Félix de Azúa en El aprendizaje de la decepción:
Cuando descubramos de una vez que el conjunto de horas de ocio no supone, ni muchísimo menos, un descenso de nuestro trabajo sino otro modo de trabajar más enajenado y estúpido, estaremos en condiciones de plantear de una vez por todas si saltamos por los aires o nos ponemos a hacer eso que los hombres odiamos desde que nos costó la maldición anteriormente citada, es decir, sentarnos a la sombra de una higuera y meditar sobre nosotros mismos. Porque lo opuesto al trabajo no es el ocio, sino la reflexión; pues lo opuesto a la maldición (y su consecuencia) fue el deseo de saber.