Hace unos días que corre la noticia referida a un culto religioso (los raelianos) que afirman haber clonado a un ser humano. Como la cosa es más que dudosa, la noticia en sí no me resultaría mayormente interesante si no fuese por un pequeño detalle: la absoluta y en ocasiones irracional oposición a la clonación reproductiva, es que decir, a que la gente se vaya clonando por ahí.
Porque entiendo muy bien los problemas para el posible vástago del proceso. Se sabe muy poco sobre clonación y aunque fuese posible clonar un ser humano el futuro bebé podría sufrir muchos defectos de salud y físicos. Hasta ahí bien, y por esa razón parece lógico ser muy cautelosos. Pero ahora supongamos unas cosas: supongamos que todos los problemas se resuelven, que nacen niños clonados (que en cualquier caso, se parecerían menos al donante que un supuesto hermano gemelo de éste) sin defectos físicos y perfectamente normales, y que además, el éxito del proceso es comparable al de un in vitro. En ese caso, ¿qué problema habría? Si alguien quiere gastarse el dinero en clonarse, ¿por qué no iba a poder hacerlo? Después de todo, el resultado del proceso sería algo bueno, un bebé, ¿no? Y en cuanto al posible estigma, que yo sepa los clones no nacen con la palabra clon tatuada en la frente. Cierto que podría considerarse dinero tontamente gastado, pero en nuestra sociedad no prohibimos muchas formas tontas de gastarse el dinero.
Pero el fondo de la objeción no parece referirse a esos problemas de salud o el gasto innecesario de dinero. Da la impresión de que llevamos siglos buscando el alma humana y al no haberla encontrado hemos adoptado al ADN como tal. Triste destino el de esa larga molécula, el cargar con nuestras obsesiones religiosas. Y visto así, tiene su lógica que lo intente hacer primero una organización religiosa.