrar dos libros de Wang sobre el tema que nos ocupa, A logical journey from Gödel to philosophy y Beyond Analitic Philosophy. Ustedes verán. Alianza Editorial publicó en castellano en los primeros noventa las «Reflexiones sobre Gödel», no sé si seguirá en catálogo.
El bueno de John Baez rescata para internet un artículo clásico de Roger Penrose: (.pdf)On the nature of quantum geometry . En este artículo Penrose hecha los cimientos de eso tan mono que nos contó Lee Smolin en un Investigación y ciencia de 2004, sobre los átomos de espacio y de tiempo… ¿Está cerrada la cuestión de qué tipo de entes físicos somos?
ta muy culero
He desarrollado una explicación para la consciencia, la que a continuación expongo
El ilusionismo, también denominado prestidigitación o magia, consiste en producir artificialmente efectos en apariencia maravillosos e inexplicables mientras se desconoce la causa que los produce. Estos efectos (desapariciones, transformaciones, uniones, lecturas de la mente, etc), que fingidamente hacen parecer realidad lo imposible, se conocen como trucos de magia o ilusiones.
El Presente, cual pródigo ilusionista, nos inunda de mágicos efectos a los seres humanos, criaturas cuya particular naturaleza les impulsa a buscar las causas que se esconden tras dichos efectos. La misma herramienta que nos permite contemplar el espectáculo, la consciencia, ha formado parte del extenso repertorio de deslumbrantes efectos que nos es dado observar.
El presente trabajo apunta a develar el misterio, a quitarle la magia a la consciencia, a dilucidar qué es esa tan particular y novel herramienta con la que la evolución ha dotado en exclusiva al ser humano, y que por ende nos distingue de las restantes criaturas con vida.
Lo mío había sido acumular información, sin un derrotero del todo definido. Freud, Platón, Piaget, Darwin, Richard Dawkins, Desmond Morris, Konrad Lorenz, y muchos otros, me dieron a conocer de lo suyo. Llegó un momento en que reconocí que la abundante información acumulada a lo largo de la historia de la humanidad referente a temas que asumía tenían relación con la particular naturaleza del ser humano era insuficiente. Se precisaba hacer un cambio de estrategia, y el primer paso fue enfocar mi atención a la gran diferencia existente entre nosotros y las restantes criaturas con vida: la consciencia. Tan importante como ello, fue tomarme en serio mi afán y decidirme a hacer de mi propósito un abierto desafío, lo que no es fácil pues, ¿porqué habría de conseguir yo lo que tantos otros no obtuvieron?. Para fortalecer mi empeño informé a mis cercanos de mi ambicioso propósito. Con ello me cerraba algunas vías de escape para lo que bien supuse sería una búsqueda no ausente de sinsabores, que caracteriza a un avanzar haciendo camino sin disponer de una hoja de ruta.
Si bien lo mío era explicar la diferencia entre nosotros y las restantes criaturas con vida, paradojalmente a poco andar hube de reconocer que el fundamento de la consciencia, salvo intervención divina o participación de seres extraterrestres, necesariamente hundía sus raíces más profundas en un tiempo de la historia de la vida muy anterior a aquel cuando emergió como una utilitaria herramienta del ser humano. La estructura en la que se funda la consciencia, me dije, no podía sino estar condicionada a patrones que forman parte del fundamento de la vida y por ende comunes a todos los seres vivos. Era avanzar sobre seguro sin saber a priori cuanto habría de avanzar, pero no veía otra opción. Si queremos explicarnos el porqué las aves tienen alas, porqué las hormigas viven en comunidad, en general si queremos explicarnos cualquier característica de un ser vivo, acudiendo a su historia evolutiva encontraremos las respuestas y mientras más retrocedamos en el tiempo, más cerca estaremos de hallar el fundamento que explica, no solo el porqué las aves necesitan desplazarse, pues la necesidad de desplazarse explica por si sola el que tengan alas, sino lo que hay tras la necesidad de desplazarse.
Para el caso particular del estudio de la consciencia, retroceder en el tiempo tanto como para situarse en los albores de la vida para allí observar aspectos fundamentales que hermanan a todos los seres vivos, era sinónimo de éxito. Por supuesto que por ser aspectos fundamentales, debían estar hoy también presentes en todos los seres vivos. A su vez, como evidentemente me interesaba sustentar mi análisis en evidencias ojala todas ellas irrefutables, consideré imprescindible estudiar aspectos que realmente formaran parte de la esencia de la vida a la vez de colocar como condición necesaria que debían cumplir estos aspectos esenciales para ser incorporado en el análisis, simpleza y coherencia lógica a toda prueba -para mi lógica, por supuesto-.
Al emplear la estrategia descrita, lo que fue por años una tupida y enmarañada selva, dejó de serlo, sin embargo estuve obligado a dejar de lado la búsqueda de respuestas a preguntas del tipo ¿qué es la vida? o ¿cómo se originó la vida? o ¿cuál es el propósito de la vida?. Todas ellas, preguntas que sin duda cualquiera quisiera responder, como muchas veces también quise hacerlo, cuya respuesta sin duda podían facilitar mi búsqueda, pero que reconocí excedían mis capacidades.
Así las cosas, comencé postulando que la vida y la materia marchan hermanadas; esto es, sin materia no hay vida. Podrá parecer baladí, pero sin duda es una condición que no admite prueba en contrario, condición que sin duda acota y perfila aspectos fundamentales de la vida. A su vez, postulé que la materia es precursora de la vida. Un postulado es una proposición que se toma como base para un razonamiento o demostración, cuya verdad se admite sin pruebas.
Siguiendo dicha línea de acción, postule que tan solo en aquello que llamamos Presente existe la materia y la energía. Por supuesto, no definí lo que era el Presente, menos lo que era el tiempo, y para que decir de la energía. Asumí que la definición de estos términos era fácilmente sustituible, para efectos de lo que estaba buscando, por el abstracto concepto que cada uno tiene de ellos.
Sin perjuicio de lo anterior, esto es, que sólo en el presente existe la materia y la energía, y por ende la vida, estaba fuera de toda duda que mi análisis debía también incorporar al pasado y al futuro, por el indesmentible hecho de que todo individuo tiene una historia que le condiciona el presente y a todas luces una intrínseca intención de continuar con vida en el próximo instante de tiempo. Esto es, el pasado y el futuro condicionan el presente en el que tiene lugar la vida. Reconocí en la particular forma en cómo la vida de cada uno de los individuos tiene sus inicios, otro fundamental condicionante que modela aspectos esenciales de la vida. En efecto, los seres vivos, poseedores de un cuerpo material, comienzan su existencia a partir de un progenitor, o progenitores, lo que implica, por conservación de la masa, una menor masa del individuo cuya existencia recién comienza que la del progenitor, lo que deriva en que el primero, para acceder a un estado adulto a través del tiempo, deba adquirir masa del medio material, lo que exige que de una u otra forma se lleve a cabo una interacción con el medio para ir adquiriendo dicha masa. Esta interacción, vista desde la perspectiva del individuo, constituye la “acción” del individuo. Es decir, los individuos llevan a cabo acciones, en un medio material.
¿ Y qué es un individuo?. Era necesario esbozar al menos una respuesta utilitaria y por ello lo bastante simple como para evitar mayores controversias, la que a su vez no estuviera reñida con las condiciones que hasta el momento había postulado como esenciales. Así las cosas, un individuo es algo más que un cuerpo material con historia. Es un cuerpo con vida, pero sin duda es más que eso. Es un cuerpo con vida que tiene “intención de vida”.
Para un individuo, interactuar con el medio material necesariamente implica una suerte de comunión, que a ambos afecta. En los seres vivos más complejos esta comunión ha dado como resultado la especialización de procesos y mecanismos que les permiten reaccionar conforme a las particulares condiciones en que se encuentre su medio material relevante. Así por ejemplo las hojas de un árbol reaccionan a la luz, al percibirla de la forma como lo hacen, dando lugar a complejas reacciones –acciones del “individuo árbol” del que forman parte- que en lo más esencial calificamos como procesos físico químicos. Sabemos que no reaccionan a todo el espectro de luz visible, es decir, algunos “segmentos” de su medio relevante, en este caso algunas zonas del espectro de la luz que incide sobre la hoja, juegan un rol notoriamente más significativo que otras. En un nivel más complejo, evolutivamente hablando, condicionantes primordiales de la vida han dado lugar a especializados órganos perceptores.
La adquisición de masa, condición esencial de la vida, se lleva a cabo de muy diversas formas, en función del tipo de vida, y constituye la piedra angular de lo que conocemos como “la acción del ser vivo”. En algunos casos, conforme a las condiciones del medio, la acción del individuo se lleva a cabo en lo que calificamos como “competencia”. De la competencia, a la lucha por la supervivencia, hay una estrecha distancia, y si bien valoré el significado de investigar con mayor profundidad el asunto, al reconocer las implicancias sociales que pudieran estar asociadas a poder explicar aspectos de nuestro humano comportamiento que están condicionados por tan primordial instinto, prontamente hube de renunciar a tan atractiva investigación, pues me alejaba de mi propósito inicial.
En lo que atañe al medio material relevante para el ser vivo, éste se encuentra en permanente cambio, lo que por supuesto incide tanto en lo que el ser vivo está percibiendo en un determinado instante de su vida como en las acciones que lleva a cabo, acciones que evidentemente están condicionadas por lo que está percibiendo el individuo. Sin duda que un medio material en permanente cambio presenta un complejo panorama para un individuo. Recordemos que un individuo es un cuerpo material con vida, con intención de vida, por lo que resulta fácil reconocer la ventaja que significaría para aumentar la probabilidad de satisfacer la condición de “intención de vida”, el disponer de alguna herramienta que le permita al individuo una suerte de lectura anticipada del estado futuro de su medio material relevante. Tan evidente es aquello como cierto es que los seres vivos efectivamente disponen de dicha capacidad, según veremos a continuación.
En efecto, los seres vivos llevan a cabo acciones como si conocieran estados probables en los que se encontrarán algunos segmentos de su medio material relevante en el futuro. En los seres vivos que disponen de cerebro conocemos los mecanismos que permiten proyectar estados probables que adoptará su medio material relevante en determinados futuros momentos. En el cerebro se almacena experiencia de vida, en lo que conocemos como «memorias». El proceso de adquirir memoria consiste básicamente en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas, que conducen a asociaciones entre neuronas. La información que contienen las memorias viene definida por relaciones entre ellas. Cuando una neurona es excitada y activada, colabora en la excitación y eventual activación de aquellas con las que se encuentra conectada. Una experiencia que se está viviendo, se incorpora a través de nuevas conexiones a la red preestablecida, o redes, que activa. Lo nuevo evoca a lo antiguo y por asociación y consolidación se convierte en parte del mismo sustrato de memoria. Con dicho mecanismo se relaciona el «antes» con un «después» consiguiéndose así que en una próxima oportunidad, al situarse el individuo en escenarios similares a otros ya vivenciados, haga uso de su experiencia de vida, para configurar en el presente, potenciales estados futuros del medio. En la década del noventa del siglo diecinueve, Pavlov formuló lo que se conoce como la ley del reflejo condicionado, la que deja en claro la existencia del mecanismo descrito.
Esto de relacionar un “antes” con un “después” viene siendo como contar con una bola de cristal para leer en ella el futuro. Por supuesto que en muchos aspectos ésta es una herramienta precaria, puesto que su potencia anticipatoria está restringida por una parte a la experiencia de vida del individuo y por otra a las condiciones que presenta el estado de su medio material relevante en el momento que está viviendo. Lo anterior queda en evidencia cuando prestamos atención al conocido experimento realizado por Pavlov, consistente en hacer sonar una campana justo antes de dar alimento a un perro. Pavlov observó que cuando el perro tenía hambre, comenzaba a salivar con tan solo oír el sonido de una campana. Sin duda que fuera del laboratorio y sin una adecuada experiencia previa, un perro no saliva al oír una campana, sin embargo la experiencia de vida del perro empleado en el experimento daba lugar a que en su cerebro se asociaran los eventos temporalmente diferenciados, “sonido de campana” con “alimentación”; una auténtica “lectura del futuro”
En este punto hay que hacer un pequeño pero importante paréntesis. La “experiencia de vida” del individuo a la que me refiero y referiré en lo sucesivo, considera no solo a lo vivido por el individuo durante su existencia, sino que incluye un amplio, condensado y conveniente repertorio de información contenida en su genética, que dice relación con experiencias de vida de antecesores y que opera apuntando hacia similar finalidad al que observamos tiene la experiencia de vida que almacena en sus memorias durante su existencia el individuo. Un polluelo que corre a buscar refugio cuando observa en el suelo la sombra de un predador aéreo, sin que haya vivido previamente experiencias de ese tipo, es una clara manifestación de una muy conveniente información vivencial de sus ancestros, heredada a través de la genética que porta.
No obstante la mencionada precariedad con que opera el mecanismo descrito en el afán de disponer de una representación mental de aquello que está por suceder, sin duda resulta vital para la supervivencia esta auténtica “proyección del futuro” que realiza la maquinaria cerebral. El trabajo de Pavlov vino a explicar los fundamentos de algo que a través de la observación los seres humanos conocían desde hace siglos. Descorrió un velo y permitió observar algo que previamente había recibido diversas explicaciones.
Sin embargo, no solo los seres vivos con cerebro disponen de la capacidad para percibir un segmento de su medio relevante y llevar a cabo acciones en concordancia con estados futuros del medio. Una simple semilla de un árbol también realiza una lectura del estado de algunos parámetros de su medio relevante y lleva a cabo convenientes acciones que podemos observar apuntan a su supervivencia. En efecto, nos encontramos por ejemplo con que la semilla de un árbol, al percibir específicas condiciones de humedad, temperatura, etc. lleva a cabo la acción de germinar, lo que permite que cuando los primeros brotes emergen del suelo encuentran condiciones favorables para la supervivencia. De haber germinado unos meses antes, o después, probablemente el brote habría encontrado condiciones hostiles y eventualmente habría sucumbido. En el caso de la semilla, hasta donde conocemos no almacena información vivencial del individuo. Esto es, aquello que anteriormente fue definido como “experiencia de vida”, en el caso de la semilla viene dada por un compendio de información que porta su genética, información que debidamente procesada le permite “proyectar” satisfactoriamente estados futuros de su medio relevante en función de las particulares condiciones que estén presentes en su medio material relevante en el instante que está viviendo, y que son percibidas por la semilla.
No está de más hacer mención que el medio material relevante de un individuo incluye, en todas las formas de vida, en forma destacada, y por razones obvias, su propio cuerpo. Y no puede ser de otra forma, pues el cuerpo es, ni más ni menos, que el portador de la vida.
Según se observa, aspectos esenciales nos hermanan a los humanos con una simple semilla de árbol.
La información que de su medio relevante capturan los seres vivos con cerebro en el momento que están viviendo, la incorporan como agrupaciones asociadas de neuronas activas, en lo que conocemos como memorias, memorias que permanecen activadas un conveniente lapso de tiempo. La información percibida permite que en el cerebro se construya un correlato mental del medio relevante para el instante que el individuo está viviendo, donde por supuesto no solo está integrado aquello que está siendo percibido en el momento que se vive, sino también está incorporado aquello que habiendo sido percibido con anterioridad y se dejó de percibir, permanece representado en el cerebro como consecuencia de que persisten activadas las memorias asociadas a lo que entonces fuera percibido, como sucede por ejemplo cuando por mirar a la derecha se deja de ver lo que sucede a la izquierda. El “panorama mental” del que dispone un cerebro para representar el medio relevante del individuo se vería severamente limitado de incorporar sólo aquello que se está percibiendo en el momento que se vive.
La dinámica del medio material da como resultado que el correlato mental del medio relevante del individuo vaya siendo permanentemente actualizado conforme a las memorias que se activan en función de lo que se va percibiendo.
Los mecanismos y estructuras que posibilitan la construcción del correlato mental del medio relevante, -conjunto de memorias activas en definitiva, asociadas a lo que se está percibiendo – que construye el ser vivo dotado de cerebro, además permiten que se lleve cabo una permanente y conveniente actualización en el tiempo, de aquello que, sin estar siendo percibido, sí lo fue en momentos previos. No es necesario esperar a que las neurociencias cartografíen la diversidad de procesos y estructuras cerebrales que intervienen en este proceso, para reconocer su existencia. Para entender a qué me refiero con esta auténtica “actualización del presente”, veamos un ejemplo. Si un momento atrás un perro me enfrentó, y me encuentro ahora corriendo, pues el perro, que me ladra cada tres o cuatro segundos trata de alcanzarme, es decir, está tras de mi a una decena de metros, sin que lo esté percibiendo en todo instante, entonces en el correlato mental de mi medio relevante estará representado aquello que está sucediendo a mis espaldas en este momento, donde tiene cabida el perro en forma muy destacada. No estoy corriendo por nada, para mi cerebro, en el correlato mental de mi medio relevante un muy real perro está tras de mí, que no desaparece ni queda inmóvil entre ladrido y ladrido. Evidentemente, es elevada la incertidumbre implícita en esta suerte de proyección en el tiempo, de un segmento de mi medio relevante que se encuentra tras de mí, que no estoy percibiendo sino muy parcialmente cuando escucho los ladridos. Si se tratara de una fotografía el correlato mental de ese segmento de mi medio material relevante, sin duda es una foto muy poco nítida, con algunas zonas más borrosas que otras. El perro puede estar a un metro tras de mi o a 10. Por cierto, si giro mi cabeza y miro al perro disminuirá notoriamente la mencionada incertidumbre y conseguiré proyectar de mejor forma mis acciones futuras. Esta “actualización del presente” es permanente, es decir, instante a instante va evolucionando la incierta representación mental de este particular segmento relevante de mi medio, en el cual destaca en mi cerebro la interacción de mi cuerpo con el individuo perro. Cada ladrido que escuche permitirá que tenga lugar un reposicionamiento del “individuo perro” en mi correlato mental del medio relevante. Por supuesto que la representación mental descrita no es una suerte de fotografía borrosa localizada en una zona específica del cerebro; centros neuronales, funcional y espacialmente diferenciados, participan activamente a través de la química del cerebro para sostener y actualizar esta particular y conveniente representación del medio, que resulta ser difusa e incierta en muchos aspectos.
Lo que está sucediendo frente a mi, a la distancia y que fuera percibido hace un momento puede revestir escasa relevancia. El cerebro le asigna la relevancia, a partir del grado de activación de las memorias que se vieron activadas cuando se percibió el estado del medio que está situado un centenar de metros adelante.
Lo percibido rescata información de la experiencia de vida del individuo, a través de la activación de las memorias asociadas con aquello que se percibe, información que a su vez incluye la carga emocional asociada a la experiencia de vida. El nivel de carga emocional condiciona, hasta donde sabemos, el nivel de activación de las memorias involucradas. Las neurociencias aun no terminan de mostrarnos la diversidad de información contenida en una experiencia de vida que se encuentra almacenada en el cerebro, latente, disponible al momento en que son activadas las memorias que hacen referencia a ella. De allí que el término “carga emocional” que empleo debe entenderse que excede a aquello que logramos distinguir conscientemente cuando somos capaces de darnos cuenta de que sentimos una emoción.
Cuando percibimos por ejemplo una pelota, ésta adquiere un “significado” que está condicionado por múltiples experiencias de vida previa en las que han intervenido una pelota. Cada experiencia de vida previa –esa suerte de fotografía que representa el estado del medio relevante en el instante que se está viviendo- ha estado asociada a una específica carga emocional. La carga emocional asociada al “ahora” que estamos viviendo, cuando observamos la pelota, dice relación con el conjunto de las particulares condiciones que en este instante se están percibiendo del medio, las que por su parte darán lugar a la activación, en grado variable, de las diversas experiencias de vida en las que ha intervenido el “elemento pelota”. Las condiciones del medio relevante pueden dar lugar a activar fuertemente una muy antigua experiencia de vida que estuvo asociada a un evento traumático que entonces tuvo lugar, en el que jugó un rol sustantivo una pelota, pudiendo adquirir mayor relevancia dicho significado que el que le fuera asignado en otras experiencias de vida. Es importante hacer mención a que no existe, como experiencia de vida, una pelota que esté ajena a otros componentes. Una pelota que se observa siempre es un componente más, que se integra al correlato mental del medio relevante del individuo.
Los mecanismos que operan en lo que llamara la “actualización del presente” permiten que se mantenga incorporada en el correlato mental de mi medio relevante la silla que se ubica un par de metros tras de mi, en mi oficina, en el mismo sitio algunos minutos después de que la ha percibido por medio de la vista, adquiriendo relevancia mi interacción con ella cuando por ejemplo deba retroceder un par de pasos sin volver hacia atrás la cabeza. Adquiere mayor relevancia al potenciarse la activación de ese conjunto de memorias activas que configuran en el cerebro la representación mental del segmento de mi medio material relevante situado a mis espaldas. Previo a esta potenciación, la representación mental del segmento del medio en el que está situada la silla, incluía a dicho elemento, sin embargo su participación jugaba un rol mas bien secundario en la proyección de mis acciones. Es decir, el grado de activación de las memorias que participan en el correlato mental del medio relevante, en lo que se refiere a aquello que no está siendo percibido pero que forma parte de la “actualización del presente” por haber sido previamente activadas a través de la percepción, posee una dinámica que dice relación con el rol que le asigne el cerebro en la “proyección del futuro” a los específicos segmentos del medio relevante que intervienen en dicha proyección del futuro. Si una persona se encuentra en una habitación leyendo un libro y su mujer hace lo propio en silencio a unos metros de distancia, fuera de su campo visual, no le llamará la atención si su mujer le habla. Sin embargo, si se sabe solo en dicha habitación, leyendo desde hace un par de horas, y de pronto escucha que su mujer le habla como si estuviera a unos metros de distancia, se sobresaltará. El “panorama” que registra su actualización del presente no la incluía en el lugar desde donde provino el sonido de su voz, y su sobresalto constituirá un llamado de atención al mecanismo de proyección que opera en la actualización del presente, el que ha evidenciado una falla. Indudablemente no puede haber surgido de la nada su mujer, ello no es permitido en el mundo material.
Es evidente que es limitada la capacidad de percepción, limitación que es enfrentada por los seres vivos con cerebro por medio de un mecanismo conocido como la Atención, el que posibilita seleccionar específicos segmentos del medio de los cuales obtener un más acabado grado de información a través de la percepción. Fijar la atención en un particular segmento del medio implica prestar menos atención a otros segmentos. Obtener mejor información de lo que está sucediendo a una docena de metros de distancia puede ser valorado como más relevante que disponer de un más acabado detalle de lo que sucede a un metro de distancia. El cerebro, operando instante a instante, dispone hacia que/donde orientar la atención.
La capacidad del cerebro para almacenar y procesar información sin duda alguna es sorprendente. Una persona al saludar en la mañana a un amigo al cual no veía desde hace meses se percata con facilidad que se cortó el bigote que lucía hasta la última vez que lo vio. La representación mental que del rostro de su amigo tiene hasta antes de saludarlo, almacenada en su cerebro como memorias, es la de cómo lucía hace unos meses, y al percibirlo hoy, algo no calza con dicho patrón de representación, lo que llama su atención.
El cerebro está creado por los genes. El mismo hecho de ser una herramienta diseñada para ser modificada por la experiencia está escrito en los genes. El significado que se le otorga a la experiencia de vida se adquiere y almacena en el cerebro conforme a procesos y estructuras cerebrales dispuestos en un programa genético. No obstante la dependencia descrita, la experiencia de vida establece nuevas condicionantes para el accionar de los seres vivos con cerebro, que sin estar presentes en la genética, respetan sus patrones.
Es el momento para hacer mención a una característica muy poco estudiada, o simplemente no estudiada, que juega un rol relevante para explicar la consciencia, y que denomino el “cómo me ven”.
La capacidad que cada forma de vida tiene para alterar el estado de su medio relevante y eventualmente afectar al medio relevante de otros individuos, genera una interacción entre seres vivos que le otorga una particular dinámica al medio relevante del individuo, lo que implica que se establecen lazos de dependencia entre diversas formas de vida. El éxito reproductivo de una especie vegetal puede depender de las herramientas con que cuente para atraer a un insecto que cumpla la función de polinizarla. Formas, colores, dimensiones, olores, expresiones corporales, sonidos, patrones reproductivos y alimenticios, etc., han ido evolucionando condicionados por la interacción entre individuos. Notables son por ejemplo los patrones de color, forma y comportamiento que emplean insectos, aves, reptiles, etc., que les posibilitan un conveniente “pasar desapercibido” o ser percibidos y valorados de una forma en particular por otras especies o por individuos de la misma especie. Hay infinidad de ejemplos, observables en las más diversas formas de vida, a través de los cuales queda en evidencia la importancia de lo que definiera con el término “cómo me ven”. Por supuesto no se trata de que una planta se pregunte “como me ven” los insectos que posibilitan su polinización, solo que, en la práctica, la simple observación permite reconocer la existencia de un mecanismo que opera en esa dirección. El “cómo me ven” aun forma parte de la “magia” que nos regala el presente.
Entre individuos de la misma especie el “como me ven” puede llegar a adquirir una especial connotación, toda vez que asociados a gestos, posturas, sonidos, etc., se generan lecturas cuyo significado guarda un elevado y conveniente grado de coherencia con el mensaje que en apariencia se busca transmitir, constituyendo un muy práctico, y en ocasiones extenso lenguaje. Tras el gruñir mostrando los colmillos de un lobo que enfrenta a otro, se evidencia un “no te atrevas, asústate”. En la danza que acompaña al cortejo de una colorida ave macho está el mensaje “elígeme, mi genética es la mejor”. En estos casos, para que la acción resulte efectiva, evidentemente se precisa no sólo que el actor influya sobre el receptor, sino que lo haga con determinadas consecuencias. Reconociendo la utilidad que tiene el “como me ven” para muy variadas formas de vida, desconocemos los fundamentos que los originan. Es todo caso, es un tema interesante de investigar. ¿Acaso el pulpo que al ir desplazándose sobre el fondo rocoso del mar e ir alterando la pigmentación de su piel conforme a los colores y matices del fondo rocoso, “se observa” desde unos metros de distancia para lograr tal hazaña? Sean cuales fueran los mecanismos que operan, es evidente que tras un acto de esta naturaleza hay un manifiesto “ponerse en el lugar de” un eventual observador. Si consideramos que existen infinidad de este tipo de ejemplo en el que están involucradas formas de vida que no posen cerebro, vegetales incluidos, el estudio de este tema promete ser fascinante.
Sin duda que el “ponerse en el lugar de” adquiere sentido al estar asociado a un “cómo me ven”. Una de las características que los estudiosos del ser humano reconocen como propia sólo de los humanos, es precisamente la capacidad de “ponerse en el lugar de” que poseemos. Evidentemente luego de lo descrito, queda de manifiesto que esta es una característica que nos diferencia por el grado en que se manifiesta en nosotros y no porque no la encontremos en otros seres vivos. Los humanos hemos tropezado reiteradamente con la misma piedra al querer conocer nuestra particular naturaleza, al ignorar el pasado que nos hermana a todos los seres vivos. Lo que sabemos hasta el momento acerca de lo que hay tras del “cómo me ven” tiene mucho de acto de prestidigitación; admiramos el magistral resultado ignorando el paso a paso que lo explica. No dudo que tendrá una explicación sencilla una vez que conozcamos el particular mecanismo que lo sustenta.
Si dispusiéramos en nuestro hogar de un teléfono que solo recibe llamados para comunicarnos infortunios, cada vez que suene, y antes de contestarlo, nuestro estado emocional experimentaría un súbito y perceptiblemente desagradable cambio. Sin duda que no sería muy saludable contar con un teléfono que cumpla tan ingrata misión, y en la vida diaria, cuando escuchamos sonar el teléfono, potencialmente se pueden activar en nuestro cerebro infinidad de diversas memorias asociadas a muy diversos significados, jugando un rol fundamental en el tipo y grado en que se activan las memorias, las particulares características del correlato mental del medio relevante de que disponemos en un instante previo al llamado telefónico. Por supuesto que si estamos ansiosos esperando una determinada llamada telefónica, en nuestro cerebro, en la “proyección del futuro” estarán notoriamente más activadas aquellas memorias asociadas al evento que esperamos vivir Por ello, al sonar el teléfono nuestro estado emocional seguirá una ruta relativamente prefijada. Suena el teléfono, damos un salto para acercarnos a él, y resulta ser un majadero vendedor el que se encuentra al otro lado de la línea. Entonces, lo más probable es que nos invadirá una desagradable sensación de frustración.
Las acciones que llevan a cabo los seres vivos con cerebro surgen de procesos que un instante atrás realizó el cerebro a partir de un universo de alternativas de acción factibles de llevar a cabo en un tiempo futuro, en lo que definí como “proyección del futuro” y que en sus aspectos más esenciales opera conforme a lo que vimos cuando hice mención a Pavlov. Vimos que estas expectativas asociadas a una acción no surgen de la nada. La experiencia de vida almacenada en las memorias que están activadas por estar asociadas, directa o indirectamente, con aquellas memorias que se han visto activadas conforme a lo que se percibe del medio relevante, constituye el sustrato del cual obtiene su alimento la proyección del futuro. A mayor activación de una memoria, mayor activación inducirá en las memorias con las que está asociada, y así sucesivamente, en un proceso en cascada. Evidentemente que el éxito de la supervivencia se sustenta en una adecuada capacidad para representar estados futuros del medio, jugando un fundamental rol el correlato mental del medio relevante del individuo, como agente inductor de eventuales estados futuros del medio relevante.
Una cosa es el pasado, que está almacenado en el cerebro del individuo como experiencia de vida, otra es la proyección del futuro que previamente hemos descrito, y otra es lo que en definitiva va a suceder en un instante más en el medio relevante del individuo. En el ejemplo de la llamada telefónica, la proyección del futuro no fue adecuada, y si bien reconocemos que en este caso el costo asociado al error es mas bien menor, en infinidad de otros casos un error de proyección del futuro puede poner en riesgo la vida. Al cruzar una concurrida avenida el virtuosismo de la proyección del futuro se nos evidencia, como también queda de manifiesto la implicancia que puede tener un “error” de proyección.
Es clara la importancia que tiene el llevar a cabo acciones que estén íntimamente relacionadas con la realidad que se estará viviendo cuando estas acciones están siendo ejecutadas, y por ende no debería llamar la atención que los seres vivos con cerebro dispongan de mecanismos “correctores”, en una suerte de valoración de la diferencia entre lo que el cerebro tenía proyectado sucedería y lo que finalmente sucedió. Por una parte, es razonable asumir que tal mecanismo operará con mayor fuerza cuando mayor es esta diferencia. Por otra, lo que traiga como consecuencia el “error” de proyección para el individuo a su vez debería jugar un importante papel en la valoración de la diferencia mencionada. La proyección del futuro se nutre de la experiencia de vida. Para un nativo que manipula un arma de fuego que se encuentra cargada y que acaba de encontrar, que desconocía por completo de su existencia y propósito, y tira del gatillo, lo que viene a continuación no tiene cabida en su experiencia de vida previa. Su reacción, aparentemente desproporcionada para nosotros, sin duda ha sido modulada, entre otros factores, por la incapacidad de llevar a cabo una adecuada “proyección del futuro”. Si al día siguiente nos acercamos al nativo y le mostramos el arma en cuestión, un muy distinto panorama mental se gestará en su cerebro al momento de verla. El significado que adquiere el arma de fuego, estará en íntima comunión con la experiencia vivida el día anterior. Sabemos que al momento de percibir el arma en la segunda oportunidad, se verán activadas y por ende asociadas, entre otras, las mismas memorias en las que se almacenó la forma del arma el día anterior, su color, el sonido que produjo, el entorno en que se encontraba, etc., etc. Se desconoce qué proporción de la actividad que el cerebro lleva a cabo, en un instante cualquiera, está involucrada en la “proyección del futuro”. Lo que está fuera de toda duda es que involucra complejos procesos, que atañen no solo al cerebro sino al cuerpo entero del individuo.
Una acción que no conduce a un resultado al que el cerebro le había asignado una elevada probabilidad de ocurrencia evidencia una falla en la proyección del futuro, falla que surge, como vimos sucede en el caso del nativo con el arma de fuego, como consecuencia de insuficiente experiencia de vida. Por supuesto no hay forma de llegar a disponer, vía experiencia de vida, de la totalidad de los escenarios posibles en los que pueda llegar a encontrarse el medio luego de la acción realizada. No existen dos instantes iguales en un medio que se caracteriza por estar cambiando permanentemente.
Las negativas consecuencias que puede acarrear una deficiente proyección del futuro se integran a la experiencia de vida, con un significado asociado acorde a las consecuencias que trajo consigo el “error” de la proyección del futuro. La sabia naturaleza de la vida ha dispuesto de efectivos mecanismos para hacer frente a reiterados –y consecutivos en el tiempo- errores de proyección del futuro que han estado asociados a costos significativos. Lo que conocemos como “depresión” es uno de ellos. En efecto, en depresión tiene lugar, para el individuo, una lectura del tipo “no dispongo de alternativas de acción favorables” Ante ello, la inacción surge como alternativa de acción, lo que conduce a situarse en un entorno material que exija un mínimo de acción al individuo. Cuando estamos fuertemente deprimidos nada más queremos que situarnos al fondo de una cueva, ajenos a un mundo que nos resulta adverso.
Me referiré a lo que estimo un anecdótico hallazgo que realicé cuando estaba estudiando lo que había tras las acciones que lleva a cabo un individuo, estudio que involucraba considerar las expectativas que están asociadas con las acciones que se realizarán en un instante posterior, todo ello apuntando a conocer en mayor profundidad cómo operan los mecanismos que dan como resultado la “proyección del futuro”, esa inestimable herramienta que poseen todos los seres vivos. En todo caso, advierto que mi hallazgo no reviste mayor trascendencia para el tema de la consciencia. Estaba con unos amigos preparando un asado al palo y mientras giraba de él, mis ojos contemplaban las brasas pero mi mente estaba dándole vueltas al asunto de las expectativas, en particular en los seres vivos con cerebro. En un momento fui interrumpido por uno de mis amigos quien se dirigió a mi para contarme un chiste. Luego de celebrar el buen chiste y de solicitarle que me sirviera una copa de vino, me dispuse a analizar, en lo que al tema de las expectativas se refiere, lo que acababa de vivir. ¿De donde surgía la risa que acompaña y caracteriza a todo buen chiste?. ¿qué inconscientes expectativas se iban generando en mi cerebro a la par del relato del chiste?. Luego de darle un par de vueltas al asunto, me percaté que todo buen chiste precisa que su desenlace no haya tenido cabida, como proyección de futuro, en el cerebro. Esto es, su desenlace es imprevisto, no valorado inconscientemente. Lo que había estudiado acerca del tema hasta ese momento, en lo relativo al “costo” asociado a una mala proyección del futuro, y en particular a la situación que enfrenta el individuo cuando, así como en el ejemplo del nativo con el arma de fuego, no dispone de experiencia de vida “a la que acudir” para representar un eventual futuro, me condujo a postular que un auténtico, muy breve, e imperceptible “instante de terror” vive el individuo al momento de escuchar el desenlace del chiste. En la compleja diagramación mental de la proyección del futuro, que es un proceso inconsciente, múltiples escenarios posibles están representados a través de memorias activas. Por supuesto, esto ocurre no solo cuando escuchamos un chiste o cuando oímos cualquier tipo de relato. Sucede permanentemente durante la vigilia. Estando condicionada la supervivencia, en el grado que lo está, a la calidad de la proyección del instante siguiente de vida, de pronto le llega al cerebro un mensaje del tipo “te equivocaste rotundamente”, y durante un breve instante, previo a tomar consciencia de la situación, en el cerebro se vive una situación equivalente a “alerta máxima, caos total, falla generalizada del sistema, escenario del todo desconocido”. Un breve instante después, así lo saben los estudiosos del cerebro, los dispositivos neuronales que posibilitan el actuar consciente tienen acceso a la información relativa a lo que se está viviendo, y cambia radicalmente el panorama mental. Se acabó la crisis; los mecanismos de alerta, cargados de señales que en su esencia dicen relación con “supervivencia en peligro” son desactivados, y la tensión acumulada en ese muy breve intervalo de tiempo se transforma en una carcajada. Por cierto, puede no ser la verdadera explicación de porqué reaccionamos con una carcajada el escuchar un buen chiste, pero en tanto no tenga prueba en contra, seguiré pensando que es válida mi explicación.
Hemos visto que la vida solo tiene cabida en el presente, único “lugar” donde existe la materia y la energía, y que el compromiso que tiene la vida con la supervivencia, en un medio que se encuentra en permanente cambio, exige a su vez una permanente interacción del individuo con el medio material. También vimos que los seres vivos llevan a cabo acciones que emergen como consecuencia de aquella información que capturan del estado de su medio relevante y de la “proyección del futuro” que realiza el individuo en relación a lo que eventualmente ha de ser el estado futuro de su medio relevante. A su vez, los seres vivos más evolucionados disponen de un cerebro, el que les permite incorporar su experiencia de vida en esta proyección, empleando el individuo las herramientas perceptuales de que dispone para llevar a cabo la lectura del estado de su medio material relevante, información que genera un auténtico “correlato mental” del medio relevante del individuo, que es permanentemente actualizado. Se destacó también, por el importante rol que le asiste, no solo para la supervivencia de los seres vivos con cerebro sino para permitir la estructuración de un lenguaje, como veremos más adelante, la capacidad de que dispone el cerebro para incorporar, en lo que denominé como el correlato mental del medio material relevante, aquello que habiendo sido percibido un instante atrás, dejó de serlo, por ejemplo por dirigir la atención a otro segmento del medio, y que denominé “actualización del presente”. No está demás mencionar que parece razonable asumir que dicha herramienta, la “actualización del presente”, es una convenientemente reestructurada réplica del primordial mecanismo que le permite a todos los seres vivos llevar a cabo la proyección del futuro. Lo que se deja de percibir del medio material relevante no permanece estático a través del tiempo, y la mejor aproximación de la dinámica de dichos segmentos del medio material relevante a la que puede acceder el individuo viene dada por la proyección del futuro que de ellos se realiza en el cerebro. Es importante destacar que el cerebro necesariamente distingue la “proyección del futuro” de la “actualización del presente. En efecto, a diferencia de la “proyección del futuro”, la “actualización del presente” de que dispone el cerebro en un instante específico es un segmento de la representación mental del medio relevante que sin estar siendo está percibiendo -previamente se percibió- se incorpora en el cerebro como experiencia de vida, en tanto que la “proyección del futuro” dice relación con infinidad de múltiples estados posibles en los que eventualmente se encontrará el medio relevante del individuo un instante posterior. Una dice relación con el presente y la otra con el futuro. Inmiscibles por su naturaleza, como el agua con el aceite. En estos momentos, la actualización del presente que involucra al entorno situado tras mis espaldas, está asociada a un elevado grado de certidumbre. Podemos asociarla a una relativamente nítida fotografía que representa lo que sucede a mis espaldas, entre mi cuerpo y la muralla de mi oficina. El que no consiga conscientemente recordar la infinidad de detalles que caracterizan a la representación mental de dicho segmento de mi medio relevante no significa que no participen, como memorias activas, en dicha representación. En el ejemplo del perro que me persigue, la incertidumbre asociada a lo que está sucediendo a mis espaldas es elevada; una fotografía muy borrosa representa la ubicación y estado del perro.
Hice especial hincapié en el “como me ven”, herramienta íntimamente ligada al “ponerse en el lugar de”, por constituir esta última, al decir de los expertos, un aspecto diferenciador entre nosotros y las restantes criaturas con vida, y destaqué el hecho de que no es efectivo que sólo los humanos dispongamos de ella y que es un asunto de grado el que establece la mencionada diferencia.
Con toda la importancia que tiene el correlato mental del medio relevante, esa suerte de fotografía, borrosa en algunas partes y muy nítida en otras, corresponde destacar que el correlato mental está al servicio de la proyección del futuro, herramienta esta última de la que disponen todos los seres vivos, y que viene a ser una suerte de embajadora de la “intención de vida” que caracteriza al individuo.
Con lo que hemos visto hasta el momento acerca de algunas características que hermanan a todos los individuos vivientes, y la forma como el cerebro lleva a cabo algunos procesos que apuntan a otorgarle al individuo una muy particular y sofisticada manera de “proyectar el futuro”, daré por cerrado este capítulo no sin antes destacar que el cerebro no es más que una invención reciente de la evolución, una utilitaria herramienta que está al servicio del individuo, individuo para el cual su cuerpo es el soporte de la vida y eje central de la “intención de vida”.
Los monos verdes de África Oriental habitan en grupos de 10 a 30 individuos y emiten fuertes gritos de alarma si avistan a un predador. Conforme al tipo de predador, es la llamada sonora que emiten, distinguiéndose tres en particular: para leopardos, para águilas y para serpientes. La alarma que avisa del vuelo del águila, les induce a mirar hacia arriba o a correr hacia los matorrales. Para un mono verde cuya atención esta dirigida a tomar el fruto de un arbusto, en el momento en que escucha el alerta por águila se altera el correlato mental de un segmento de su medio material relevante, segmento en el que está incorporado el entorno aéreo situado tras de sí, esto es, aquel que está fuera de su campo visual. Y se ve alterado pues en su cerebro las memorias que activa ese específico sonido de alerta están asociadas con las memorias que representan experiencias de vida que dicen relación con un águila en el aire. El significado asociado al evento “águila en el aire” consigue inducir un tipo de conducta que sigue una línea muy definida. El predador, que no ha sido sino indirectamente percibido, a través del lenguaje, puede estar a diez o a una treintena de metros de su cabeza, dirigiéndose directamente hacia él, o hacia otro de sus congéneres. El significado del llamado de alerta por águila está asociado a un estado emocional que dice relación con peligro, desencadenándose una reacción de estrés en el mono verde que lo escucha. Para él no hay lugar a equivocaciones en cuanto a asignarle un significado distinto a un llamado de alerta del tipo “águila en el aire”. Otra cosa es la calidad de la representación mental del evento “águila en el aire” de que dispone en su correlato mental del medio relevante. A todas luces corresponde a una zona muy difusa de lo que pudiéramos llamar la “fotografía mental” que representa ese segmento de su medio material relevante, zona que de pronto adquirió una importancia vital, razón por la cual se focalizan los recursos perceptivos, dirigiéndolos hacia ese sector.
No obstante la difusa representación de que dispone el mono verde en su cerebro del evento «águila en el aire» hasta antes de levantar la cabeza y ver al predador, el aporte a sus expectativas de supervivencia que obtiene gracias a la señal de alerta escuchada es evidente, y en tal sentido el uso del lenguaje reporta una elevada utilidad, por supuesto en la medida en que se cumpla un requisito básico del lenguaje, cual es el que el emisor consiga inducir en el receptor del lenguaje un adecuado significado. El mono que dio la voz de alerta “le transfirió” a sus congéneres lo que para él constituye un segmento de su medio material relevante con significado, en el que destaca, como actor principal, un águila. Incompleta e inexacta transferencia de lo que sus ojos veían, incierta, pero potencialmente efectiva para los restantes miembros de su grupo, los que consiguen generar con el llamado de alerta un correlato mental de su medio material relevante acorde con el significado del suceso “águila en el aire”. Lo descrito deja en evidencia la forma como opera el lenguaje, en sus aspectos más generales, en cuanto a transferir información del medio relevante, desde un emisor a un receptor de lenguaje.
Los chimpancés, cercanos parientes nuestros con quienes compartimos alrededor de un 98 por ciento de la genética que nos caracteriza, disponen de algo más de dos docenas de fonemas en su lenguaje verbal. Cada uno de estos fonemas tiene un determinado significado. Los humanos, con similar número de fonemas construimos infinidad de palabras, y en ello radicaría el mayor distintivo del lenguaje humano, y en definitiva, su potencia.
Disponer de tan amplio lenguaje nos permite eventualmente darle un nombre a cada elemento del medio, como por ejemplo hacemos con “piedra”, “mesa”, “perro”, etc. y atribuirle específicas características por medio del empleo del verbo y del adjetivo. Como consecuencia de ello, se altera radicalmente el campo de aplicación del lenguaje, como veremos a continuación.
Para el humano adulto, una palabra como “mesa”, está asociada en su cerebro a experiencias de vida de muy variado tipo, experiencias de vida que han estado asociadas a su vez, con una gran diversidad de estados emocionales como consecuencia del particular significado que adquirió la palabra “mesa” al momento de ser empleada. Así por ejemplo, el significado que adquiere en el cerebro la frase “mesa de operaciones”, es radicalmente distinto al que adquiere en la frase “mesa del banquete”. La particular especificidad del lenguaje humano (en definitiva la especificidad surge como consecuencia del variado tipo de experiencias de vida en las que ha participado la palabra o el objeto “mesa” y que pueden verse activadas al momento en que se emplea la palabra) le otorga un grado de “neutralidad” a la palabra que no se aprecia exista en ningún otro tipo de lenguaje animal. Para los monos verdes, un muy claro significado está asociado a la palabra que denota al evento “águila en el aire”. Lo anterior no es menor, pues con la mencionada “neutralidad” del lenguaje humano, la palabra puede dejar de hacer referencia a un tipo de experiencia de vida o evento específico, como sucede con la llamada de alerta de los monos verdes, lo que posibilita que adquiera su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de la persona que escucha la palabra, en el instante que es empleada la palabra. En el mono verde, la palabra empleada potencia las memorias que están siendo utilizadas para representar, en el correlato mental del medio relevante, un vasto segmento del medio material relevante del mono, que adquiere un particular significado, en su conjunto, en tanto que en el ser humano la palabra, por su especificidad y neutralidad, puede representar un ínfimo segmento del medio relevante, el que puede adquirir un amplio potencial de significados, conforme a las particulares condiciones que estén presentes en el correlato mental del medio relevante en el momento en que la palabra se integra a dicho correlato mental. Así por ejemplo, al leer la palabra “coyote”, de seguro que en el cerebro del lector no se integra un coyote a un sector específico de su correlato mental del medio MATERIAL relevante. Por cierto, estoy asumiendo que en estos momentos en el entorno material relevante del lector no hay un coyote.
Al romperse el vínculo “una palabra – un significado”, se torna posible, a través del extenso lenguaje humano, generar inéditos escenarios mentales en el correlato mental del medio relevante en el presente que se vive, como veremos luego.
Las palabras que empleamos los humanos, al igual que en los restantes seres vivos que hacen uso de ellas, adquieren su significado conforme a las particulares condiciones imperantes en el correlato mental del medio relevante de quien las escucha, al momento en que son dichas. Para los restantes animales la palabra solo sabe aludir al “aquí y ahora” de su medio material. Más adelante veremos que los humanos, y sólo los humanos, podemos integrar en el correlato mental del medio relevante entidades y sucesos que claramente están fuera del presente, pudiendo “localizarse” ya sea en un pasado o en un eventual futuro, y explicaré cómo es posible aquello.
Para conseguir un efecto equivalente al que logra el mono verde con el empleo de tan solo una palabra los humanos precisamos un grupo de ella, por la neutralidad del lenguaje humano. Tal vez un “cuidado viene un perro” logre similar efecto, en lo esencial, al que consigue la palabra que emplea un mono verde. Sin embargo, lo que por una parte constituye una limitación, por otra resulta ser una ventaja. En efecto, la especificad y neutralidad del lenguaje humano posibilita emplearlo para describir detalladamente lo que se desee y otorgarle, a voluntad, significado a lo descrito.
Si el lenguaje humano hace la diferencia entre nosotros y las restantes criaturas con vida, es la “neutralidad” del lenguaje humano la que impulsa es el cincel que permite darle forma a aquello que conocemos como experiencia consciente, según veremos más adelante.
Una imagen vale más que mil palabras.
Faltan escasos minutos para la puesta de sol y estoy caminando para ubicarme en un conveniente lugar para contemplarla con el fin de realizar un experimento. Llego allí en el momento preciso en el que el sol comienza a ocultarse, y el panorama que se ofrece a mis ojos es realmente hermoso. Tomo asiento en una roca y luego de diez segundos de observación, cierro los ojos y pretendo describir lo que he visto durante esos segundos. Activo mi grabadora y voy haciendo memoria de lo que observé, y lo describo. Luego de cinco minutos, pongo fin a la grabación. Días después le entrego la grabación a un amigo para que la escuche, amigo que nunca ha estado en el lugar en el que me hallaba cuando realicé la grabación. En cinco minutos intenté “traducir” por medio de palabras lo vivido en diez segundos. Los distintos tonos de los distintos colores, que describo en la grabación, evidentemente son un pálido reflejo de lo observado. Los cerros circundantes al hermoso lago que estaba frente a mi vista, su forma, el viento que soplaba, su intensidad, etc., etc., todo lo que pueda describir durante los cinco minutos, no representa sino un trazo muy delineado, muy específico, muy detallado en algunos aspectos, pero ciertamente incompleto y radicalmente sesgado en relación a lo observado. Infinidad de información que capturé a través de mis sentidos no fue incorporada a la grabación. Si dispusiera de una prodigiosa “mente fotográfica” –hay quienes la poseen- me habría faltado tiempo para describir lo que percibí durante escasos diez segundos. Con el lenguaje empleado, conseguí destacar algunos aspectos de lo observado, pero definitivamente la descripción que realicé constituye una fotografía plagada de “puntos ciegos”, de huecos sin información alguna, información que sí estaba presente en mis memorias durante ese lapso de media hora en el que estuve grabando. No pretendo dar a entender con ello que la información contenida en mis memorias abarcaba la totalidad del campo visual observado, con total detalle, sino que, la descripción verbal contiene “puntos ciegos” en zonas que en mi representación mental del medio relevante presentaban segmentos “borrosos”, no destacados por no haber prestado atención suficiente en dichas zonas. Con tan solo un segundo de observación habría dispuesto de un correlato mental de mi medio relevante imposible de describir en minutos. Apreciamos otra diferencia significativa entre lo observado y lo descrito cuando caemos en cuenta que las palabras empleadas en la descripción de la puesta de sol consiguieron resaltar solo muy particulares segmentos de la representación mental del medio relevante. Cada frase empleada constituía un pequeño “trozo de fotografía”, que se agregaba al collage que había ido formando previamente a través de lo que había descrito. Como contrapartida, al momento mismo de comenzar la observación de la puesta de sol dispuse de una fotografía en la que no faltaban trozos, aunque habían muchas zonas borrosas. Hay que destacar que para quien en su casa escucha las primeras palabras de la grabación, “el día llega a su fin”, no se alteran, como consecuencia de lo escuchado, las condiciones en que se encuentra la habitación en la que mi amigo escucha mi grabación. Esto es, la narración expande el correlato mental del medio relevante del individuo. A su vez, mi amigo no sabe que mi relato se refiere a una puesta de sol por lo que la “fotografía” que representa en su cerebro la frase escuchada no contiene más información que la descrita. Lo que sigue, no lo conoce quien escucha, y bien puede tratarse de un relato que haga referencia a lo que un astronauta observa desde su nave espacial, o a una larga poesía que describe metafóricamente el término de la existencia de una persona, o bien el relato puede continuar describiendo el termino de una jornada laboral. El lenguaje da lugar a que infinidad de potenciales trozos se pueden ir agregando a una fotografía muy bien delineada en lo particular, pero ajena del todo a lo que yo pude observar en tan solo segundos. En un segundo observo un panorama general de mi medio relevante, con significado. Ello le está vedado al lenguaje humano.
El lenguaje va expandiendo el correlato mental del medio relevante, hacia “otras zonas”, inexistentes previamente, en tanto que lo observado luego del primer segundo sólo consigue delinear de mejor forma un panorama ya integrado –en el primer segundo de observación- a mi correlato mental del medio relevante.
Según se observa, no se trata de que una imagen valga más o menos que mil palabras. Cada una, (la imagen y las palabras) son insustituibles en lo suyo.
Los niños muestran un elevado interés por aprender palabras y un extraordinario ritmo de aprendizaje. Entre los dos y cuatro años aprenden del orden de una palabra por cada hora que están despiertos, pudiendo llegar a dominar varios miles a los cuatro años.
En lo que al lenguaje se refiere, inicialmente, el niño es como una hoja en blanco. No interpreta los sonidos; sólo los escucha, retiene, y los relaciona con los restantes componentes que se encuentran presentes en la representación mental de su medio relevante. Los diversos escenarios que comparten en común sus experiencias de vida en las cuales hayan estado activadas simultáneamente las memorias asociadas al sonido de la palabra “pelota” con el objeto redondo que sus ojos estaban mirando en ese momento, seguramente como consecuencia de que su madre u otra persona le indujeron a dirigir su atención hacia ella, le permiten paulatinamente fortalecer la asociación de la palabra con el objeto, discriminando posteriormente, luego de varias experiencias de vida del tipo descrito, entre la multiplicidad de otros elementos que pudieran estar presentes al momento en que escucha la palabra “pelota”, al “elemento pelota”. En muchas de esas experiencias de vida su atención ha estado dirigida tanto hacia ese elemento en particular como a la palabra pelota que pronunció su madre, por lo que ambas destacan en su correlato mental del medio relevante, esto es, se encuentran debidamente activadas y por ende, asociadas dichas memorias. Múltiples experiencias de vida del menor han ido potenciado esta asociación. A mi perro también le he enseñado varias palabras, entre ellas, la palabra pelota. Con él acostumbro a jugar a diario. Sabe donde guardo la pelota, y basta con que mencione la palabra para que corra hacia dicho lugar y evidencie gran alegría.
Cuando el niño ya asocia adecuadamente una palabra con el respectivo objeto y escucha por ejemplo a su madre decir la palabra “pelota” en ausencia del objeto, el “elemento pelota” se incorpora en su correlato mental del medio relevante cual si estuviera materialmente. Es decir, lo que para el niño es una muy real pelota se integra a su correlato mental del medio relevante cuando escucha la palabra, aunque no perciba por otros medios al mencionado elemento. Esto por supuesto no tiene nada de especial, pues responde a un proceso cerebral similar al que tiene lugar en el cerebro de los monos verdes cuando escuchan una señal de alerta. Lo especial está en que las palabras que escucha el mono verde siempre hacen mención a algo o a algún evento que, para quien emite la palabra, forma parte de su correlato mental del medio MATERIAL, en tanto que las palabras que emplea su madre pueden hacer referencia a objetos no presentes, o sucesos de ayer o de un mañana o incluso, pueden “localizarse” indeterminados en el tiempo.
A diferencia de los monos verdes, los niños viven inmersos en el mundo del lenguaje. Estudios indican que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000 en similar período de tiempo. A su vez, muchas de las palabras que escucha no tienen un efectivo correlato en el mundo material en el momento que está viviendo, palabras que involucran objetos, eventos y entidades, como personas, animales, etc. Es decir, el correlato mental del medio relevante de un niño puede llegar a estar plagado con los significados que su cerebro le asigna a elementos o eventos que se han incorporado a dicha representación como consecuencia de las palabras que escucha, sin que necesariamente esté presente en el medio material relevante el elemento o evento asociado a la palabra.
Cuando el niño escucha la palabra “pelota” sin que la pelota esté presente, continúa el “elemento pelota” integrado en su correlato mental del medio relevante como una actualización del presente. Difuso panorama mental el del niño si lo comparamos con el de un mono verde. Por una parte, percibe y habita un mundo material, y por otra, su actualización del presente puede llegar a contener un sinnúmero de información que no tiene cabida en el medio material en el que se encuentra situado, proveniente del lenguaje escuchado o empleado. Mi perro conoce el significado de media docena de palabras que denotan objetos o eventos, y para él, cada palabra está asociada a muy particulares experiencias de vida. Las palabras “plato, comida, pelota, correa, auto” están asociadas en su cerebro a específicos tipos de experiencias de vida, y no necesito, al momento de nombrarlas, que estén presentes en el medio material para que en el cerebro del perro surja, como proyección de futuro, la acción de comer cuando llamo su atención y digo la palabra “comida”. Apenas termino de pronunciar la palabra “comida”, corre hacia el patio de la casa. A su vez, no porque yo no acuda de inmediato a alimentarlo desaparece de un momento a otro de su cerebro la proyección del futuro en la que destaca la acción de comer.
Hemos visto varias diferencias significativas entre el lenguaje humano y los restantes lenguajes. Por una parte la neutralidad de la palabra, por otra la amplitud del vocabulario que empleamos, y adicionalmente a ello, el significativo grado en el que participa el lenguaje en la configuración de la representación mental de nuestro medio relevante, medio relevante que ya no necesariamente representa sólo al medio MATERIAL relevante en el que se encuentra ubicado el individuo.
Al ir siendo aprendidas las palabras van adquiriendo cada vez un más amplio repertorio de potenciales significados, al ir asociándose una misma palabra a diversas experiencias de vida, cada una de las cuales posee específicos contenidos emocionales.
Hice mención a que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000, y ahora es momento oportuno para destacar una importante consecuencia que acarrea dicha asimetría. Escuchar 13.000
Continuacion)
Hice mención a que por 400 palabras que emplea al día un niño, escucha del orden de 13.000, y ahora es momento oportuno para destacar una importante consecuencia que acarrea dicha asimetría. Escuchar 13.000 palabras y emplear solo 400, implica que en esta etapa de la vida tiene lugar un auténtico “dejarse conducir” a través de los escenarios generados por el lenguaje que escucha el niño. Su correlato mental del medio relevante se ve plagado con la información que otorgan las palabras que escucha, y si bien muchas de estas hacen referencia al “aquí y ahora” que está viviendo el niño, una no despreciable cantidad de ellas aluden a eventos, objetos o entidades que no forman parte del correlato mental de su medio MATERIAL relevante, no obstante que inicialmente el niño no discrimina, y toda la acción del lenguaje que escucha la asocia al mundo material. La proporción entre las palabras que escucha un niño y las que emplea a diario, dejan en evidencia el grado en que participa la acción de terceros en la construcción de su correlato mental del medio relevante en ese período de su vida.
Cuando, conociendo el significado de las palabras que se emplean, el niño escucha un relato del tipo “caperucita roja se despertó, se vistió y le preparó el desayuno a su abuelita y luego se puso su caperucita roja y caminó hacia el bosque hasta que de pronto se encontró con un lobo”, para el niño, todo va sucediendo a la velocidad con que el relato describe los hechos. El relato adquiere sentido por la capacidad que tiene el cerebro para llevar a cabo una adecuada “actualización del presente” que involucra una dinámica cerebral que sin duda resulta ser descomunal. La dinámica del correlato mental de su medio relevante da cabida para que en los 20 segundos que le toma a su madre el relato, caperucita roja haya llevado a cabo una cantidad de acciones que sabemos no tienen cabida en el mundo de la materia, el que está sujeto a particulares leyes que lo gobiernan. El cerebro del niño precisa llevar a cabo una compleja actualización del presente, que le permite por ejemplo que cuando escucha “caperucita roja caminó por el bosque” se integre, a partir de ese momento en su correlato mental del medio relevante una “caperucita roja que va caminando por el bosque”, hasta el momento en que su madre dice “y llegó a la casa de su abuelita y abrió la puerta”, momento en el cual deja de formar parte de su correlato mental del medio relevante la “caperucita roja que camina por el bosque”, a la par de integrarse a su correlato mental del medio relevante la acción que en ese momento describe su madre. No necesitamos conocer al detalle la operatoria de los procesos cerebrales que intervienen durante el relato para reconocer, por medio del resultado que entregan, su existencia. Es decir, tanto los conceptos “actualización del presente” y “proyección del futuro” como “correlato mental del medio relevante”, que constituyen el fundamento que da lugar a que el cuento de caperucita roja tenga sentido para el niño, involucran procesos y estados cerebrales que evidentemente existen, por supuesto que no solo en la acción del lenguaje, y que tienen lugar no solo en el cerebro de los seres humanos. Solo que, según hemos visto, y veremos, adquieren, en el uso del lenguaje humano, una particular relevancia.
Volvamos al relato anterior. Independientemente de que el niño cuenta con suficiente experiencia de vida para conocer que levantarse y vestirse lleva varios minutos, en su correlato mental del medio relevante tiene cabida esta auténtica atemporalidad e inmaterialidad que caracteriza al relato escuchado. Para el niño, todo está sucediendo a la par del ritmo que le impone el relator al cuento, en un muy particular segmento de su representación mental del medio relevante, segmento al que no consigue acceder con el resto de sus sentidos.
El menor, a quien llamaremos Pablito, gracias a su experiencia de vida en la que ha estado involucrado el lenguaje que escucha, se habitúa a habitar en medios que poseen una elevada proporción de entidades y sucesos inmateriales y atemporales (en el sentido de que no están físicamente en el presente que está viviendo, y están situados en un entorno que posee una maleabilidad del tiempo, como vimos en el ejemplo de del cuento “caperucita roja”, que no tiene cabida en el mundo material en el que transcurre su vida) pero que su cerebro interpreta como muy reales, formando parte del presente que está viviendo. El niño experimenta un muy real miedo cuando interviene el lobo. Está allí, muy presente, aunque no consiga, por más esfuerzos que realice, percibirlo a través de la vista. Al escuchar el relato, “desplaza” convenientemente a las diferentes entidades que participan en él, a través de los diversos escenarios que va configurando el relato, en los que sin duda constituyen auténticos mundos inmateriales y atemporales, y que por supuesto están cargados de significados y que se van gestado gracias a la acción del lenguaje de terceros. Su madre sabe que el cuento transcurre en un mundo imaginario en tanto que para el menor, “todo está ahí”, formando parte de su presente, en una zona de su entorno material a la que no le es dado acceder por medio de sus sentidos. En rigor, accede a dichas zonas paulatinamente, a la par de lo que el relato describe, y lo hace con las limitaciones propias que tiene el lenguaje, según vimos en el ejemplo de la puesta de sol.
La experiencia de vida que va adquiriendo el niño con la acción del lenguaje va ampliando los escenarios a través de los cuales cada vez le es más común desplazar entidades y vivir las más variadas emociones.
El niño le asigna a caperucita roja las características con que su madre la ha definido, esto es, en el cerebro del niño tiene cabida, en el presente que está viviendo, una entidad como caperucita roja, la que es buena, se preocupa de su abuelita, etc. La entidad “lobo” o “abuelita” se construyen con similar proceso, al igual que el sinfín de entidades que a esa edad han transitado por su corta biografía infantil. Las características físicas de sus hermanos o de sus padres, junto a variados aspectos de la personalidad de ellos forman parte del amplio conjunto de memorias que activadas convenientemente conforman la representación mental que les caracterizan, para cada momento en que intervienen en su representación mental del medio relevante. La reiterada participación de algunas personas en su vida cotidiana le permitirán ir estructurando un cada vez mas amplio y complejo escenario de representación mental para ellas. Así, su madre es mucho mas que un cuerpo material. Múltiples experiencias de vida del niño en las que ella ha intervenido, han ido estructurando a la “entidad” mamá y conforme a las particulares condiciones que tengan lugar en el momento que está viviendo, adquirirá en el correlato mental del medio relevante del individuo, un específico significado su madre. Debo aclarar que al hacer mención a “significado” no hago alusión a un particular aspecto de los muchos que caracterizan a su madre.
La entidad que el cerebro del niño relaciona con la palabra “papá” esta asociada a su experiencia de vida con su padre, y cada vez que escuche la palabra papá o lo observe, se activarán memorias que apuntan a generar la mejor representación posible de la entidad papá para las puntuales circunstancias que está viviendo en ese momento. Así por ejemplo, si su padre ingresa a la habitación en la que el menor se encuentra con una sonrisa de oreja a oreja, rescatará –activará memorias, en definitiva- experiencias de vida asociadas a un padre sonriente, que pueden ser, en muchos aspectos radicalmente distintas a las experiencias de vida asociadas a un rostro del padre que exprese enojo. Ello tiene mucho sentido pues el desafío de todo ser vivo consiste en sortear adecuadamente el presente que está viviendo, por lo que no debe llamarnos la atención que las acciones que desencadena en el niño observar a una madre sonriente y feliz que acude a su llamado sean distintas a las que tendrán lugar si el rostro o la acción de su madre están asociadas con enojo o tristeza.
Entre las variadas entidades que pueden estar participando en el correlato mental del medio relevante del niño en el presente que está viviendo, cada vez con mayor frecuencia se encuentra a una entidad a la que los demás llaman “Pablito”, que se ha ido gestando y estructurando paulatinamente, como consecuencia del lenguaje que con él emplean quienes le rodean para referirse a él cuando mencionan su nombre, lenguaje que en oportunidades hace referencia no solo al “aquí y ahora” de Pablito, sino también a eventos y acciones pasadas y futuras en las que se le involucra, y que activan memorias relativas a esas experiencias de vida. Para el niño no representa mayor dificultad el ir estructurando a esta entidad. De hecho, entre los dos y cuatro años el niño es capaz de generar entidades como el conocido “amigo imaginario”, que incorpora en la representación mental de su medio relevante, y que moviliza convenientemente. Los amigos imaginarios pueden ser de distinta naturaleza, tanto personas como objetos, juguetes o personajes inventados. En ocasiones sus propios sentimientos negativos se los atribuyen a ellos, por ejemplo para evitar un castigo, y no dudan, si valoran que les resulta provechoso, incluso asignarles su mismo nombre.
Mencionaba anteriormente que inicialmente Pablito” es una palabra que el niño aprende conforme al uso que hacen de ella quienes le rodean. Inicialmente “Pablito” es solo un sonido y paulatinamente va adquiriendo significado conforme a sus experiencias de vida en las que interviene esa palabra. Pablito es bueno, está llorando, se come toda la comida, etc., infinidad de experiencias de vida van perfilando la diversidad de potenciales significados que puede adquirir esta recurrente entidad. El individuo inicialmente reconoce en la entidad “Pablito” una entidad más, pues se gestó y se ha ido estructurando con similares mecanismos con los que se gesta y estructura una entidad como su hermano, sus padre, el perro de la casa, etc. Sin embargo, para el individuo, a poco andar, Pablito deja de ser una entidad cualquiera. En efecto, sus experiencias de vida van estableciendo un lazo cada vez más fuerte entre las acciones que lleva a cabo el individuo y la entidad Pablito. En definitiva, por supuesto dicho lazo no son sino asociaciones entre memorias, que asocian las acciones del individuo con las de la entidad Pablito, entidad que, como hemos visto no se gesta voluntariamente. Pablito es creado y caracterizado por el lenguaje que terceros emplean para referirse a el, cuando aluden al niño por su nombre.
La importancia que llega a tener Pablito es significativa, pero no nos confundamos, el individuo, recordemos, es el eje de la vida. No es sólo un cuerpo material, ni un cuerpo material con vida, es, un cuerpo material con vida, que postula a seguir viviendo y que dispone de una utilitaria herramienta llamada cerebro, la que incluso contiene al momento de nacer, en un amplio despliegue de neuronas, la representación del muy material cuerpo del individuo. Pablito no es el individuo, ni es el cuerpo del individuo. Es una muy particular entidad, que está representada en agrupaciones de asociaciones de memorias, inexistentes al momento de nacer. De allí que no puede llegar a existir fusión entre Pablito y el individuo, y no puede haberla, pues la aparente fusión está limitada a asociaciones, que van estableciéndose entre la diversidad de memorias y centros neuronales que utilitariamente representan al individuo y aquellas que representan a la entidad Pablito, como consecuencia de la experiencia de vida del niño en las está incorporada dicha entidad, experiencias de vida que durante los primeros años de existencia del menor se gestan, básicamente, como resultado del lenguaje que emplean quienes le rodean cuando hacen mención a dicha entidad.
Las acciones y estados emocionales asociados a las acciones que le asignan a la entidad Pablito quienes rodean al menor, el individuo se las asigna a dicha entidad, acciones, y emociones que muchas veces guardan estrecha relación con las acciones y estados emocionales del individuo. El vínculo, la asociación entre ambos, se refuerza día a día a través de la experiencia de vida del menor.
La “magia” del lenguaje humano se sustenta en el lazo que llega a establecerse entre el individuo y Pablito y en que el individuo está “irremediablemente atado” a un cuerpo material y a las leyes que gobiernan a la materia, y por siempre habrá de estarlo, en tanto que Pablito, como cualquier otra entidad gestada como consecuencia del lenguaje, puede situarse en los más diversos escenarios en los que una entidad puede tener cabida en el correlato mental del medio relevante del individuo en el momento que está viviendo, representación mental que, según hemos visto, permite situar por la vía del lenguaje, a entidades en lo atemporal e inmaterial.
Le puedo enseñar varias docenas de palabras a mi perro, pero jamás podrá llegar a entender el significado de la palabra “ayer”. Para acceder a ello, el individuo precisa no solo de una abundante experiencia de vida, sino de “movilizar” a una entidad en el ayer, desde el presente que está viviendo el individuo.
La “individualidad” está asociada a un muy material cuerpo, sostén de la vida, que está situado en un muy material medio, por lo que evidentemente no le es dado participar a dicho cuerpo en las acciones atemporales e inmateriales que se gestan por intermedio del lenguaje que escucha o emplea el niño, y que hace referencia a la entidad Pablito. El cuerpo del individuo dispone de una representación mental corporal al momento de nacer, que está constituida por un complejo neuronal que está siendo permanentemente monitoreado, fundamental requisito para la supervivencia, en tanto que en el caso de Pablito, inicialmente su participación en el correlato mental del medio relevante del individuo tiene lugar como consecuencia de que alguien que está junto al niño, alude a Pablito. Es decir, inicialmente Pablito no forma parte permanentemente de la representación mental del medio relevante del individuo. No sólo eso, Pablito no existía al nacer el niño, es una creación de quienes le rodean, que va tomando cuerpo paulatinamente en los primeros años de vida a la par de irse incrementando las conexiones neuronales que asocian al individuo con la entidad Pablito. El individuo lleva a cabo acciones por medio de su cuerpo material; así ha sido desde los inicios de la vida sobre el planeta. El cuerpo material es el sujeto de la vida, el sostén de la supervivencia. La entidad Pablito, que inicialmente se va gestando por medio del lenguaje que el niño escucha, se construye con similar mecanismo al que emplea el cerebro del niño para generar una entidad como la abuelita en el cuento Caperucita Roja, solo que, paulatinamente se va estableciendo un vínculo cada vez más fuerte entre dicha entidad y el individuo. La entidad Pablito se llega a convertir en una muy particular entidad, luego de haber comenzado a dar sus primeros pasos como “una más” entre las muchas que en alguna oportunidad han participado en el correlato mental del medio relevante del individuo, y que por ende formaron parte de una experiencia de vida del individuo.
Hemos visto del aporte del lenguaje para la supervivencia, a partir del ejemplo de los monos verdes. Allí se destacó la transferencia de información que se consigue por intermedio del lenguaje, en ese caso una muy difusa representación mental de un segmento del medio relevante –el águila en el aire- que sin haber sido percibido directamente, lo fue por la vía del lenguaje. El mono que escucha la señal de alerta consigue el equivalente a un “ponerse en el lugar” de quien sí la está percibiendo, con las limitaciones ya descritas, esto es, rescata una difusa representación en cuanto a tiempo/espacio en que está ubicada el águila en relación al mono que sí la está percibiendo a través de la vista, pero a su vez completamente definida en lo fundamental que atañe a su supervivencia: que es un águila y que representa peligro.
Hice mención a que los humanos disponemos de un muy amplio lenguaje, lo que trae como consecuencia que el ser humano pueda, en el correlato mental de su medio relevante, contar, en el presente que está viviendo, con una significativa proporción de segmentos de dicha representación mental que han sido generados a través del empleo del lenguaje. Cuando se analizó lo que hay tras un cuento como el de caperucita roja, quedó en evidencia que en el escuchar lenguaje hay un “dejarse conducir” y un “ver” lo que pretende transferirme quien habla. Es decir, en el “seguir” una conversación hay un “compartir” escenarios, muchas veces en ausencia de elementos materiales que pudieran operar como referencia común para ambos. Una cosa es “ver” una muralla blanca y otra muy distinta es escuchar a alguien decir “una muralla blanca”. La primera forma parte del medio material y adquiere su significado conforme al particular contexto del medio material relevante del individuo, en tanto que la segunda forma parte de ese particular mundo al que hemos visto es posible acceder por medio del lenguaje. La frase “una muralla blanca” no necesariamente hace referencia a una muralla que se ubica en el medio material y la neutralidad del lenguaje humano permite que adquiera su significado al momento en que la frase se dice, sin que necesariamente “una muralla blanca forme parte del medio material.
Este “ir viendo lo que quiere mostrarme”, en el que vive inmerso el niño durantes sus primeros años de vida, evidentemente tiene implícito un “veo lo que los otros ven”, un “ver a través de los ojos de terceros”, un “ponerse en lugar de”, y constituye el pilar de lo que se conoce como Teoría de la Mente. Esta capacidad de ponerse en el lugar de otro, es, y ha sido, como todo lo nuestro, sujeto de evolución. Por ello se entiende que el grado en que la hemos desarrollado a la fecha dista mucho de permitirnos un real ponerse en el lugar del otro. Sin embargo tampoco corresponde restarle méritos por el grado en que la tenemos desarrollada pues a dicho grado le debemos aquello que nos distingue más radicalmente de los restantes seres vivos.
Los seres humanos, a la par de la evolución del lenguaje que nos caracteriza hemos ido mejorando la capacidad para configurar complejas representaciones mentales de entidades, en particular de sus semejantes humanos. Mejorar la capacidad de proyectar adecuadamente el estado futuro del medio, en el caso particular de los humanos, cuyas acciones en grado superlativo dicen relación con interacciones con otros seres humanos, pasa precisamente por disponer de más fidedignas representaciones mentales de nuestros congéneres. A mayor fidelidad, mayor efectividad de la proyección del futuro en aquellos escenarios futuros en los que interactuaremos con otros seres humanos.
No puedo dejar de hacer la observación siguiente: desde la atalaya que nos hemos situado para observar lo atingente al “cómo me ven” y al “ponerse en el lugar de”, es del todo coherente postular que mi perro también posee la capacidad de “ponerse en mi lugar”. La definición que a la fecha impera del “ponerse en el lugar de”, entre los estudiosos del tema, no da cabida para que mi perro posea, en grado alguno, tal capacidad. Sin embargo, es evidente que conforme a la experiencia de vida que tiene mi perro en su interacción conmigo, consigue, con bastante efectividad cuando estoy interactuando con él, realizar proyecciones del futuro muy eficaces en lo que respecta a su interacción conmigo. Sin ir más lejos, detecta mis estados de ánimo con mayor efectividad que la que yo reconozco poseer en algunas oportunidades para detectar, inconscientemente por cierto, el estado de ánimo de mis semejantes. Mi perro sabe actuar en consonancia con mi estado de ánimo. Los estudiosos del tema han focalizado su atención en tan solo un particular aspecto del “ponerse en el lugar de”, ignorando lo que subyace tras el “cómo me ven” y de que manera éste está relacionado con el “ponerse en el lugar de”.
Si bien el lenguaje humano sumado a nuestra naturaleza gregaria afectiva, han influido en el aumento de la capacidad para almacenar experiencias de vida en las que nos relacionamos con nuestros semejantes, lo que ha traído como consecuencia un aumento del grado del “ponerse en el lugar de”, el lazo, la auténtica comunión que llega a establecerse entre el individuo y Pablito, en definitiva conexiones entre neuronas que asocian memorias, lo han fortalecido, y expandido, al asignarle a dicha entidad emociones y sentimientos, por los sentimientos y emociones que experimenta el individuo.
El ejercicio de “ponerse en el lugar de” que desde corta edad comienza a cobrar cuerpo en el niño, en caso alguno implica fusión entre el individuo y Pablito, ni elimina la participación de este último en el correlato mental del medio relevante del individuo. Al individuo, por medio del lenguaje propio que emplea, le es dado “movilizar” a Pablito prácticamente a voluntad en el correlato mental del medio relevante del individuo. A su vez, el lenguaje que escucha el individuo da lugar para movilizar a Pablito. Para el individuo, es Pablito quien está viviendo en un ayer cuando su madre le pregunta al niño “¿hiciste ayer las tareas?”. Para el individuo, todo ello transcurre en el presente que está viviendo, presente que se manifiesta en el correlato mental de su medio relevante. En dicho correlato tiene cabida un Pablito que está situado en el ayer. Recordemos sin embargo que inicialmente la acción de Pablito y de toda otra entidad que participa en el correlato mental del medio relevante del individuo está limitada al presente. Durante el transcurso del relato de caperucita roja, todas las entidades están viviendo un presente que es compartido con el presente que vive el individuo. Auque, por supuesto, es un presente muy particular pues el correlato mental del medio relevante tiene segmentos en los que opera lo atemporal e inmaterial, necesaria condición para que tenga cabida la movilidad de los personajes de un cuento como Caperucita Roja.
Con la debida experiencia de vida en el manejo del lenguaje, el menor comienza a distinguir lo que llamamos realidad de aquello que conocemos como fantasía.
El histórico e indisoluble lazo existente entre el individuo y su cuerpo material no da lugar a que el individuo transite por mundos atemporales e inmateriales en tanto que Pablito si puede hacerlo, al igual que muchas otras entidades que pueblan el cerebro del niño en un momento dado. Así como el individuo, a través de la experiencia de vida va generando una biografía de las entidades más relevantes que forman parte de su diario vivir, le asigna a Pablito una biografía acorde a la histórica participación que ha tenido en su correlato mental del medio relevante. Como imaginarán, la biografía de una entidad es la información contenida en experiencias de vida del individuo en la que ha participado dicha entidad. Por su parte, la biografía del individuo está contenida en la información que almacenan sus memorias, de sus experiencias de vida. En esas experiencias de vida han participado diversas entidades, entre las que destaca Pablito.
Sin duda que las neurociencias en algún momento llegarán a establecer el elevado grado en el que el ser humano ha desarrollado la capacidad y los mecanismos para configurar complejas representaciones mentales de entidades, en particular de sus semejantes humanos. Y no debería llamarnos la atención que el “cómo me ven” juegue un importante rol en el proceso evolutivo que nos ha conducido a ser como somos.
Es del todo coherente con los aspectos esenciales de los seres vivos que estudiamos al comienzo de este trabajo, asumir que el “cómo me ven” está al servicio de la vida. Lo cierto es que, más que coherente, es evidente. A su vez, una potenciación del grado en que opera el “cómo me ven” está aparejada a una mayor capacidad de el “ponerse en el lugar de”. Vimos por otra parte que sin existir fusión entre el individuo y la entidad Pablito, están fuertemente ligados. Para un Pablito adulto, lo que “le sucede” a Pablito le sucede al individuo, independientemente de que Pablito constituye para el individuo tan solo un segmento de su correlato mental de su medio relevante. Es decir, la arquitectura cerebral distingue la biografía de Pablito de la biografía del individuo, así como distingue la biografía de su madre de la de su padre. La de su padre, su madre y la del propio Pablito, son solo una parte de la extensa recopilación biográfica de que dispone el individuo para representar su propia biografía, esto es, sus experiencias de vida.
Si bien inicialmente son las biografías de su madre y las de quienes más interactúan con el niño las más extensas y detalladas, con el pasar del tiempo es la biografía de Pablito la que ocupa un lugar central, biografía que contempla un extenso repertorio de emociones y sentimientos asociados a ella.
La capacidad de “ponerse en el lugar de”, que como vimos tiene que ver con la capacidad para proyectar el futuro en el que participan otras entidades, da lugar para “ponerse en el lugar” de cualquier entidad. Nos sucede por ejemplo cuando vemos una película, oportunidad en la que un raudal de distintas emociones nos recorren como consecuencia de un “deambular” a través de la vivencia de las distintas entidades que la película va mostrando. Evidentemente la Atención que se le presta a uno u otro personaje juega un rol fundamental en el grado en que opera el “ponerse en el lugar de” uno u otro personaje.
Gracias al amplio lenguaje humano, a cuya extensión le debemos su “neutralidad”, nos fue posible llegar a construir correlatos mentales del medio relevante que cuentan con una elevada participación en ellas, de entidades y sucesos surgidos como consecuencia de la acción del lenguaje. Todo el lenguaje fue aprendido, y en su ejercicio, al escuchar, fuimos siendo conducidos a través de los mundos atemporales e inmateriales que surgieron como consecuencia de los mundos atemporales e inmateriales que las personas que nos hablaron pretendían transferirnos cuando su lenguaje no hacía referencia a lo que estaba sucediendo en el mundo de la materia.
La entidad Pablito es el vehículo, el individuo el conductor y el lenguaje el combustible que le permite al ser humano trasladarse por mundos inmateriales y atemporales.
La entidad Pablito ha sido estructurada fundamentalmente por el lenguaje de terceros que el menor escucha durante la infancia y que hacen referencia a él. De un momento a otro, por la vía del lenguaje que emplea el niño, le es dado a Pablito trasladarse sin límites de distancia, incorporando nuevos paisajes al correlato mental del medio relevante del individuo, y que por ende forman parte de la experiencia de vida del individuo, experiencia de vida que así como incluye a la entidad Pablito, puede incluir a muchas otras y que evidentemente no solo incluye a entidades. El lenguaje escuchado o empleado diagrama, con todas las deficiencias y limitaciones que le son propias al lenguaje humano, y que en parte quedaron de manifiesto cuando vimos el ejemplo de la descripción de la puesta de sol, inéditos escenarios, diagramados trazo a trazo, a los cuales sería imposible acceder de no disponer de una entidad como Pablito.
El individuo es un cuerpo con vida. El cuerpo está debidamente cartografiado en el cerebro en el momento en que se nace. La cartografía cerebral que representa a Pablito, al que en lo sucesivo me referiré indistintamente como Pablito o el Ser, se hace, se construye, y el poderoso nexo que se establece entre ambos (conexiones entre neuronas en definitiva) da lugar a que el individuo le asigne al Ser, así como le asigna emociones y sentimientos, sensación de identidad. Para ello, cumple un rol fundamental el “cómo me ven”.
La biografía del Ser, (la biografía de Pablito), en caso alguno constituye la biografía del individuo. Esta última excede a la biografía de Pablito. Toda experiencia de vida del individuo evidentemente forma parte de su propia biografía, en tanto que la biografía de Pablito dice relación con aquella biografía que el individuo le asigna al Ser, quien “nació” sin biografía. Posteriormente, existirá una fuerte comunión entre ambos. Pablito no tiene ojos para ver ni oídos para escuchar. Es el muy material cuerpo, instrumento del individuo, el propietario de ellos. El individuo es rey de reyes. Sin embargo ello no impide, al fortalecerse el lazo que los une, asignarle a Pablito la acción de ver y escuchar. En realidad el individuo no tiene opción, y le asigna a Pablito el ver y escuchar. El fuerte nexo que llega a establecerse entre el individuo y Pablito lo exige y cuando alguien le habla, se está dirigiendo a Pablito. Por esta vía se gestó dicha entidad. Se activa la participación de Pablito en el correlato mental del individuo cuando le hablan al individuo. El grado de atención que el individuo le asigne a la acción de escuchar condicionará la “actividad” de Pablito en el correlato mental del medio relevante del individuo. El contenido de lo escuchado activará infinidad de memorias en el cerebro, sin embargo el “dibujo” que va trazando lo que se escucha, esa sesgada representación a la que vimos se accede cuando analizamos la experiencia de la puesta de sol, constituirá experiencia de vida que el individuo le asigna a la entidad Pablito. Pablito llegará a estar permanentemente presente en el correlato mental del individuo, pero la actividad que esté llevando a cabo dependerá del rol que le corresponda representar en dicho correlato mental jugando la Atención un papel fundamental. La neutralidad del lenguaje humano da lugar a seleccionar convenientes significados de lo que escuchamos, sesgados por supuesto. Recordemos que el aumento de grado del “ponerse en el lugar de” a que accedió el ser humano a la par del lenguaje que le caracteriza, está aparejado a un aumento de grado del “cómo me ven”, por lo que no debe llamarnos la atención que cuando ya existe un fuerte lazo entre Pablito y el individuo, el “como me ven” del individuo es el “como ven” a Pablito. Una consecuencia de ello, deriva en que las acciones del individuo apunten a proteger a Pablito. Recordemos que inicialmente, cuando el vínculo comenzaba a formarse, el niño no duda en culpar a Pablito de sus acciones reprochables.
Un Pablito que es reprendido, debe ser conducido a un escenario más favorable por el individuo para el instante siguiente de vida. Un adecuado manejo del “como me ven”, producto esto último de una amplia experiencia de vida, permitirá que en el “ponerse en el lugar de” tenga cabida por ejemplo una mentira, con favorables resultados. Por el contrario, acudir a una mentira disponiendo de una escasa experiencia de vida puede conducir a un desagradable futuro inmediato. En efecto, como vimos anteriormente, en oportunidades el menor no duda en atribuirle a un amigo imaginario una falta cometida, incapaz de “ponerse en el lugar de” su madre, y apreciar que desde esa perspectiva su mentira no tiene otro destino que agravar su falta. Recordemos que el grado de efectividad de el “ponerse en el lugar de” viene dado por la efectividad de proyectar el accionar de su madre para el siguiente momento de vida. Siendo adultos no dudamos en mentirle a nuestro hijo y afirmarle que existe Santa Claus, pues inconscientemente hemos valorado la incapacidad de nuestro hijo para detectar nuestra mentira. Realizamos este ejercicio a través de un adecuado “ponerse en el lugar” del niño.
El lenguaje humano es constructor de realidades para el individuo, en particular, de la realidad de Pablito.
Cuando se hace uso del lenguaje propio, el individuo no puede sino percibirse como gestor de la acción del lenguaje (es el muy material cuerpo, que se encuentra indisolublemente atado al individuo, el que gobierna la acción física necesaria para llevar a cabo la acción del lenguaje), pero asigna a Pablito el resultado de la acción del lenguaje. El vínculo existente entre ambos posibilita esta dualidad.
Las expectativas que hay tras el uso del lenguaje, expectativas que son valoradas por el individuo previo al momento en que se hace uso del lenguaje propio, dejan de ser expectativas al hacer uso del lenguaje, pues la palabra se incorpora al correlato mental del medio relevante del individuo formando parte de la experiencia de vida. Hemos visto previamente que existen mecanismos en el cerebro que valoran el grado en que las expectativas se cumplen. En el empleo del lenguaje también operan dichos mecanismos. A partir de un amplio escenario de expectativas de acción se selecciona una en particular, esto es, la específica palabra que se emplea. Esta palabra fue seleccionada, en un proceso inconsciente por supuesto, para que su empleo condujera hacia un específico escenario que se “visualizó” en la proyección del futuro. Al momento en que se hace uso de la palabra, el cerebro le asigna un significado a partir de un amplio abanico de significados potenciales. Sobre esto último, recordemos que, a diferencia de los restantes lenguajes, el lenguaje humano posee una “neutralidad” que le otorga una particular plasticidad al significado que puede adquirir una palabra al momento en que es empleada. El significado que en definitiva se le asigna, podríamos decir que sería el ideal si se produce un “calce perfecto” entre la “proyección del futuro” que un momento antes se tenía y el correlato mental del medio relevante de que se dispone al momento en que se emplea la palabra. Sin embargo, sabemos que no existe un calce perfecto; no contamos con una bola de cristal. De allí que la palabra seleccionada, al momento de ser empleada consiga activar memorias que previamente no lo estaban, o si lo estaban, estaban activadas en diferente grado, dando lugar con ello, a nuevas expectativas. En tal sentido, el lenguaje humano es auto generativo, toda vez que su empleo da lugar a recurrir sucesivamente a su empleo. En tanto no se haga uso de una palabra no se puede tener consciencia de ella, pues recién en el acto de decirla el individuo le asigna a la biografía de Pablito la experiencia de vida correspondiente. De allí, el restringido, aunque en general muy nítido, escenario que para los seres humanos constituye lo que llamamos “actuar consciente”, en comparación con el amplio escenario del mundo inconsciente del individuo, cuya dinámica, esta última, excede en mucho al muy particular segmento de la representación mental del medio relevante del individuo que representa a Pablito, y de cuyo contenido extrae el individuo lo que valora como experiencia de vida de Pablito. En efecto, la biografía de Pablito es una pequeña parte de la biografía del individuo. La información que a diario percibimos, toda ella, forma parte de la biografía del individuo en tanto que podemos ser conscientes sólo de la biografía de Pablito. En caso alguno ello significa que la biografía de Pablito sea exigua. Solo que, comparativamente, aparenta serlo. Infinidad de información inconsciente forma parte de la biografía del individuo. Instante a instante lo que percibimos está activando vastos conjuntos de memorias. Cada paso que damos en una caminata precisa de un complejo procesamiento, al cual estamos ajenos conscientemente. Cada músculo que movemos es gobernado por el individuo, y si bien podemos tener conciencia de un paso que acabamos de dar, en caso alguno disponemos conscientemente de la enorme cantidad de información que ha procesado el cerebro para lograr tal objetivo. En tal sentido es que no tiene lugar una comparación entre la experiencia de vida de Pablito y la experiencia de vida del individuo.
Como contrapartida a lo que describiera como un restringido escenario para el actuar consciente, la existencia de una entidad como Pablito da lugar para que el potencial de la acción del lenguaje humano se expanda en un grado tal, que le permiten generar al individuo, por la vía de emplear a una entidad como Pablito, verdaderos mundos inmateriales y atemporales factibles de incorporar a su correlato mental del medio relevante. En estos “mundos” es una suerte de observador de lo que en ellos sucede. El compromiso que el individuo tiene con su muy material cuerpo impide que haga suyas algunas experiencias de vida que sí puede atribuirle a Pablito. Son experiencias de vida de Pablito, “observadas” por el individuo, y en tal sentido, por supuesto, constituyen experiencia de vida del individuo.
Si reproducimos el sonido de una señal de alerta por águila ante un grupo de monos verdes, el mono verde que la escucha incorporará a un águila en su correlato mental de su medo relevante. Por cierto esa águila no está formando parte, materialmente hablando, de su entorno. De allí que podemos afirmar que en ese caso el correlato mental del medio relevante del individuo “mono verde” posee un segmento que no es un correlato del mundo material. Lo cierto es que los monos verdes viven en estrecha comunión con el mundo material Si un mono verde supiera mentir, cuando lo hiciera induciría en los monos verdes que lo escuchan, la gestación de un segmento de su representación mental del medio relevante que no tiene su correspondiente correlato en el mundo material. Pero sabemos que ellos no saben mentir, y que además la extensión y potencia de su lenguaje, comparativamente hablando en relación a la de los humanos, es ínfima.
Toda acción tiene como fundamento de ella, es decir se ha originado, en virtud de las expectativas que ofrecía su ejecución, lo que es “valorado” por el cerebro empleando, en lo fundamental, una herramienta que ya vimos poseen todos los seres vivos, la proyección del futuro, en un complejo proceso mental cuyo actor principal puede parecernos que es el cerebro. Sin embargo el cerebro no es mas que una muy útil herramienta; el actor principal es el Individuo. Por él y para él existe el cerebro.
Con el lenguaje, al individuo le es dado un auténtico vagar por mundos atemporales e inmateriales vía Pablito, que es una entidad que ha ido adquiriendo sus características, por las características que aquellos que se relacionan con el menor ven en el y que se las manifiestan. No existen límites de espacio o tiempo para situar a Pablito. El individuo no transita por estos parajes, los “observa”. El individuo porta un cuerpo material cuyo correlato mental está asociado, por toda una historia evolutiva, a lo realizable por el cuerpo material, en un mundo material. La aparente unicidad que percibimos que existe entre Pablito y el individuo proviene del grado en que está asociado en el cerebro la entidad Pablito con el individuo. Sin duda que la estrecha conexión que se gesta entre la representación mental de Pablito y la representación mental corporal establecen un lazo indisoluble entre éste y el individuo. El individuo tiene un cuerpo capaz de sentir y por la asociación que éste tiene con Pablito surge un Pablito al que el individuo le atribuye la capacidad de sentir. Si bien inicialmente al niño le resulta viable culpar a un amigo imaginario de haber volcado el plato con comida que está frente a él, al fortalecerse el lazo entre ambos, sus acciones corporales son asignadas a Pablito. Cuando culpa a un amigo imaginario de haber volcado el plato de comida, no está mintiendo. Con el tiempo aprenderá a mentir y sabrá que lo está haciendo. En un adecuado “ponerse en el lugar de” valorará que su mentira no sabrá reconocerla como tal su interlocutor.
Habiendo quedado claro, eso espero, el rol que desempeñan el Individuo, el Ser (Pablito), y el cuerpo material, es del todo pertinente realizar algunas aclaraciones. Para el individuo, el cerebro constituye una utilitaria herramienta, que le permite almacenar su experiencia de vida, con todo lo provechoso que hemos visto resulta ser aquello. La experiencia de vida constituye el referente para la proyección del futuro y para sostener y actualizar el correlato mental del medio relevante. Lo primero posibilita el generar alternativas de acción asociadas a específicas (aunque no siempre bien definidas) expectativas. El Ser no posee un cuerpo material, en términos de disponer de una específica arquitectura neuronal que desempeñe en el cerebro el rol de representar el “cuerpo” del Ser. Como contrapartida, llega a estar íntimamente asociado, en el cerebro, con la representación mental corporal, lo que posibilita que reconozcamos, conscientemente, ser propietarios de nuestro cuerpo material.
Todo indica que no sólo se precisa de procesos cerebrales específicos para llegar a disponer de un Ser. Paralelamente a la evolución del lenguaje, la arquitectura del cerebro fue registrando cambios. No es claro cuanto depende de dicha arquitectura la capacidad para gestar el Ser, sin embargo los esfuerzos que a la fecha se han hecho por enseñarle un extenso y complejo lenguaje a otros seres vivos con cerebro para pretender que por esta vía accedan a emular al ser humano revelarían que la arquitectura cerebral juega un importante rol. No es aventurado asumir que el “cómo me ven” –y por ende el “ponerse en el lugar de”- forman parte de la arquitectura cerebral.
Haré una recapitulación en la que veremos cómo va evolucionando en los primero años de vida el Ser.
Inicialmente, para el individuo, todo sucede en el presente que está viviendo; no hay otro espacio para ello. Las entidades que inicialmente participan en su correlato mental del medio relevante, estás todas llevan a cabo su accionar en el presente.
A diferencia de lo que sucede con los monos verdes, el lenguaje que escucha el niño no necesariamente hace referencia a sucesos que tienen lugar en el mundo material. En estos casos, la incerteza que es propia de la herramienta que he descrito como “actualización del presente”, herramienta de la que disponen todos los seres vivos con cerebro, le permite al menor darle maleabilidad al tiempo. Recordemos el ejemplo del perro que nos está persiguiendo (el ejemplo pudo haber considerados a un conejo y un zorro) y al que en ese momento no estamos percibiendo. Una convenientemente borrosa zona en la fotografía mental del correlato mental del medio relevante está asociada a aquello que está sucediendo a nuestras espaldas. Si supiéramos con certeza que el perro en ese momento se encuentra a un metro de distancia, la proyección del futuro sería distinta a la que construiría nuestro cerebro si sabemos con certeza que se encuentra corriendo tras nosotros a veinte metros de distancia, o si se ha detenido. Sin embargo, no lo estamos percibiendo en este momento y puede estar cerca, lejos o detenido. El correlato mental que representa lo que está tras nuestro, donde por supuesto destaca un perro que nos persigue, es la más conveniente representación que el individuo consigue hacer, a partir de la información que obtiene de su experiencia de vida. Cuando de pronto nos ladra el perro, se torna menos borrosa esa zona de la fotografía de lo que sucede tras nuestro, en lo concerniente a la ubicación espacial del perro. No está a veinte metros nuestro ni detuvo su carrera, su ladrido lo localiza inmediatamente tras de mi, e indudablemente una auténtica maleabilidad del tiempo tiene lugar en ese momento, necesaria condición para “trasladar” en un instante de lugar al perro en nuestro correlato mental del medio relevante y deja de ser una alternativa probable el que se encuentre detenido o a veinte metros.
Siendo la actualización del presente una herramienta de todos los seres vivos con cerebro, gracias al lenguaje que empleamos los humanos adquiere una especial potencia. Tanto así que permite que una caperucita roja en veinte segundos lleve a cabo un conjunto de acciones físicamente imposibles de realizar en el mundo material en tan breve lapso de tiempo.
Se comienza a gestar Pablito y paulatinamente va aumentando su participación en el correlato mental del medio relevante del individuo. Su participación, al igual que la participación de su madre o de cualquier otra entidad, genera una biografía de la entidad Pablito. Tenue, difusa al comienzo.
Así como cuando al niño le hablan de su hermano sin que esté presente, y con ello incorpora en su correlato mental del medio relevante a la entidad “hermano”, el lenguaje que emplean con el niño, cuando se refieren a el, incorpora, o fortalece, la participación de la entidad Pablito en el correlato mental del medio relevante del individuo, situándolo en dicho correlato conforme lo dispone el lenguaje que escucha el menor.
Al fortalecerse el vínculo existente entre Pablito y el individuo, el “cómo me ven” del individuo pasa a ser el “como ven” a Pablito, adquiriendo con ello Pablito un rol protagónico en la vida del individuo.
El grado de “atención” que el individuo le asigna a la participación de Pablito en el correlato mental del medio relevante del individuo, da lugar al grado de consciencia al que los humanos podemos acceder. Tenemos consciencia de que estamos escuchando un concierto sin que necesariamente estemos pensando en ello. El individuo le asigna a Pablito la experiencia de estar escuchando el concierto. En medio del concierto, haciendo uso del lenguaje podemos recordar el compromiso que debemos cumplir mañana, lo que constituye (el recordar) un acto consciente, experiencia de vida de Pablito. Fue Pablito quien se desplazó a ese mañana en el cual destaca el compromiso en cuestión. No se deja de tener consciencia de que se está escuchando el concierto al momento de pensar en mañana. El muy material cuerpo está ahí, en la sala. Es un cuerpo que, cuando somos adultos, está íntimamente asociado en el cerebro con la entidad Pablito, pero en caso alguno se encuentran fusionados, de allí que puede accederse a la singular dualidad, “estar aquí” y “estar en lo que eventualmente sucederá mañana”. El lazo existente entre el individuo y Pablito, lo permite.
El acto de recordar, que implica pensar, precisa del uso del lenguaje. No me es posible saber lo que pienso antes de decirlo, pues antes de decirlo no constituía experiencia de vida de Pablito, ni del individuo. Para el individuo formaba parte de su proyección del futuro.
Para pensar se seleccionan las palabras a emplear. Una palabra que se emplea ha formado parte, previamente, de una proyección del futuro y una proyección del futuro es lo que su nombre indica y por ende no constituye experiencia de vida. De la experiencia de vida se nutre el individuo para realizar la proyección del futuro.
El Ser es una entidad a la cual le está permitido acceder, a través del uso del lenguaje, a segmentos de su biografía. No me resulta difícil recordar parte de lo que hice ayer. Evidentemente que las memorias asociadas a dichos recuerdos pueden ser activadas por otras vías aparte del lenguaje, pero en esos casos no conduce a un acto consciente, por no constituir experiencia de vida dicha activación de memorias. Cruzarnos en la calle con la misma persona con quien nos cruzamos ayer, en el mismo lugar, persona a la que no habíamos visto antes de ayer, da lugar a la activación de memorias que relacionan ambos eventos, lo que puede llevarnos a que recién hoy tomemos conciencia de algo sobre lo que ayer no tomamos consciencia. El grado de atención que le asigne el cerebro, como consecuencia de relacionar ambos eventos, puede conducirnos a ello, y hacernos pensar “a esta mujer la he visto en alguna parte”, incapaces, por el momento, de recordar cuando y donde. Al decir la frase “a esta mujer la he visto en alguna parte” potenciamos la activación de algunas memorias previamente activadas en menor grado, relacionadas con la mujer que estamos viendo, lo que tal vez nos permita decirnos “ayer fue cuando la vi”. Con una adecuada repotenciación, al emplear la frase “ayer la vi”, de las memorias asociadas con lo que ayer hice, tal vez acceda a un “aquí mismo la vi”.
En la diagramación de un modelo de la consciencia que pretenda explicarla, no puede estar ausente la descripción del rol que le compete a la Atención. Hemos visto previamente que la representación mental del medio relevante del individuo, esa suerte de “fotografía borrosa” con la que metafóricamente se le asociaba, se caracteriza por que en ella destacan algunos segmentos de dicho medio relevante, y expliqué el rol que le cabía a la Atención en ello. Es indudable que en la biografía del Ser destacan algunos aspectos más que otros. Recordemos que el actuar consciente resulta ser lo que el individuo asume constituye experiencia de vida de Pablito. Si no tomamos consciencia del acto de cruzarnos en la calle con la persona al momento en que nos cruzamos por primera vez, es consecuencia directa del escaso grado de activación de las memorias asociadas a ese segmento de la representación mental del medio relevante. Por más desconocida que resulte ser la persona en cuestión, si hubiera ido caminando desnuda, sin duda que habría llamado nuestra atención inconscientemente inicialmente y un instante después, conscientemente. Que al día siguiente lo consigamos recordarnos de dicha persona (que llevaba ropa), puede deberse a diversas causas que condujeron a una adecuada activación de las memorias asociadas a tal evento, entre las que por supuesto participa, entre otros, el mismo sustrato de memorias que participó ayer en la diagramación del correlato mental del medio relevante del individuo. En todo caso lo vivido hoy, en relación al hecho de haberme cruzado nuevamente con la misma persona, por razones obvias (en una mente sana) no puede modificar una biografía construida ayer. La de hoy, es una notoriamente más detallada biografía del ser, en lo que compete a la participación en la biografía del Ser que se está construyendo en ese momento, de la persona con quien nuevamente nos encontramos. Cuando alguien nos da un aburrido discurso con facilidad nos distraemos y llevamos la acción de Pablito a situarlo por ejemplo en lo que debemos hacer en un rato mas. Cada palabra que dice nuestro interlocutor activa memorias asociadas a dicha palabra, pero nuestra atención “está en otra parte”. En nuestro inconsciente van quedando registradas cada una de las palabras escuchadas, y al momento de ir escuchándolas evidentemente se van incorporando a la experiencia de vida del individuo, a la vez que forman parte de una mas bien borrosa zona del correlato mental del individuo (memorias débilmente activadas) en la que se representa lo que está viviendo el cuerpo de Pablito (por la asociación que existe entre el cuerpo del individuo y Pablito) y la acción de escuchar de Pablito. Ello no impide un paralelo accionar de Pablito, y situarlo en aquello que he de hacer en un rato más. Ante una pregunta de nuestro interlocutor, pregunta que tiene la particularidad de llamar nuestra atención, inconscientemente en forma inicial, adquirirá relevancia no solo aquello que ya estaba presente, como parte de la biografía de Pablito y por ende como un acto consciente, sino que adquirirá relevancia esa difusa representación mental que dice relación con la experiencia de vida de Pablito en el acto de escuchar hablar a mi interlocutor. La facultad que tenemos los humanos de conseguir, a través de la acción del lenguaje, tener eventualmente hoy un mayor nivel de consciencia que el nivel de consciencia que tuvimos ayer, de un evento sucedido ayer, esto es, incrementar la experiencia de vida del Ser en lo relativo a una experiencia vivida previamente, nos otorga una percepción de “voluntad del Ser” cual si el Ser fuera dueño de nuestro pasado, generándose como consecuencia de ello una suerte de individualidad asociada al Ser, que se diferencia del individuo en cuanto a que le es dado a dicha individualidad, que consigue trasladarse por escenarios inmateriales y atemporales, reconfigurar la biografía del Ser. Es decir, cobra vida para el individuo. Para el individuo, el Ser le habita. Lo anterior implica que para el individuo, el Ser cobra vida propia, cual si tuviera voluntad. Sin activar convenientemente a Pablito, no se accede a los mundos inmateriales y atemporales que provee el empleo del lenguaje. No debe llamar la atención lo anterior, pues nada de lo descrito anteriormente sería posible de no disponer de una entidad como Pablito capaz de acceder a experiencia de vida en la atemporalidad e inmaterialidad en la que le es dado transitar.
Conforme a lo que hemos visto, es evidente que corresponde hacer una ¿redefinición? de la consciencia.
El “accionar consciente” es el accionar de Pablito. Con el lenguaje que se escucha o emplea, se activa el accionar de Pablito, en grado variable, conforme al rol que desempeñe dicha entidad en el correlato mental del medio relevante del individuo.
Para un ser humano, recordar una experiencia traumática a través del uso del lenguaje implica hacerle vivir a Pablito una mala experiencia, lo que por supuesto tiene un costo. En el cerebro está registrada la experiencia traumática y se activarán las memorias asociadas a esta experiencia, experiencia de vida de Pablito, en un grado que dependerá de “cuan cerca” se está de vivir dicha experiencia nuevamente. Sabemos que de la proyección del futuro del individuo surgen las acciones a realizar, por lo que trasladar a Pablito a una experiencia traumática ya vivida constituye una acción que tiene un costo que previamente se ha valorado en el amplio escenario de las expectativas de acción, sustrato del que se nutre la proyección del futuro para seleccionar las acciones que se ejecutan.
Al individuo le es dado identificarse con Pablito, por el lazo que los une. El individuo le asigna a Pablito un ámbito de acción que abarca tanto el medio material como los escenarios inmateriales y atemporales a través de los cuales le es dado transitar en la acción del lenguaje. El individuo no logra situar a Pablito en París sin el auxilio de la palabra París o del empleo de palabras que por la forma en que se emplean evoquen dicha ciudad. Mirar una pelota y escuchar la palabra “pelota” en ausencia del elemento “pelota” implican procesos y escenarios mentales distintos. Cuando miro una pelota, ésta forma parte del mundo material, y el significado que adquiere está íntimamente ligado a lo que está sucediendo en ese preciso momento en el mundo material. Al mirarla, se incorpora a un escenario preexistente. Un momento antes de ver la pelota, el escenario material era prácticamente el mismo. Cuando escucho decir la palabra “pelota” en ausencia del objeto, ¿dónde la ubico?. Adquirirá una “ubicación” conforme al contenido del correlato mental del medio relevante del individuo al momento en que escucha la palabra, y en este caso es posible, gracias a la “neutralidad” de la palabra, que forme parte de mundos atemporales e inmateriales que tienen cabida en el correlato mental del medio relevante del individuo. A la par de que se “sitúa” una palabra, pierde su neutralidad y adquiere un específico significado, nítido y marcado, en la ruta de las asociaciones de memorias que se potencian cuando adquiere significado la palabra. La frase “toma la pelota” que me dicen cuando me lanzan una pelota, adquiere su significado acorde al contexto de lo que se está viviendo. Un muy material cuerpo, el de Pablito, está involucrado en una acción que tiene lugar en el mundo de la materia, por lo que, de no mediar un contexto diferente al mencionado, la acción de Pablito tiene lugar en el mundo de la materia. Estoy situado frente a un amigo, y disponemos de una pelota que sucesivamente nos estamos lanzando uno al otro y me está diciendo “ayer estaba con Sergio igual que ahora, y le dije “toma la pelota” e hice el gesto de lanzarla, pero la retuve, y ¿me creerás que se enojó?”. En este caso, es evidente la dualidad que se presenta. En el segmento de su correlato mental del medio relevante tiene cabida lo que está sucediendo en el mundo material, con un Pablito jugando con su amigo y en otra zona de su correlato mental del medio relevante tiene cabida el la acción de un Pablito escuchando a su amigo, al que se le presta atencion. Hay una pelota que está nítidamente situada en el ayer, para el individuo, como experiencia de vida de Pablito, en el acto de escuchar de Pablito. La pelota que estoy viendo sólo tiene cabida en el “ahora”; la experiencia de vida que el individuo le asigna a Pablito es la de jugar, en ese momento, con su amigo. Paralelamente le asigna el acto de escuchar el relato, esto es, el de experimentar la experiencia de vida que entrega dicho relato y de interactuar materialmente con la pelota con su amigo.
El Ser tiene la impronta del gen, y no puede ser de otra forma, por lo que se debe a los compromisos que impone el gen. Así como el gen le impone al individuo jugar su rol, esto es, aquello que le da sentido a su existencia, procurar seguir con vida, el Ser, en su ámbito de acción, se subyuga al mandato del gen para procurar seguir con vida. Solo que, al Ser le es dado llevar a cabo acciones en mundos atemporales e inmateriales. Cuando proyectamos lo que ha de ser nuestra vida en veinte años más, lo que necesariamente realizamos a través de lo que conocemos como un acto consciente, estamos incorporando a la biografía de Pablito un eventual futuro de Pablito. La experiencia de vida del individuo le permite asignarle, a la biografía que de Pablito va construyendo en lo que tarda en describir lo que ha de vivir en veinte años más, no lo que se describe sucedería, sino la acción de relatar un potencial futuro de Pablito.
El ámbito de acción de Pablito no conoce limitaciones de tiempo y espacio, de allí que el mandato de supervivencia que se le impone el gen, abarca sobrevivir ni más ni menos que en lo atemporal del futuro, esto es, sobrevivir teniendo como norte la eternidad. En efecto, así como me hice la pregunta acerca de qué voy a estar viviendo en veinte años más pude habérmela hecho refiriéndome a doscientos años más. Lo cierto es que en general evitamos hacernos tan comprometedora pregunta cuya respuesta otra respuesta que un, “estarás muerto”. Una pregunta de ese tipo surge como consecuencia de una previa valoración, inconsciente por cierto, de las expectativas asociadas a hacernos dicha pregunta. La experiencia de vida del Ser dispone en su biografía de infinidad de antecedentes, en definitiva actos conscientes, que tornan como hecho cierto el fin de nuestra material vida, y mucho antes de doscientos años, por lo que no ha de llamar la atención que las más diversas culturas y agrupaciones humanas hayan postulado una conveniente respuesta para “garantizar” la supervivencia del Ser, encontrado en la figura de un dios todopoderoso o en la reencarnación una salida que conduzca a la inmortalidad del Ser. Con lo que menciono, en caso alguno pretendo postular que no existe un Dios, ni la reencarnación. Solo afirmo que de no existir un Dios, nos resulta del todo conveniente crearlo.
Visto desde otro ángulo, en particular desde la perspectiva de “aquel” que sentimos habitar cuando adquirimos consciencia, esto es, cuando adquiere experiencia de vida el Ser, el Ser es una entidad que se apropió de un cuerpo material para sobrevivir, y que preferiría no saber del término de la existencia del individuo, pues en su dominio de acción le está permitido acceder a lo eterno.
Guillermo Brand Deisler
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