Lo del domingo por la noche en Tenerife merece contarse. Jorge y yo (Xavier estaba hecho polvo -estos jóvenes- y decidió quedarse a descansar) emprendimos una expedición en busca de un restaurante tailandés. Por desgracia, dicho restaurante estaba cerrado, por lo que nos dirigimos a otro que conocemos y donde sabíamos que podíamos encontrar algo ligero. De camino, vimos en un callejón un sitio llamado Baccus del que no sabíamos nada. Leimos la carta que tenían en la puerta y nos decidimos a entrar. ¡Qué bien hicimos!
Baccus es uno de esos sitios pequeños y muy agradables. Lo llevan la agradable Katarine (alemana) y el chef Salvatore (italiano). Se dedican a la cocina mediterránea: es decir, cocina de ninguna parte y de todas.
Decidimos colocar el sitio en nuestra lista de restaurantes preferidos al probar el carpaccio de atún, absolutamente delicioso:
Aunque la mousse de aguacate (con su carpaccio, es decir, aguacate cortado en rodajas) tampoco estaba nada mal:
De platos principales, un pollo relleno muy rico:
Y «penne» mediterráneo también delicioso:
A los dos nos quedó claro que volveremos.
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