Leí en el IHT que una fundación llamada Alexander the Great Foundation planea tallar el rostro de Alejandro Magno en una montaña griega. El resultado tendría 73 metros de alto, según el periódico cuatro veces el tamaño de los presidentes americanos en el monte Rushmore.
Como era de esperar, hay opiniones para todos los gustos, gente que rechaza el proyecto por absurdo, y ecologistas que lo denuncian como un atentado. Mientras tanto, también hay quien se frota las manos pensando en los beneficios turísticos.
A mí personalmente, el proyecto me parece tan colosalmente absurdo que no puedo sino apoyarlo. Es decir, raya lo surrealista y no dudo que Alejandro estaría encantado con la idea. Por no hablar de la escala tan totalmente megalomanica de un monumento que honra a una persona desaparecida hace más de 2.000 años. Si Alejandro no llenó el mundo de estatuas suyas fue simplemente porque no le dio tiempo. Tan desmesurado y colosal delirio de grandeza interpuesto haría las delicias de Ozymandias.
Como decía el señor Nadie: «Si hemos de morir, que sea pensando en algo estúpido».