#38 Kappa de Ryunosuke Akutagawa

Kappa de Ryunosuke Akutagawa recuerda bastante al Gulliver de Swift. En ambas obras, un extranjero llega a un mundo radicalmente diferente en apariencia pero que finalmente resulta ser una imagen distorsionada e invertida de nuestro mundo real. Pero el tono, que a veces lo es todo: Gulliver era obra de un misántropo mientras que Kappa es el producto de un depresivo que posiblemente estuviese redactando su nota de suicidio.

Otro detalle de Kappa es que la historia es mentira. No me refiero a que es ficción, eso ya lo sabemos, sino que dentro de la ficción es mentira. O mejor dicho, es el delirio del paciente número 23 de un sanatorio psiquiátrico. El autor ya empieza así la narración, explicando que fue un paciente psiquiátrico quien se la contó con gran detalle. Su historia es bien simple, un día, se puso a perseguir a un kappa (animales mitológico algo malévolos, que son una especie de monos con escamas y pico, de hábitos más bien anfibios). Durante la persecución, como si fuese Alicia, cae por un agujero y llegar al país de los kappas, lugar donde los bichitos viven tan contentos en su sociedad.

Y esa sociedad resulta ser una crítica feroz de varios aspectos de la sociedad humana, donde todo está invertido, ridiculizado o llevado al extremo. Esta llena de elementos tremendamente melancólicos. Por ejemplo, los niños kappa tienen la oportunidad de negarse a nacer. El padre se coloca frente a la vagina de la madre y le pregunta al feto si desea venir al mundo. Uno de ellos responde:

‘I do not wish to be born. In the first place, it makes me shudder to think all the things that I shall inherit from my father -the insanity alone is bad enough. And an additional factor is that I maintain that a Kappa’s existence is evil’.

Luego nos informa que en una ocasión un bebé de veintiséis días dio una conferencia sobre la existencia de dios, para morir luego el pobreciño antes de cumplir los dos meses.

Hay otros blancos: los movimientos artísticos, la legislación, la censura, el sexo (las hembras kappa persiguen a los machos por la calle y los atacan indiscriminadamente), el militarismo (en guerra contra las nutrias; ganaron y durante mucho tiempo sólo vistieron pieles de nutria), la política, el control de los medios de comunicación… O el capitalismo. No hay desempleo porque en cuanto alguien se queda sin trabajo, se lo comen:

‘What Gael meant was the we slaughter any worker who loses his job, and we use his flesh as meat. Look, there’s a newspaper. Let’s see if there’s anything about it. Yes. Listen! «This month’s figure for newly-unemployed reached 64,769; the price of meat has fallen in proportion».’

Cuando el protagonista comenta que quizá sea un poco extremo, antes de salir corriendo a vomitar, le dicen que en Japón, porque los kappas saben mucho de la sociedad japonesa, hay prácticas perfectamente aceptadas que no son muy diferentes.

El suicidio de un super-kappa -porque lo dicen él y sus amigos- entre los kappas (un importante filósofo) impulsa a nuestro héroe a buscar el regreso a su Japón. Lo encuentra, de mano de un peculiar kappa que vive su vida al revés y rejuvenece con el paso de los años. Pronto, sin embargo, se arrepiente y desea regresar. Pero el camino ya le está vedado, aunque por suerte sus amigos kappa recorren las cañerías y vienen a visitarle al manicomio. Incluso le traen flores inexistentes.

Por suerte, Kappa tiene poco menos de 100 páginas (viene con una introducción bastante larga que relaciona la obra con la vida personal del autor. Por ejemplo, no es difícil ver en el suicidio del filósofo un presagio de su propio suicidio. Lo mismo con la locura del protagonista, porque Akutagawa creía haber heredado la esquizofrenia de su madre. Por lo demás, las circunstancias de su vida familiar serían dignas de un largo estudio). Si fuese más larga su intensidad melancólica se haría insoportable. Ya y como está, es un retrato minucioso de todo lo deforme en la condición humana.

O quizá, en la condición de los kappas.

Éste es uno de mis 50 libros de 2004.

Categoría: Silva

Pedro Jorge Romero

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