Y amanece la muerte de Jim Crace

Se trata de una novela es extremadamente perturbadora. No por lo que cuenta, porque en realidad no es excesivamente gráfica desde el punto de vista descriptivo, sino por aquello que da a entender, por las consecuencias que se derivan de la visión que presenta. No dudo, por supuesto, que perturbar era uno de los fines que buscaba el autor, y, por tanto, que lo consiga es uno de los triunfos de la obra.

Y amanece la muerte relata la muerte, y lo que acontece posteriormente, de dos zoólogos. Joseph y Celice han ido a la playa; playa salvaje que pronto será urbanizada y desaparecerá para siempre, con la intención de rememorar por última vez acontecimientos del pasado cuando se conocieron, se enamoraron e hicieron el amor en aquel mismo lugar. Un ladrón de poca monta, desquiciado, asesina a la pareja y deja los cuerpos, desnudos, sobre la arena.

La novela arranca, precisamente, con los dos cuerpos tendidos tras las dunas, y sirve de punto de partida para una extraña exploración que alternativamente salta al pasado, siguiendo el recorrido de la relación de la pareja, al futuro, contando la descomposición de los cadáveres y lo que es estar muerto, y al presente, relatando los problema de la hija Syl, rebelde y ahogada por la presencia y logros de sus padres, para localizar a esos seres algo distantes emocionalmente que de pronto han desaparecido físicamente.

Ya dije antes que los perturbador de este libro no se encuentra en las descripciones. En todo caso, el proceso de descomposición de los cadáveres, para cuya descripción el autor entremezcla con habilidad detalles casi científicos con reflexiones sobre el último gesto de amor de la pareja, es morbosamente hipnótico, relatado con un ritmo y precisión lingüística que ante todo incitan a la curiosidad, a descubrir hasta los últimos detalles de la putrefacción que nos espera a todos en el futuro. Es difícil dejar de leer, como es difícil evitar volver una y otra vez a acariciar una herida que tenemos aún fresca.

No, lo que encuentro perturbador es la vida de los mismos personajes.

El relato del pasado de Joseph y Celice, que oculta momentos de ternura y también una muerte que marcó sus vidas, deja entrever dos personajes comunes, dos personas acostumbradas al ritmo de la naturaleza (al ciclo de la vida y la muerte que todo lo controla) que, sin embargo, en una de las muchas ironías de la novela, parecen incapaces de disfrutar de esa vida que tanto estudian. Lo perturbador de la novela es la sospecha insistente de que Joseph y Celice están más vivos después de morir, al menos como fuente de alimento para insectos innumerables, gaviotas y demás fauna playera, que cuando supuestamente caminaban y respiraban. Lo perturbador de la novela es la sospecha insistente de que la condición de Joseph y Celice es la de todos nosotros.

O tomemos el personaje de la hija, Syl. Aprisionada entre el deseo de vivir su vida y el rechazo de sus padres al estilo de vida que ha adoptado, no parece despertar, no parece estar viva del todo, hasta que esos mismos padres desaparecen. Verlos muertos en la playa parece ofrecerle más una catarsis que un momento de tristeza. Supongo que ella misma sabía que sus padres ya estaban, a todos los efectos, muertos, y que al menos ella, ahora, podrá dejar de estarlo.

Porque si algo queda claro en este libro, es que la vida y la muerte no son más que categorías humanas. Que la naturaleza no sabe nada de ellas y que sigue con sus asuntos cotidianos sin importarle para nada lo que los humanos puedan hacer o pensar. No es que haya un ciclo de vida y muerte, es que hay un ciclo natural en el que nada muere, simplemente cambia. Únicamente la brutalidad humana, como cuando la policía destruye, simplemente apartando una mano, el último gesto de amor de Joseph para con Celice, crea esa distinción.

Y amanece la muerte es una reflexión sobre el condicionante humano más básico. Nada más lejos de la intención del autor que escribir una novela negra, no se descubre al asesino ni se intenta: el crimen es brutal y sin sentido, como todo acto natural a los ojos humanos. Está escrita con una estilo fluido y elegante, sin descender en ningún momento en lo obvio, sugiriendo más que afirmando. Un viaje casi surrealista por las interioridades de los ritmos naturales, a los que todos, aunque lo neguemos, pertenecemos. Una lectura fascinante que sin duda permanecerá en la mente del lector durante mucho tiempo.

Publicado originalmente en El archivo de Nessus.

Categoría: Silva

Pedro Jorge Romero

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