Primero, el regalo que no tuvimos. Durante unos 10 segundos consideramos la posibilidad de comprar un Nokia 7650 -por eso de la cámara-, pero la verdad, una vez que lo vimos de cerca no nos gustó nada. Parece un pequeño ladrillo, muy mazacote y nada bonito. Definitivamente esperaremos al 3650.
Y ahora el regalo sorpresón, uno que definitivamente no esperaba: mi mujer me ha regalado un ordenador nuevo. Un Pentium a 2.5 con 512 megas de RAM. No es que estuviese nada malo el que uso ahora, pero ya empezaba a notarse su edad y la verdad es que hace rudo como si fuese el motor de un avión. El nuevo es prácticamente silencioso. Genial. Pero mejor aún, también han caído un teclado y un ratón inalámbricos. A mí siempre me había parecido que debían ser incómodos, no me pregunten por qué, pero llevo todo el día con ellos, y la verdad lo encuentro comodísimo. Especialmente el ratón, porque esto de poder moverlo como quiera sin tener que luchar con el cable está muy bien. Por cierto, que es óptico: mejor aún.
El teclado, además, es uno de estos «partidos» de Microsoft que me resultan muy cómodos para escribir. Ya usaba uno con cable. Este nuevo tiene la teclas ligeramente más pequeñas, pero la verdad es que me he acostumbrado rápido. Sé que a mucha gente esos teclados no le gusta, pero si hay que picar libros enteros como hago yo, son una bendición.
Más regalos: colonias, juegos (Devil My Cry y Age of Mythology), discos (Rolling Stones, música de timple), libros (una historia que transcurre en Lanzarote con libro de fotos y todo), una bufanda preciosa, un jersey precioso también, unos calcetines…
También ha caído una buena cantidad de dinero, que he usado de inmediato para pagar la matrícula de mis cursos de doctorado. Esto último sí que debe ser muy geek.