El futuro, niños y niñas, es ahora. Vivimos en el año 2003 que suena, definitivamente, a futuro de lo más futurable. Pero para muchos, el futuro ya no es lo que era, lo que puede verse como un desgracia o, en mi caso, como una liberación.
Me he acordado del futuro después al leerle a JJ que Marvin Minsky se queja amargamente de los pocos avances en inteligencia artificial. Avances, claro, dependiendo del punto de vista. No tenemos a HAL, pero la verdad es que no estoy seguro de que nos interesase realmente tener a HAL, y a cambio tenemos otros avances muy interesantes para la ciencia, la industria y la vida diaria. Simplemente, la IA prometió un futuro que no podía cumplir, y que quizá sea mejor que no haya cumplido. El futuro siempre se nos promete maravilloso y utópico, pero como ya mostró William Gibson en el maravilloso cuento «El continuo Gernsback» (que hace poco he tenido el placer de traducir), todo futuro utópico contiene en su corazón una régimen fascista.
Hay quien llora amargamente la muerte de esos futuros que no nunca fuero. No le veo sentido, la verdad: la ciencia ficció siempre miente, ésa es su gracia. El presente del futuro en el que vivimos es más terrible y también más interesante. También las tecnologías de la información nos prometió un futuro maravilloso, como nos cuentan en The Guy I Almost Was, que no se materializó. En su lugar, tenemos un mundo de comunicaciones reales entre personas normales (y no la elite del movimiento ciber) y también, como contrapartida, el lento proceso que nos convierte en consumidores sin cerebro.
Shit happens.
me gustaria mas informacion