Hablar con un conspiranoico -alguien que cree cualquier conspiración, por absurda que sea- puede llegar a cargar la paciencia de cualquiera. Lo habitual es que el discurso se base en un conjunto de detalles menores y una larga lista de especulaciones que se van hilvanando de forma cada vez más extravagante para demostrar la verdad de la conspiración. Cuando pides pruebas, normalmente te ofrecen alguna falacia del estilo «¿no los crees capaces de…?».
Luis Alfonso Gámez hace un buen repaso a ese tipo de tácticas en Sé algo que ustedes no saben.
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