Eva and Franco Mattes de AA. VV.

Este libro ha logrado hacerme desconfiar de la existencia de Eva y Franco Mattes. Me resulta singularmente curioso, porque precisamente es un libro sobre ellos, sobre la pareja tras el sitio 0100101110101101.org, originarios de Bolonia y que han creado algunos de las divertidas intervenciones de los últimos años. ¿O no?

Por ejemplo, consideremos una de sus primeras obras, el caso de Darko Maver, un artista serbio que recorría Yugoslavia dejando por ahí modelos asombrosamente realistas de víctimas de brutales muertes. Apareció en los periódicos, o eso se nos dice, su obra se expuso en galerías y acabó muerto en una cárcel por esa obra que invitaba a reflexionar sobre el horror de la guerra. Hay una foto donde se le ve muerto. Otra foto, posterior, le muestra sonriente, posando con la lata de salsa de tomate que le sirvió para imitar la sangre de la primera. En un mundo donde cualquier imagen se puede fabricar, uno empieza a dudar de todo.

¿Cómo sabemos que Darko Maver no era más que una invención de la pareja Eva y Franco Mattes? Bien, el libro lo dice así. Dice también que los medios de comunicación se lo creyeron y de él hablaron como si realmente existiese. Y cuando los medios hablan de ti, ¿no es que existes? Quizá, o quizá todo lo que cuentan los periódicos no sea más que una fantasía, una realidad en la que nos resulta cómodo creer. Y cuando un libro habla de una pareja de artistas que crea obras como Darko Maver –y que antes, se nos dice, ya había participado en el grupo conocido como Luther Blisset- ¿debemos concluir que ellos mismos existen? A efectos del libro, evidentemente. Es más, el sitio mencionado anteriormente existe y hay referencias en la web a esos dos (incluso una obra nueva, empleando Chatroulette). En un mundo en que los periódicos son capaces de publicar cualquier cosa, uno empieza a dudar de todo.

Veamos el caso de United We Stand. Corre el año 2020 y el mundo se acerca a la guerra final de dominación: Estados Unidos contra China. Pero por suerte tenemos a Europa, decidida a evitar la guerra. Para ello, el presidente europeo envía a un experto equipo –multinacional- de espías para hacer todo lo posible. Pero como es un hombre precavido, se las arregla también para iniciar un movimiento global en contra de la guerra. Al final, Europa, haciendo uso de la solidaridad y la colaboración de todos, logra evitar la guerra. Se trata de una película totalmente europea protagonizada por Ewan McGregor y Penélope Cruz.

Sólo que la película –evidentemente- no existe. Pero existen los carteles, que se distribuyeron por varias capitales del mundo. Existe el argumento, existen las referencias en la prensa. Existe, digamos, la idea de una película de acción europea, que sigue casi hasta el final todas las convenciones del género, en la que los héroes acaban salvando al mundo por otros medios. Si existe la idea, ¿es necesario que exista la película? En cierto modo, la forma platónica es más perfecta. Y en cierta forma, más impactante.

Y un poco de ese estilo tienen todas las obras comentadas en este libro. Una discusión constante sobre la relación y la diferencia entre lo falso y lo real, entre lo que creemos cierto y lo que efectivamente lo es. ¿Es una intervención verdadera sobre un hecho falso un recurso válido? Como aquella vez en la que convencieron a los vieneses de que Nike había adquirido su Karlsplatz, que pronto pasaría a llamarse Nikeplatz y que tendría como monumento central el logo de la empresa.

Obras similares exploran los mundos virtuales de Second Life –incluyendo revisiones de famosas performances del pasado lo que plantea si tal cosa es necesaria o se trata de una simple pérdida de tiempo- y Half Life. En File Sharing dejaron totalmente al descubierto su ordenador para que cualquiera pudiese entrar y examinarlo con todo detalle y tranquilidad, permitiendo incluso leer sus correos. Y Biennale.py es un virus informático artístico –si los virus transmiten información propagándose a toda velocidad, ¿por qué no iban a ser objeto del arte?- cuyo código se vendió en camisetas y en CD-ROM en el famoso festival artístico del mismo nombre. Posteriormente, la obra pasó a Perpetual Self Dis/Infecting Machine, donde el virus y Norton Antivirus se enfrentaban en un duelo eterno que recuerda el también eterno suplicio de Sísifo.

Mis dos preferidas son «Un edificio normal», en la que un edificio perfectamente normal recibe una placa turística que indica que se trata de un edificio perfectamente normal, donde no sucedió nada reseñable y donde nunca vivió nadie importante. Una forma de exponer cómo seleccionamos elementos concretos del pasado para crear nuestra sensación de la historia. Mi otra preferencia va por la exposición It’s Always Six O’Clock que comienza con la imagen de Mickey Mouse que aparece en la portada -el ratón sosteniendo una bandeja que nos ofrece a un esqueleto que se devora a sí mismo- y acaba con Mickey Mouse suicidado –ahorcado- frente a la televisión.

Varios autores colaboran en el libro. Todo empieza con una introducción larga sobre la pareja y luego pasa a análisis de las obras. Hay nombres como Bruce Sterling, al que creo capaz de participar con igual entusiasmo en una empresa seria y en una broma. También escribe Wu Ming, un autor que a pesar de haber escrito varias novelas, no existe. ¿O el hecho de haber escrito varias novelas hace que exista? Es confuso.

En un mundo donde simulacro y realidad son difíciles de distinguir, el hecho de que este libro lleve incluso un holograma –con aspecto de sello garante de autenticidad- en la última página es sospechoso, precisamente por ser algo que haría alguien que pretende colarte una trampa. Pero en última instancia, ¿importa? Imaginemos por un momento que Eva y Franco Mattes efectivamente no existen, que el mismo grupo que conjuro –y luego suicidó- a Luther Blisset los creó a ellos. Imaginemos que este libro es una suerte de Vacío perfecto o Valor imaginario y que contiene descripción inventadas de obras más que interesantes. Imaginemos que todas las fotografías que contiene, mostrando repetidamente a los mismos personajes en distintos momentos del tiempo, describiendo una cantidad muy variada de obras, han sido cuidadosamente creadas por gente con mucho, mucho tiempo libre. ¿Reduciría esa primera irrealidad, su inexistencia en el mundo físico, su impacto en nuestra mente?

Mi respuesta es que no. La fascinación de este libro no se vería reducida en lo más mínimo. Es más, precisamente jugar con la ficción y con lo real (como ya declara la solapa) lo que provoca es precisamente el efecto que las obras descritas habrían provocado en su momento.

Va directo a mi lista de los mejores libros que he leído este año.

[50 libros] 2010

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Enlaces que me han llamado la atención, ya sea positiva o negativamente. Sobre todo positivamente; para qué nos vamos a engañar.

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[Recibido] Fauna de Friedemann Friese

Durante la celebración de la feria Jugar x Jugar de Granollers, tuve la oportunidad de disfrutar de muchos juegos. Aparte de prototipos y candidatos al premio (que demuestran una vez más que en España hay ingenio de sobra para crear juegos), disfruté mucho de Le Havre (que compré de inmediato), Trader (un juego de finanzas para dos que me encantó y que Oriol Comas tuvo la amabilidad de regalarme el último día) y Fauna (Homoludicus. En la página se puede consultar también el reglamento del juego) de Friedemann Friese (famoso por juegos como Alta tensión o Director de Fábrica) al que jugué unas cinco partidas en rápida sucesión.

Se trata de una especie de trivial de animales con un par de detalles curiosos. Se te presenta un animal y debe intentar adivinar dónde vive, cuánto, cuánto mide de largo y también la longitud de la cola (los jugadores van colocando por turnos cubos de madera sobre un mapa o en casillas marcadas con rangos de números). Uno de los detalles curiosos es que no sólo recibes puntos por acertar, sino también por acercarte a la respuesta, por lo que si juegas bien puedes ganar muchos puntos aunque nunca acierte de pleno. El otro detalles es que sabes menos de animales de lo que crees, por lo que debes intentar determinar si los demás saben tan poco como tú o más. ¿Realmente el que ha puesto en Sudamérica con tanta seguridad sabe realmente que los periquitos viven allí?

Como los jugadores van señalando posibles respuestas por turnos y se pueden plantar cuando quieran, no es un trivial normal donde se te hace una pregunta para tener que responderla. Se convierte más en una actividad social, un juego con muchas risas (¿de verdad una musaraña pesa 20 gramos y mide 5 metros?) ideal para jugar en familia o cualquier grupos. De hecho, anoche lo probé con mis jugones habituales y lo pasamos genial. Además, las reglas son muy sencillas y en la primera ronda ya todos han pillado la mecánica del juego. Viene con 360 animales (son tarjetas ilustradas con los detalles que precisas para el juego) por lo que puedes jugar una y otra vez. En LaPCra el juego sale por 36 euros.

Lo dejo así por ahora. Más adelante haré una reseña más detallada.

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Enlaces que me han llamado la atención, positiva o negativamente, en los últimos días.

Kapla

Piezas de madera de doce centímetros de largo, todas iguales, con proporciones 1:3:15, eso es Kapla. Sirven para construir, pero las piezas no encajan entre sí de ninguna forma. Simplemente las vas apilando confiando en que la gravedad los mantengan en su sitio. Son tremendamente divertidas de usar, porque en muchas ocasiones tienes que ingeniártelas para decidir en qué orden construir, de forma que el conjunto no se desmorone.

He intentado construir varios de los ejemplos que vienen en los libros. Que por cierto, son también divertidos por su parte: no te ofrecen instrucciones para crear las construcciones, dándote como mucho alguna indicación, pero en la mayoría de los casos se limitan a una foto y un dibujo si se sienten generosos. Eso te obliga, en muchas ocasiones, a pensar, lo que siempre viene bien.

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Enlaces que me han resultado interesantes. Positiva o negativamente. A elegir.

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No sólo es un vídeo tremendamente divertido, sino que además… bueno, básicamente cuenta el problema principal de Libranda:

Consejos de una sirenita

Cuando Lilo y Stitch recuerdo un comentario sobre el mensaje final de la película: no importa lo peligroso que pueda ser para todos, si tienes un contrato firmado puedes quedarte con tu arma de destrucción masiva, porque los contratos son más importantes que todo lo demás. Una filosofía más que razonable, se añadía, desde el punto de vista de los abogados de la empresa. Aunque siendo justo, ese recurso no era más que una trampa que usaba la jefa para no tener en cuenta el bienestar de los demás y dar un final feliz a la historia.

Es algo que suele pasar con las películas, y sobre todo con las de dibujos animados: en cuanto uno presta un poco de atención, el mensaje suele ser para poner los pelos de punta. Por suerte, uno no suele prestar atención.

Por ejemplo, ¿qué consejos te da la famosa sirena?

(vía Evolving Thoughts)

Libranda

Como muchas personas interesadas en los libros y en el libro electrónico, fui a mirar qué era eso de Libranda.

Esperaba otra cosa.

Libranda es como un bus al que le falta una rueda pero se posiciona como un servicio de transporte público. Al subir te pregunta tu destino. Una vez localizado –si lo encuentra en su limitada base de datos de lugares-, te explica lo bonito que es y te ofrece una lista de servicios de taxis a los que puedes llamar para llegar hasta allí. Al venir el taxi, tienes que volver a indicar el destino porque el servicio es tan poco servicial que es incapaz de comunicarlo de antemano.

No puedo evitar pensar que alguien ha pretendido preservar como fuese todas las capas del sistema físico de venta de libros. Pero viendo el resultado, no puedo evitar pensar que sobra más de un paso.

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Enlaces compartidos en Google Reader. Son enlaces que por alguna razón, positiva o negativa, me han llamado la atención:

He leído ya varios libros de la editorial Salto de Página y he comentado varios más, por lo que empieza a aparecer un patrón, digamos, el tipo de obras que suelen publicar, repartidas en tres o cuatro tendencias. Creo que este El humo en la botella (Editorial Salto de Página. ISBN: 978-84-1505-00-5. 416pp. 22,95 €) de Juan Ramón de Biedma me parece –guiándome por la contraportada- un buen ejemplo de una de ellas. Una novela policiaca digamos renovada, que se aparta de los perfiles clásicos –en el caso de Carlos Salem, otro autor de la casa, con grandes dosis de humor sin abandonar la seriedad social- y que transita por terrenos más grotescos, incluso rozando la frontera de lo fantástico. Vamos, una combinación irresistible.

De la contraportada:

Set Santiago, abogado y ex convicto que sobrevive en las cloacas de su oficio, se pondrá al servicio de ocultos intereses para encontrar a Eme Tobasa, un paciente fugado del psiquiátrico. Mientras tanto, antiguos enfermos mentales traman un secuestro por dinero y venganza, estalla un motín en el ala psiquiátrica de un hospital, se prepara el asalto a un banco clandestino, anda suelta una psicópata de quince años, un manicomio en ruinas es reconstruido por sus antiguos residentes, dos hombres se hunden en una relación sadomasoquista y Eme recorre una Sevilla oculta, amenazante y violenta en busca de la mujer que lo obsesiona desde siempre. La ciudad es ahora el manicomio.

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Me resulta llamativo que el mayor descubrimiento de la astronomía moderna –ciencia que comprende razonablemente lo sucedido desde una fracción de segundo tras el Big Bang hasta nuestros días y que se hace una idea bastante aproximada de la evolución de las grandes estructuras del universo- sea precisamente no saber de qué está hecho gran parte del universo. No se trata de un forma cualesquiera de desconocimiento. Es decir, no es ignorancia en el sentido de qué no sé lo que hay tras la puerta de una habitación cerrada en la que jamás ha entrado nadie. Todo lo contrario, es una ignorancia cimentada sobre años de estudios y, como he dicho antes, sobre unos conocimientos bastante buenos sobre el funcionamiento del cosmos. Es el simple hecho de saber todas esas cosas lo que lleva a los astrónomos a concluir que falta algo. Algo que no saben qué es.

Debe ser un trabajo de los más divertido.

Y el algo no es poco. Más o menos un 90% del universo repartido por una parte en materia oscura –que sería mayoritariamente muy diferente a la materia que conocemos- y energía oscura, que en su día impulsó la inflación que creó el universo que conocemos y que hoy en día está acelerando su expansión. Es curioso pensar que la materia normal de la que estamos hechos no es nada normal. Todo lo contrario, es bastante poco habitual.

The Extravagant Universe cuenta parte de esa historia, entremezclándola, inevitablemente, con los demás hilos. Trata del uso de las supernovas del tipo Ia para estudiar la, se creía entonces, desaceleración del universo. La investigación, en la que estuvo muy implicado el autor, acabó llegando a la conclusión contraria: desde hace unos cinco mil millones de años el universo pasa por una fase de expansión acelerada. Un universo dominado por una energía oscura desconocida.

¿La energía oscura es la constante cosmológica introducida por Einstein? ¿Es otra cosa diferente, la famosa quintaesencia? ¿De qué está hecha la materia oscura? ¿Se trata de exóticas partículas surgidas de alguna teoría de gran unificación? ¿O todo podría ser un mecanismo más exótico resultado de la teoría de cuerdas?

El autor va salpicando de anécdotas personales –y algún roce con otros individuos y con algunos chistes que no son tan malos como es habitual en los libros de divulgación- una historia que arranca en 1917, con la teoría de la relatividad general de Einstein. Cuando Einstein formuló la teoría, preguntó a los astrónomos cómo era el universo. En aquella época, el universo era estático y eterno, limitado a la Vía Láctea (es curioso pensar en todos los conocimientos acumulados desde entonces y que hoy todavía hay gente que nació en esa época. Para que luego digan que el mundo no puede cambiar en lo que dura una vida humana). Como las ecuaciones no daban ese resultado, Einstein decidió introducir la fatídica constante cosmológica. Fatídica porque de haber confiado en sus ecuaciones, podría haber predicho la expansión del universo que se demostraría poco después. El universo de la astronomía se amplió enormemente en unos pocos años. Y Einstein se quedó entre la manos con una constante que, creía, no servía para nada.

Lo que más me ha gustado de este libro es que no ahorra errores y fallos, ni siquiera los del propio autor, ni tampoco intenta ocultar que la ciencia la hacen personas con una personalidad definida. No oculta en ningún momento las hipótesis equivocadas y los callejones sin salida. Ni tampoco minimiza en ningún momento los complejos problemas tecnológicos que es preciso superar para realizar estudios de este tipo. Incluso habla de equipos que, teniendo la idea correcta, lo intentaron antes de que la tecnología lo permitiese. Se trata, después de todo, de ver la luz emitida por objetos muy brillantes, sí, pero que se encuentran a millones de años luz de la Tierra.

Además, por si los problemas prácticos fuesen pocos, una supernova es objeto cuya naturaleza es preciso estudiar primero. ¿Cuántos tipos de supernovas hay? ¿Todas las supernovas del tipo Ia son iguales? ¿Se pueden usar como puntos de luz de referencia? ¿Qué factores modifican la luz desde el momento en que surgió de la supernova hasta su llegada a la Tierra? Son pequeños detalles que hay que ir resolviendo poco a poco, acumulando datos y creando modelos. Rara vez la ciencia es resultado de un momento de inspiración. Según este libro, es sobre todo resultado de ingenio y mucho trabajo duro. Es más, incluso cuando se llega a la conclusión final, no deja de insistir en otros científicos que proponen mecanismos alternativos que podrían explicar de otra forma esos mismos resultados. Por ejemplo, podría haber en el universo un «polvo de hadas» que alterase sustancialmente los resultados. Pero en ciencia se trata de hacer predicciones concretas que luego se puedan contrastar con la realidad.

Me ha gustado mucho este libro. La imagen que da de la ciencia es tremendamente humana –siendo también un libro muy personal-, como una empresa que siempre se está haciendo y jamás se termina. De hecho, el libro concluye con un epílogo –añadido al texto original- sobre nuevos proyectos de investigación que podrían ampliar, e incluso modificar, las conclusiones iniciales. Nunca se acaba.

Y el mejor ejemplo de la evolución continua de la ciencia es la historia contada en el libro. Empezando por una serie de preguntas sobre la naturaleza última del universo, el proceso científico llevó a responder muchas de esas preguntas pero también planteando finalmente preguntas todavía mayores. Cuando se descubra la naturaleza de la materia oscura –propuesta, por cierto, en 1933- y la energía oscura, ¿con qué preguntas nos quedaremos entre las manos?

[50 libros] 2010

Confieso que me da un poco de miedo un libro –El enigma cuántico (Tusquets Editores. ISBN: 978-84-8383-244-8. 264 pp. 19,00€) de Bruce Rosenblum y Fred Kuttner- que se subtitula «encuentros entre la física y la conciencia». La cuántica es una de esas teorías física tan malinterpretada y empleada para todo tipo de propósitos ajenos a ella que no puedo evitar inquietud aunque los autores sean físicos. Quizá pero por eso sea importante darle una oportunidad.

De la contraportada:

Nacida en los años veinte del siglo pasado para explicar el mecanismo que rige el comportamiento de los átomos, la teoría cuántica ha sido sorprendentemente exitosa: ninguna de sus predicciones ha resultado falsa y ningún científico la pone en cuestión. Además, la mecánica cuántica ha revolucionado nuestro mundo cotidiano y ha propiciado asombrosos avances tecnológicos. Sin embargo, algunas de sus conclusiones –como la afirmación de la interdependencia entre la realidad del mundo exterior y su observación experimental, o la idea de que un objeto puede estar en dos o más sitios al mismo tiempo– constituyen un enigma que cuestiona nuestras intuiciones en torno a la realidad y la conciencia y que acercan esta teoría a la filosofía y el misticismo.

Los físicos Rosenblum y Kuttner exponen con claridad y sin tecnicismos el desarrollo histórico de esta teoría, relatan fascinantes historias y anécdotas sobre los científicos involucrados en ella y exploran la paradójica idea de que la conciencia afecta a los fenómenos físicos. El enigma cuántico, en definitiva, ofrece una amena aproximación a un misterio que obsesiona a los físicos desde hace ocho décadas.

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La verdad es que me gustan los libros de la editorial Salto de Página. Están escogidos para que tengan siempre un punto curioso que los hace interesante. Hace poco he leído dos (Oscuro bosque oscuro de Jorge Volpi y Bajo el influjo del cometa de Jon Bilbao) y he quedado encantado. Este El año del desierto (Salto de Página. ISBN: 978-84-937181-6-9. 20,50€. 320 pp.) de Pedro Mairal apunta en esa misma dirección.

De la contraportada:

La intemperie avanza implacable, desde los arrabales, cercando la ciudad de Buenos Aires. Convierte los edificios en baldíos llenos de vegetación, el asfalto en mala yerba.

María Valdés Neylán, secretaria en un rascacielos de cristal y acero, tendrá que sobrevivir en un mundo que se desmorona: donde crece el desorden, brotan las epidemias y los alimentos se pudren inexplicablemente rápido. A lo largo de un año será enfermera y pionera de la colonización, rehén de los braucos y diosa indígena. De los prostíbulos del puerto a las extensiones de la pampa, sus pasos la llevarán a olvidar de dónde vino, y su relato a recordarlo.

The Infinite Book, de John D. Barrow

El infinito no es sólo un número muy grande. Si lo consideramos así, nuestra experiencia sobre el funcionamiento de los números nos engañará. Porque dado un número, por grande que sea, basta con sumarle uno para obtener un número todavía mayor. Infinito no se comporta así. A infinito si le sumas uno sigues teniendo infinito. Es más, si a infinito le sumas infinito el resultado sigue siendo infinito. El producto de infinito por cualquier número mayor que cero es infinito, por pequeño que sea el número.

Consideremos esta suma:

S = 1 – 1 + 1 – 1 + 1

El resultado es uno. Si añadiésemos un -1, el resultado sería cero. Si seguimos añadiendo términos, el resultado sería 1 o 0, dependiendo de los términos que añadamos. Sin embargo, si añadimos infinitos términos:

S = 1 – 1 + 1 – 1 + 1…

Ya no sabemos cuál es el resultado. Si agrupamos los términos de la siguiente forma:

S = (1 – 1) + (1 – 1) + (1 – 1)…

Entonces S = 0 porque todos los términos entre paréntesis valen cero. Pero si los agrupamos así:

S = 1 + (– 1 + 1) + (- 1 + 1)…

El resultado es S = 1 porque los términos entre paréntesis valen cero. Pero todavía podemos mejorarlo:

S = 1 – (1 – 1 + 1 – 1…)

Lo que hay entre paréntesis es S. Por tanto, tenemos:

S = 1 – S

Lo que da:

2S = 1

Y por tanto:

S = 1/2

Ése es uno de los ejemplos contenidos en este extraordinario libro de divulgación. Un libro que se enfrenta al infinito en todos sus llamativos aspectos, algunos de los cuales han sido verdaderos descubrimientos para mí. Desde los infinitos matemáticos y las cumbres imponentes de la sucesión sucesiva de infinitos de Cantor (infinitos que son mayores que otros infinitos), hasta los infinitos físicos (¿los infinitos que predicen algunas teorías son problemas de las teorías o describen fenómenos reales?), pasando por los infinitos teológicos (¿un dios infinito podría haber creado un mundo finito?), los infinitos cosmológicos (¿cuál es la forma última del universo? ¿Podríamos vivir realmente en un mundo de inflación eterna donde surgen continuamente nuevos universos?), las máquinas capaces de realizar infinitas tareas en un tiempo finito (que parecen ser posibles en la mecánica newtoniana pero imposibles en la física de Einstein), la posibilidad de infinitos bucles en el viaje en el tiempo y los detalles de una vida de inmortales.

De hecho, el libro parece tratar de cualquier tema en el que el infinito pueda entrar. Es decir, no se me había ocurrido que la ética pudiese tener problemas con el infinito (de hecho, en estas páginas se habla mucho de gente que, por una u otra razón, tenía problemas con el infinito, precisamente porque introduce problemas muy complejos allí donde aparece), pero así es. Si vivimos en un universo infinito, en ese caso, cualquier cosa que tenga una probabilidad superior a cero se repite infinitas veces. Por tanto, hay infinitas copias de todos nosotros ejecutando exactamente nuestros actos. Es más, hay infinitas copias de nosotros mismos ejecutando todos los actos que podríamos potencialmente estar ejecutando ahora mismo. En ese mundo, ¿qué sentido tiene un acto de altruismo si hay infinitos mundos en el que ese acto no se realizó? Si se pudiese demostrar que vivimos en un universo así, ¿habría que rehacer la ética?

Evidentemente, el libro no tiene tiempo de tratar ningún tema en profundidad, definiéndose, de hecho, como una breve guía. Se trata más bien de ofrecer un repaso lo más amplio posible a un tema fascinante. Y lo consigue, porque el autor logra transmitir esa sensación de gran aventura intelectual, de ideas y pensamientos asombrosos que jamás habías considerado. Lees sin parar, deseando que la siguiente página ofrezca tantas maravillas como las anteriores. Y no defrauda. Página tras páginas encuentras detalles que desconocías.

Por ejemplo, el hotel de Hilbert.

Se trata de un hotel con infinitas habitaciones. Una noche, llega un viaje y el recepcionista le dice que el hotel está lleno, que hay infinitos huéspedes. Pero el director interviene para ofrecer una solución. Basta con mover a cada huésped a la habitación siguiente (1 a la 2, de 2 a la 3, de 3 a la 4 y así sucesivamente) para dejar libre la primera habitación y poder acoger al viajero.

El viajero queda tan contento de su estancia que una semana después regresa al hotel, trayendo a infinitos amigos (siempre tuvo don de gentes). El recepcionista vuelve a objetar que le hotel está lleno. Pero una vez más, el director interviene para ofrecer una solución. Basta con desplazar a cada huésped de su habitación a la doble, de la 1 a la 2, de la 2 a la 4, de la 3 a la 6 y así sucesivamente. De tal forma quedan libres todas las habitaciones impares y el hotel puede entonces acoger a todos los infinitos amigos del viajero.

Por desgracia, los huéspedes de las habitaciones pares se cansan de tanto ajetreo y se van todos. Por tanto, todas las habitaciones pares quedan vacías y la ocupación del hotel cae al 50%, algo que el director no puede tolerar. Por suerte, la solución es simple. Basta con dejar la habitación 1 como está, trasladar 3 a 2, 5 a 3, 7 a 4, y así sucesivamente. Listo. La ocupación vuelve a ser del 100%.

Pero hay un problema adicional. El hotel pertenece a una cadena con infinitos hoteles en infinitos mundos. Como nuestro hotel es el único que mantiene una ocupación continua del 100%, los jefes han decidido cerrar los otros hoteles y trasladar a infinitos huéspedes de infinitos hoteles a nuestro hotel. ¿Cómo se les puede acomodar?

Yo conocía el hotel de Hilbert y los primeros casos que he presentado. Pero debo admitir que el problemas de infinitos grupos de infinitos huéspedes que llegan al hotel no me lo había planteado nunca.

The Infinite Book ha sido una de mis lecturas más divertidas de este año. Un extraordinario ejemplo de divulgación.

[50 libros] 2010

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