Llevo como la mitad y, como era de esperar, me está encantando. Ferlosio tiene una rara habilidad para la fluidez. Usa un lenguaje muy preciso y que en ocasiones suena arcaizante, pero jamás parece forzado, todo lo contrario: la palabra desconocida u olvidada suena perfecta. Por el momento, me quedo con «Fragmento de una carta de Yndias», junto con su nota, donde se cuenta someramente las vicisitudes del correo con la América de la época. Dan ganas de leer las cartas supervivientes.
De la contraportada:
Los textos, fundamentalmente cuentos, que Sánchez Ferlosio reúne en El geco permiten apreciar en todos sus matices los diferentes registros de la prosa del autor. Todos ellos mantienen un severo equilibrio entre lo cotidiano y lo fabuloso, entre la ferocidad de la épica y la poesía del instante; todos permiten reflexionar sobre temas omnipresentes en la obra del autor: la delgada frontera entre la inocencia y la culpabilidad, la necesidad de liberarse del sentido tributario de la historia o la brutalidad del poder. Esto último aparece en «El escudo de Jotán» donde se narra la historia de un pueblo que, para hacer frente al ejército de un sangriento emperador, urde una farsa que tendrá inesperadas consecuencias. Frente a los desmanes de los hombres, los animales protagonizan relatos que muestran la fuerza de los prejuicios o el rostro de la violencia. En «El reincidente», un lobo se encamina al cielo para obtener el descanso eterno, pero no le será fácil… -Dientes, pólvora, febrero» describe una batida de caza que regresa triunfante, porque ha muerto una loba. El silencio del animal muerto contrasta con la charla de los cazadores. Otro animal, esta vez un enorme salmón que se libera del anzuelo, vaga por las líneas de «Plata y ónix»; el frustrado pescador podría pactar con el diablo para recuperar su pieza, pero tomará una decisión inesperada…
La abrumadora fuerza de la historia y la necesidad de relativizar su testimonio determinan relatos como «El peso de la historia», «Teatro Marcello», «La gran muralla- o «El pensil sobre el Yang Tsé…». «Y el corazón caliente», crónica de un accidente de carretera en un paisaje helado, es una subversión de la parábola del buen samaritano. «Los lectores del ayer» y «Los príncipes concordes» forman parte del material inédito de la Historia de las Guerras Barcialeas. A través de la disputa sobre el número de éstas o alrededor de las discrepancias entre Grágidos y Atánidas sobre cómo construir un puente, Sánchez Ferlosio nos ofrece una impresionante meditación acerca de la verdad y la historia o la conveniencia de sacrificar la calidad en nombre de la eficiencia.
Sánchez Ferlosio convierte, una vez más, la palabra en el último protagonista de su libro, una palabra que quiere ser vida, una vida que rehúye el compromiso con »la estrechez de lo fiadero la inapelabilidad de lo seguro, la rigidez de la misma certidumbre».
—–