Javier Negrete ya nos dio la espléndida «La luna quieta» en la primera convocatoria del Premio UPC. Era aquella una obra que merecía mayores honores y mayores atenciones de los que obtuvo. Quizá por caminar por la difícil frontera entre la ciencia ficción y la literatura general pasó injustamente desapercibida, ya que ésa es una combinación a la que no está acostumbrado el lector español de ciencia ficción. Lo que destacaba especialmente de «La luna quieta» era la gran preparación literaria de Javier Negrete que por desgracia no se ha plasmado en la publicación profesional de ninguna de sus obras inéditas.
Ahora la interesante iniciativa de Quaderns UPCF, que nunca podremos agradecer bastante los aficionados que disfrutamos leyendo ciencia ficción española, rescata la novela corta que presentó a la segunda convocatoria del Premio UPC. Y queda claro con Estado crepuscular el gran talento de Javier Negrete, capaz de manejarse en el humor y la reflexión sobre la escritura con la misma habilidad y pasión por la que literatura que demostraba en «La luna quieta», donde el tema era más trascendente y filosófico. Es esa capacidad de cambiar con facilidad de registro (como ejemplifica su novela todavía inédita La jauka de la buena suerte) lo que nos debería permitir depositar en él nuestra esperanzas.
David Milar (sus características personales más agradables incluyen ser «borracho, fanfarrón e incompetente, narcisista y obseso sexual» como se aclara en la página 53) posee un oscuro doctorado en física, o eso dice él, y es hijo del famoso psiquiatra David Milar, sr. La acción arranca cuando recién despedido es confundido con su padre y contratado para tratar a un miembro de la curiosa especie extraterrestre de los Kghasatshu que habita en el planeta Hoonai. Pero la cosa se complica porque el paciente resulta ser Yagghumasth, el ordenador que rige los destinos del planeta. Y por si esto fuese poco, los Kghasatshu tienen un complejo código de conducta regido por el Yrgb, algo así como nuestro concepto del honor pero a lo bestia, y no es nada recomendable violar el Yurgb de otro porque el castigo suele ser una babeada o la muerte.
No está mal para empezar. El resto de la historia continúa por unos senderos más o menos previsibles, pero… Pero esta historia tiene una característica que la hace especial: está escrita como si de una historia de ciencia ficción se tratase. No, no me he vuelto loco. Evidentemente, Javier Negrete era consciente de estar escribiendo un relato de humor en clave de ciencia ficción, y ¿qué mejor chiste que reírse de la propia ciencia ficción? Así, la historia está salpicada de todos los lugares comunes imaginables de la ciencia ficción, pero cuidadosamente invertidos para hacerlos hilarantes. Un tratamiento de rejuvenecimiento llamado s’dnoP, todas las explicaciones científicas son relativas a la cerveza o a las mujeres, aparecen extrañas especies alienígenas que imprimieron patrones de conducta en los Quísares… Aún más, el protagonista es consciente de ser un personaje de una novela de ciencia ficción y nos regala con continuas notas sobre el desarrollo de la acción y del género como un todo.
De tal forma, cuando un personaje dice que de la resolución de la trama depende la supervivencia de la humanidad el comentario es: «algo así me estaba esperando yo, y me imagino que el lector, pues ya se sabe cómo son estas cosas» (p. 25). Claro que lo sabemos; somos lectores de ciencia ficción y esperamos que la trama implique, como poco, el destino de toda la humanidad. En un momento dado, David Milar tiene que defenderse y nos cuenta: «me llevé la mano al cinturón, buscando la pistola láser que ni había llevado en mi vida ni se había inventado todavía» (p. 47). Muchos más de estos comentarios irónicos sobre el género salpican la narración, pero prefiero dejar su descubrimiento como un ejercicio al lector.
Y no he acabado. Como dice Miquel Barceló en la introducción, Estado crepuscular es, en el fondo, una reflexión, desde la ciencia ficción, sobre el arte de narrar. A veces Javier Negrete hace explícito, en maravillosas notas al pie o entre paréntesis, los mecanismos que hacen que un autor construya su narración de una forma o de otra. Estado crepuscular es tan consciente de ser ciencia ficción como de ser una ficción, y aquí radica su interés.
Eso sí, lo que he hecho Javier Negrete no es nuevo. Todo género cuando alcanza ese estadio donde las tramas y sus aparatos se vuelven habituales (hubo una época, supongo, en la que la pistola láser y el malvado que cuenta su plan fueron verdaderas innovaciones) y los autores ya no tienen que pensar para usarlos es susceptible de relecturas irónicas. En la ciencia ficción es simplemente más raro quizá porque los lectores somos más reacios a tratar con humor un género que parece vemos demasiado en serio, y nos negamos a apreciar que su parafernalia es, en gran medida, un conjunto de lugares comunes. Entre los pocos que practican esa habilidad en el género fantástico, Dan Simmons (se atreve a escribir novelas irónicas sobre el género consciente de que se tratan de novelas de género) es quizá el representante más destacado.
Recapitulo. Lo que ha hecho Javier Negrete no es nuevo, pero le ha añadido algunas curiosas variaciones con las que tendrán que lidiar futuro practicantes de la forma.
Resumo. Una divertida e interesante novela corta de la mano de uno de los mejores escritores de la ciencia ficción española actual. Lo único que lamento es que el resto de la obra de Javier Negrete siga inédito.
Publicado originalmente en BEM 37.