Eduardo Larequi ha escrito un magnífico análisis/reseña de Criptonomicón para su página Lengua en Secundaria: «La criptografía o los límites de la ciencia ficción: Criptonomicón, de Neal Stephenson». Me atrevo a extraer una cita:
Lo cierto es que en esta novela hay materia suficiente para justificar casi cualquier filiación, cualquier parentesco, por muy aberrante o cogido por los pelos que en un principio pudiera parecer. Se trata de un relato oceánico, muy complejo desde el punto de vista narrativo, y no sólo porque su estructura se sustenta en la continua alternancia de dos líneas temporales ?situadas, respectivamente, en la Segunda Guerra Mundial y los años finales del siglo XX?, sino también por el número y variedad de historias secundarias, temas (los excursos y digresiones son tan frecuentes como, por lo general, estupendos), personajes y escenarios. No es mérito pequeño del autor el haber sabido conectar todos estos elementos con una densísima e intrincada maraña de relaciones, que por una parte confiere unidad a la novela, aunque a cambio exige una lectura muy atenta que no siempre el lector está dispuesto a conceder (y no digo esto como un reproche, sino más bien como alabanza, porque a menudo la narración resulta tan apasionante que es difícil resistirse a la tentación de devorar sus páginas). Resumir el argumento de un modo congruente con tal riqueza resulta una tarea imposible; no obstante, no es difícil rastrear bajo la tupida fronda de sus más de mil páginas un esquema argumental tan tradicional, añejo y delicioso como el de la búsqueda de un tesoro enterrado.
Y enlaza también el comentario de José Cervera: «Criptonomicón, de Neal Stephenson, y qué nos cuenta de hacia dónde va nuestra sociedad» que se centra más en los aspectos «geek» de la obra:
Neal Stephenson es ‘geek’, y Criptonomicón es el arquetipo de la novela ‘geek’; con sus virtudes y defectos. Poca lírica hay en Criptonomicón, y ninguna descripción de sentimientos. Stephenson parece ciego ante los sentimientos ajenos o propios. Pero los describe mediante una aguda observación que consigue que los personajes nos cuenten cosas que ellos mismos desconocen, o no sabrían nombrar. Criptonomicón no habla de sentimientos, pero nos permite deducirlos.