Hoy, en el Café Casino de Santiago (un sitio muy agradable para tomar un café y relajarse un rato) se me ha sentado un grupo de jóvenes en una mesa cercana. No he podido evitar seguir lo que hablaban ?lo hacían casi a gritos- y me he maravillado de la amplitud de la conversación: se paseaban de tema en tema con total soltura.
Qué envidia he sentido.
—–