Intenté resistirme a la idea, pero al final de la lectura de este libro tuve que admitir que soy un BoBo. Tengo un título universitario, pero para mi vergüenza no he hecho el doctorado. Soy alegremente contradictorio: leo cómics de Superman y a Pierre Bourdieu, me encantan los clásicos griegos y latinos y estoy desesperado porque alguien me regale la Playstation 2. En política tiendo a un centro izquierdismo conciliador al estilo Sosoman, aunque de vez en cuando se me escapa la vena revolucionaria antisistema. Por lo que puedo apreciar, mi única razón para decidir sobre la ética de algo es si hace daño a alguien o no. Y además, tengo una deliciosa capacidad para la autoironía. En lo único en lo que no parezco encajar en el perfil es en mis opiniones religiosas (ateo practicante) y en que no gano más de 100.000 dólares al año. Esto último es una verdadera lástima.
La tesis del libro es muy simple: la nueva elite cultural y empresarial de Estados Unidos (y por extensión, cualquier país avanzado) es hija de la rebeldía típicamente bohemia y universitaria pero se ha encontrado de pronto con el poder económico y empresarial en las manos. Por tanto, esa elite se ha visto en la necesidad de fusionar su natural tendencia a la vida bohemia y radical, como corresponde a un grupo educado, con las necesidades burguesas de administrar propiedades y fuentes económicas. Eso ha creado un estrato social pequeño -estimado por el autor en sólo nueve millones de individuos en Estados Unidos- pero tremendamente poderoso porque vota con el dinero.
A ese grupo social, al que David Brooks admite con toda alegría pertenecer mientras insiste en que con toda probabilidad el lector también está incluido (¿quién si no iba a leer un libro de estas características?), los denomina el autor BoBos, como contracción de burgués (en inglés) y bohemio -la suerte, o no, ha querido que en español el término suene aún más divertido. No se trata, en todo caso, de una elite exclusivamente económica. Las grandes fortunas siguen controladas por los de siempre; pero algunos de los BoBos más representativos se han convertido en grandes millonarios gracias a las nuevas tecnologías. Se trata más bien de una meritocracia basada en los estudios y el potencial creativo que ha sustituido a la vieja aristocracia de poder en Estados Unidos. El autor dedica el primer capítulo a relatar sus orígenes desde principios del siglo XX hasta nuestros días (usando, de forma muy ingeniosa, la sección de bodas del New York Times).
Hasta aquí, todo podría parecer una especie de broma, y el tono humorístico e irónico del libro así podría darlo a entender. Pero bajo los chistes y los comentarios sangrantes (normalmente con respecto a los hábitos de los propios BoBos) el libro rezuma seriedad. No se trata de un estudio sociológico profundo y preciso, ni lo pretende, sino más bien de un libro de viajes y una visión a vuelapluma de una cultura extraña, con la curiosidad de que el autor pertenece, o dice pertenecer, al mundo que describe. El estilo puede confundir, pero las citas eruditas demuestran que el autor ha hecho sus deberes. No escribe por escribir.
Y el libro gana, porque es prácticamente imposible no reconocerse o reconocer a amigos, conocidos o famosos en las descripciones que hace. Un buen ejemplo es el capítulo 4, dedicado a los intelectuales BoBos. Cualquiera que siga habitualmente los periódicos nacionales o vea los programas «culturales» de la televisión reconocerá inmediatamente al intelectual prototípico que describe, con bastante mala leche, David Brooks. Las pinceladas son hirientes pero certeras, y casi todo el capítulo es un manual sobre cómo ser un perfecto intelectual BoBo (cómo escribir libros, cómo redactar artículos, cómo aparecer en televisión). Pero a pesar de todo, está más satisfecho con esta nueva clase intelectual que con la anterior de los cincuenta, más encerrada en su torre de cristal y más alejada del mundo, incapaz de darse un paseo por la baja cultura si la situación lo requería. Al menos, los intelectuales BoBos tienen las mismas preocupaciones económicas que el resto de los mortales y deben hacer malabarismos para llegar a fin de mes. Vamos, un capítulo extraordinario; yo llevo años diciendo lo mismo.
En el mundo moderno, con la explosión de tantas empresas que comercian con la información (desde el software de los ordenadores hasta los programas de televisión) era casi inevitable la aparición de una clase social de esas características. Hace décadas era muy fácil recorrer empresas en la que ninguno de los empleados tenía titulación universitaria, ni le hacía falta. Hoy, es muy fácil recorrer empresas de nuevo cuño sin encontrar a nadie que no posea una titulación universitaria. ¿Es positivo el cambio? ¿En esas empresas ha desaparecido el obrero? ¿Los BoBos han conseguido dominar el capitalismo y darle rostro humano? ¿O el capitalismo ha conseguido crearse un conjunto de trabajadores muy motivados que intentan compaginar el consumismo con la defensa de la naturaleza? En ese punto, la visión del autor parece ser más optimista que la mía.
El libro pinta un mundo de tintes rosáceos. Los BoBos tal y como son descritos intentan compaginar situaciones que antes se consideraban antitéticas. David Brooks afirma que los cambios han sido para mejor y que será difícil derrocar a los BoBos de su posición social actual. Pero supongo, que todo grupo social dominante, y los BoBos en la visión del autor lo son en la medida en que sus valores y actitudes van contagiándose al resto de la sociedad, se ha creído invulnerable.
El capítulo 6, dedicado a la vida espiritual, es quizá el más alejado de cualquier experiencia europea. Cualquier europeo culto que se precie debe ser al menos agnóstico, o en todo caso, no va haciendo gala de sus creencias religiosas. De hecho, para nosotros, la religión es casi tabú, y un excesivo fervor religioso es sospechoso. Sorprende, por eso, la actitud americana descrita por Brooks. Demasiado extraña y alejada. También al final, cuando habla de política, la situación deviene algo vergonzosa. El autor pierde el sentido del humor que le ha caracterizado durante todo el libro y poco más o menos viene a pintar un futuro en el que los BoBos propiciarán el renacimiento de Estados Unidos.
En todo caso, BoBos en el paraíso es un libro ante todo tremendamente divertido. La tesis es bastante más seria de lo que muchos estarían dispuestos a concederle, y el autor la defiende con inteligencia y gracia. Pinta eso sí, un mundo excesivamente optimista, y aunque hay mucha ironía y sarcasmo, no hay realmente ninguna crítica. ¿Realmente es tan bueno ser un BoBo? Esa pregunta la tendrá que responder el lector. En todo caso, el viaje que se nos propone es interesante especialmente por lo que tiene de evidente; es casi imposible no estar de acuerdo en lo fundamental con lo que dice, después de todo, es la vida de todos los días en este mundo de economía de la información.
Publicado originalmente en El archivo de Nessus.
hola son muy, son los mejore