Windows 95 en tu PSP

Al principio creí que era una broma, pero parece ser real. Matan Gillon dice que usando Bochs, un emulador de x86, ha conseguido ejecutar Windows 95 en una PSP, completando incluso algunas partidas al Buscaminas.

Yes, it’s true. I’ve managed to run Windows 95 and Linux on the PSP. I’ve done it by porting the excellent open source x86 emulator Bochs.

Windows 95 actually runs quite well but don’t expect it to be a speed demon. It takes about 10 minutes to boot but afterwards it’s pretty usable. I was able to do things like: open «My computer» and browse the virtual hard drive, complete a whole game of Minesweeper and run various other applications. Now you too can get your Minesweeper fix on the go 🙂

(vía Matt Croydon::Postneo 2.0)

El autor y la editorial me resultan desconocidos, pero es siempre agradable comprobar que el deseo de publicar ciencia ficción no disminuye.

El Señor de Constantine es una trilogía del autor escocés Robert Barrier, de la que se presenta como novedad editorial la primera parte, La Llegada del Senescal. La acción transcurre en un lejano planeta llamado Promisión, que fue primero terraformado y más tarde colonizado por una nave que llevaba a bordo un contingente de colonos británicos de procedencia mayoritariamente escocesa. La destrucción de la nave y una guerra fraticida hacen que la colonia retroceda culturalmente hasta una época equivalente a los inicios de la revolución industrial y quede olvidada del resto de la civilización universal. La «panhumanidad» redescubre el planeta muchos años más tarde y envía a un agente, Tomás de Constantine, para que determine si la civilización de Promisión está madura para integrarse de nuevo en la corriente cultural galáctica. El agente queda atrapado en la magia particular del planeta, en el que prospera una original forma social completamente diferente a la panhumana. Tomás tendrá que enfrentarse a sus propias contradicciones y a una conjura galáctica para que una corporación panhumana alcance unas cotas de dominación y poder que alterarían el delicado equilibrio entre las distintas fuerzas que configuran la cultura universal: el estado por una parte, las corporaciones por otra y los propios panhumanos, constituidos por humanos biológicos, ¡As y «cetas».

Fabrícate un microscopio digital

Un divertido proyecto científico.

Your Hospital Laboratory

Digital microscopy systems can cost thousands of dollars but a very useful model can be assembled by using one decent compound microscope and consumer products that cost less than $150. Many hopitals and universities have retired micorscopes that can be adapted to this task. The plans found here show how to modify a commonly found microscope. Many of these scopes have been retired in favor of more modern and ergonomically-friendly scopes. But these scopes yield suprisingly high quality images for the price. An older monocular scope can be converted to a wonderful teaching tool so long as the objective lens gives a good image.

(vía: MAKE:Blog)


No tuve oportunidad de comentar el Nokia 770, ese tablet de Nokia que no es un teléfono y es por tanto tan fácil de desestimar. A mí, sin embargo, me parece un cacharro la mar de interesante y pienso hacerme con uno en cuanto esté disponible (¿se venderá en España?).

El 770 está creado alrededor de una filosofía de software abierto. Basado en Linux, hay una plataforma de desarrollo –Maemo– que cualquiera se puede bajar. De hecho, ya hay mucha gente utilizándolo y, antes de que el dispositivo esté ya comercialmente distribuido, ya hay frutos. Matt Croydon comenta que hay al menos cuatro alternativas para navegar usando el Nokia 770.

Ales

Hoy he conocido a Ales, que tiene una bitácora interesantísima que yo no conocía -y todavía me pregunto cómo es posible que no la conociese- que actualiza desde su Palm mientras se mueve por el mundo. Un hombre muy interesante, con bastantes cosas que contar. Compartimos el desinterés por la tecnología en sí y el interés por el uso de la tecnología.

Lifeblog post

Quedamos en la cafetería Dakar y en su página cuenta la pequeña odisea que sufrió para llegar hasta allí.

Mobile Search Application de Nokia

Mobile Search Application de Nokia es exactamente lo que dice su nombre, una aplicación que permite realizar búsquedas en la web desde tu teléfono móvil Nokia 6630, Nokia 6680 y Nokia 6681.

En realidad, la aplicación tiene dos componentes diferenciados. Por un lado, te permite realizar búsquedas locales, por ejemplo, taxis, restaurantes, tiendas y demás. La segunda, te permite realizar búsquedas más generales. La primera opción es claramente la más útil de las dos. Si uno tiene un teléfono en las manos y realiza una búsqueda, probablemente quiera una solución concreta a un problema concreto que tenga a su alrededor. Por desgracia, esas búsquedas locales sólo están disponibles en Reino Unido, Finlandia y Suecia.

En el segundo aspecto, el único que puedo evaluar de verdad, la aplicación está muy bien currada. Siendo de Nokia, estaba claro que iba a tener una gran integración con el sistema operativo, pero aún así impresiona. Te ofrece información sobre el número de resultados, recuerda qué otras búsquedas has realizado y pequeños detalles de manejo que ofrecen una experiencia radicalmente diferente a realizar las búsquedas usando el navegador y el sitio web:

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Para buscar en la web, basta con seleccionar esa opción, introducir el término y darle. El programa se conecta y realiza la consulta correspondiente:

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Lo interesante de la aplicación es que recoge los resultados en un formato mucho más conveniente para un teléfono móvil, ofreciendo sólo la mínima información. Presenta una lista de resultados bastante manejable y es posible pulsar en cualquiera de ellos para ver mayor información. Para cada resultado se ofrecen opciones como «navegar» (lo que abriría el navegador del teléfono) o «añadir a favoritos»:

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La otra opción es buscar imágenes. La búsqueda se realiza de la misma forma que antes:

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Pero el resultado es una lista de imágenes. Es posible pulsar en cada elemento y obtener más detalles:

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A continuación, es posible abrir la imagen y luego manipularla de la forma habitual (por ejemplo, enviándola por MMS):

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Pues contado todo esto, hay que comentar los dos problemas. En primer lugar, el servicio no local es de Yahoo!, y los resultados de las búsquedas no son muy buenos. La relevancia es tirando a baja, aunque hay que reconocer que la relevancia es un concepto muy subjetivo. Por otra parte, estoy de acuerdo con Carlo Longino en que una herramienta de búsqueda general en el móvil no tiene demasiado interés. No es muy probable que yo esté en una esquina y me dé por buscar webs sobre Napoleón usando el móvil.

Lo mismo sucede con las imágenes. En la demostración, el caso es de una chica que quiere que su novio vaya a comprar rambután. Como el novio no sabe qué rayos es eso, ella realiza una búsqueda por imágenes, encuentra una foto chachi de la fruta en cuestión y se la manda a su novio por MMS. Ante eso, uno se pregunta varias cosas. ¿Por qué no hace la búsqueda el novio y se ahorran el MMS? Mejor aún, ¿por qué no espera a llegar a la frutería y luego allí preguntar por la dichosa fruta?

Es decir, la opción más interesante de una aplicación así es precisamente la posibilidad de realizar búsquedas locales. Por desgracia, eso ahora mismo está limitado a los tres países antes mencionados. Pero podemos ver cómo funcionaría diciéndole a la aplicación que nos encontramos, por ejemplo, en el Reino Unido.

Si lo hacemos, nos aparece otra opción de búsquedas locales. Indicamos, por ejemplo, que buscamos «taxi» y como zona indicamos «Cambridge»:

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Realiza la búsqueda y nos indica que hay dos posibles «Cambridge». Escogemos uno y seguimos:

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Como antes, obtenemos una lista de posibilidades. Pero en esta ocasión nos ofrece también la posibilidad de ver los resultados sobre el mapa y también movernos sobre el plano y manipularlo:

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Al igual que antes, podemos elegir cualquiera de los resultados y hacer uso de la información. Por ejemplo, podemos llamar inmediatamente o simplemente añadirlo a los contactos:

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En resumen, una aplicación muy cuidada pero de utilidad limitada a menos que vivas en alguno de los países con búsquedas locales. Si ése no es el caso, nos queda una aplicación de búsquedas generales en Internet que puede tener su gracia pero que, lo dicho, no es excesivamente útil.

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He decidido que ya no quiero ser uno de los principales del imperio Margarita. Ahora quiero ser un arrozcontecino. Si supiese qué es Don Patch -parece una bola naranja con pinchos- querría ser lo que sea que es Don Patch.

Vale, sigo queriendo ser uno de los principales. Pero sólo un poquito.

Cohete sin destino

Soy lo suficientemente mayor para recordar que el Transbordador Espacial iba a volar una vez por semana, que produciría una cantidad asombrosa de avances científicos y que sería tan barato que un ciudadano privado casi podría permitirse mandar carga al espacio. Varios años después, ha quedado claro que el transbordador es una máquina penosa que ha logrado pocos de sus objetivos y que además ha puesto en peligro la ciencia en el espacio. Su dependencia absoluta del vuelo espacial tripulado -que sólo se puede justificar recurriendo a las falacias emocionales y a cantos ideológicos como la «exploración» o el «destino de la humanidad»- lo han malogrado como vehículo útil. Mientras tanto, las naves automáticas son las que han investigado en el espacio y las que han producido conocimiento científico de verdad.

A Rocket To Nowhere analiza la historia del aparato, desde su concepción inicial:

By the time Shuttle development began, it was clear that the original vision of a Shuttle as part of a larger space transportation system was far too costly and ambitious to receive Congressional support. So NASA concentrated on building only the first component of its vision, a reusable manned spacecraft that could reach low earth orbit. Since NASA assumed it would be able to fly Shuttle missions with a turnaround time as low as two weeks, this left the vexing question of what to do with all that spare launch capacity. The tiny commercial launch market was in no shape to supply such a wealth of satellites, so NASA turned to the one agency that had an abundance of things requiring shooting into space – the Air Force – and asked it to abandon its unmanned rocket programs, instead committing all future satellite launches to the Shuttle.

The Air Force was only too happy to agree, but at a crippling price. What the Air Force wanted to launch was spy satellites – lots of them, bulky telescopes with heavy mirrors, the bigger the better – and it wanted to launch them in an orbit over the Earth’s poles, so they could snoop over the maximum amount of Red territory. This meant NASA had to go back to the drawing board, since polar orbits would require a heavier orbiter than the Shuttle design had anticipated, which in turn meant using a bigger rocket at launch, and dissipating more heat during re-entry.

Hasta sus «experimentos»:

This brings up a delicate point about justifying manned missions with science. In order to make any straight-faced claims about being cost effective, you have to cart an awful lot of science with you into orbit, which in turns means you need to make the experiments as easy to operate as possible. But if the experiments are all automated, you remove the rationale for sending a manned mission in the first place. Apart from question-begging experiments on the physiology of space flight, there is little you can do to resolve this dilemma. In essence, each ‘pure science’ Shuttle science mission consists of several dozen automated experiments alongside an enormous, irrelevant, repeated experiment in keeping a group of primates alive and healthy outside the atmosphere.

Hasta las conclusiones:

Meanwhile, while the Shuttle has been up on blocks, a wealth of unmanned probes has been doing exactly the kind of exploration NASA considers so important, except without the encumbrance of big hairless monkeys on board. And therein lies another awkward fact for NASA. While half the NASA budget gets eaten by the manned space program, the other half is quietly spent on true aerospace work and a variety of robotic probes of immense scientific value. All of the actual exploration taking place at NASA is being done by unmanned vehicles. And when some of those unmanned craft fail, no one is killed, and the unmanned program is not halted for three years.

Over the past three years, while the manned program has been firing styrofoam out of cannons on the ground, unmanned NASA and ESA programs have been putting landers on Titan, shooting chunks of metal into an inbound comet, driving rovers around Mars and continuing to gather a variety of priceless observations from the many active unmanned orbital telescopes and space probes sprinkled through the Solar System. At the same time, the skeleton crew on the ISS has been fixing toilets, debugging laptops, changing batteries, and speaking to the occasional elementary school over ham radio.

NASA is convinced that stopping the Shuttle program would mean an indefinite end to American manned space flight, and so it will go to almost any length to make sure there is a continuous manned presence in space. The arguments in its defense may be disingenuous, this reasoning goes, but the manned program is an irreplaceable asset in itself, as well as a high-profile mission that keeps funding flowing in for worthy but less glamorous NASA activities.

But this attitude is actually doing damage to the prospects of real manned space exploration. Sinking half the NASA budget into the Shuttle and ISS precludes the possibility of doing truly groundbreaking work on space flight. As the orbiters age, their upkeep and safety requirements are becoming an expensive antiquarian exercise, forcing engineers to spend their ingenuity repairing obsolete components and devising expensive maintenance techniques for sclerotic spacecraft, rather than applying their lessons to a new generation of rockets. The retardant effect the Shuttle has had on technology (like the two decades long freeze in expendable rocket development) outweighs any of its modest initial benefits to materials science, aerodynamics, and rocket design.

Que lo disfruten.

(vía rc3.org)

Entrevista

Juan Arellano me entrevista desde Perú y me hace buenas preguntas interesantes, de las que da gusto contestar. Estoy particularmente orgulloso de ésta:

¿Qué tan cierta es tu fama de geek?

Es totalmente falsa. Me gustan las personas y hablo con todo el mundo. Los cacharros me interesan en gran medida por lo que me permiten comunicarme con la gente (de ahí mi gran interés por los teléfonos móviles) y rara vez por sí mismos. Es decir, hay cosas que son geniales de hacer y cacharros que son interesantísimos por sí mismos. Pero si no puedes compartirlos, no sirven para nada.

Las estrellas de los comentarios

En Engadget en español tienen una curiosa iniciativa. El 15 de agosto a la 11:59 pm premiarán con un iPod Shuffle al lector con más estrellas. Las estrellas se ganan haciendo buenos comentarios.

Little Nemo y sus 100 años

He descubierto dos cosas a propósito de Little Nemo. La primera es que el 15 de octubre se cumplen 100 años de esa obra imprescindible del cómic. La segunda es que se está preparando un libro conmemorativo.

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El monstruo inmortal

A Hollywood le encanta el mito de Frankenstein, y rara es la película de tema científico que no lo usa, advirtiendo siempre que no hay que «jugar a ser Dios». El problema es, claro, la repetición hasta el aburrimiento de la misma solución. Chris Mooney lo comenta a propósito de dos películas reciente: La venganza de los sith y La isla:

The trouble is that the argument against «playing God» is frequently an anti-intellectual mantra used to stifle debate about new technologies, the epitome of fear-mongering. And if the Frankenstein argument is politically troubling, Frankenstein-like flicks have serious aesthetic shortcomings as well. Sure, I understand the power of myth. I can see why certain stories get recycled over and over again. But isn’t there also something to be said for a little bit of originality now and again?

Gótico nuclear

Mi amigo Xavier me envía esta curiosa noticia.

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El final de las cámaras de 35mm

La cadena Dixon del Reino Unido ha decidido dejar de vender cámaras de 35mm. Lo irónico de la situación es que Dixon se inició como estudio fotográfico en el año 1937. Pero ahora las cámaras digitales son las más vendidas.

Al final pasará como otras muchas tecnologías que fueron dominantes: las cámaras de 35mm se convertirá en un artículo para profesionales o aficionados muy exigente, mientras que las personas normales andaremos tan felices con la cámara digital.

No ha nacido y ya da problemas

Confieso que no le veo la gracia a lo de ver la televisión en el móvil, sobre todo con la cantidad de cosas bonitas que se podrían hacer, pero aparentemente operadoras y fabricantes están empeñados en obligarnos a ver la tele en esa pantalla (al meno espero que sea televisión a la carta). En cualquier caso, la cosa no ha empezado todavía y ya causa problemas. Si se puede ver la televisión en el móvil, ¿significa eso que un móvil es un televisor? Por tanto, en los países en los que se pagan licencia por los televisores, caso del Reino Unido, ¿habrá que pagar licencia por el móvil?

(vía Picturephoning.com)

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La religión de los samurai

Me ha pasado ya varias veces, por lo que uno creería que no debería pasarme más, pero la triste realidad es que mis circuitos neuronales de aprendizaje deben fallar y siempre me sorprende lo que no debería sorprenderme. Hablo de lo siguiente: cojo un clásico y empiezo a leerlo, e invariablemente temo que me va a ser difícil de entender y leer; sin embargo, suele suceder lo contrario, acabo descubriendo que el texto clásico en cuestión no es sólo una lectura agradable sino también extraordinaria.

Me ha pasado recientemente con La religión de los samurai de Kaiten Nukariya, un texto clásico de principios de siglo XX sobre el budismo mahayana, de su peculiar viaje desde India a China, cruzándose con el taoísmo, para acabar dando el zen en Japón. Pero no es un estudio en el sentido en que podemos entenderlo ahora, porque no hay nada de pretendido distanciamiento en este texto, todo lo contrario, el autor abraza el zen y se imbrica con lo que está contando. El estilo es apasionado y delicioso, sorprendiéndote con símiles y metáforas que no esperas (muchas de ellas con animales): «Los conejos no pueden confraternizar con los elefantes» o «la importancia del león sólo puede apreciarla el mismo león».

Comienza trazando dos historias: una del budismos desde India hasta su llegada a Japón, y luego la del zen en Japón, centrándose especialmente en las similitudes entre un monje zen y un samurai, pero también destacando la personalidad de los maestros originales. Luego ya se lanza a las posiciones más filosóficas y metafísicas, y es ahí donde se me rompe la pretensión de estar leyendo un libro sobre una religión. El capítulo 3 está dedicado a la escritura en el zen y empieza diciendo: «Las escrituras no son más que un montón de papel inútil» y señalando que «Las escrituras no son ni más ni menos que el dedo apuntando a la luna de la Budeidad. Cuando reconocemos la luna y gozamos de su benéfica belleza, el dedo ya de nada sirve» dejando bien claro que el zen se vive, no se piensa.

Pero lo verdaderamente curioso viene a continuación, porque no sé cuántos libros sobre «religiones» se lanzan de pronto a una entusiasta defensa de la verdad científica y a una denuncia de la superstición:

Creer ciegamente en las escrituras es una cosa y ser un devoto, otra muy distinta. ¡Con cuánta frecuencia las infantiles ideas de la creación y de Dios procedentes de las escrituras ocultaron la luz de las verdades científicas! ¡Con cuánta frecuencia quienes creían ciegamente en ellas frenaron el progreso de la civilización! ¡Con cuánta frecuencia las personas religiosas nos impidieron percibir una nueva verdad simplemente porque iba en contra del antiguo folclore de la Biblia! No hay nada más absurdo que el constante pavor que ciertas personas religiosas que afirman venerar la verdad y el espíritu de Dios en cuerpo y alma sienten ante los descubrimientos de nuevos hechos científicos que son incompatibles con el folclore bíblico. No hay nada más irreligioso que perseguir a los buscadores de la verdad para conservar las absurdidades y supersticiones de antaño. No hay nada más inhumano que la comisión de una «devota crueldad» bajo la máscara del amor de Dios y del hombre. ¿Acaso no es lamentable no sólo para el cristianismo sino para todo el género humano que la Biblia esté plagada de leyendas, de historias de milagros y de una primitiva cosmología que en algunas ocasiones entra en conflicto con la ciencia?

Y del budismo dice: «Las escrituras budistas también están llenas de supersticiones indias y una primitiva cosmología que se han hecho pasar por budistas». Y más, al hablar de las grandes figuras y la naturaleza para defender la superioridad del mundo real sobre las palabras, nombra a gente como Kant, Copérnico y Newton, y acaba comentando a Charles Darwin, del que dice: «Charles Darwin, cuya teoría cambió por completo la corriente del pensamiento del mundo, no era un asiduo lector de libros sino un atento observador de la naturaleza».

Tantas de las cosas que discute son en realidad posiciones filosóficas -la naturaleza última de la realidad o la condición última del ser humano- que me resulta difícil creer que son dogmas religiosos. Es concebible estar de acuerdo con esas posiciones y sin embargo no practicar el zen, que parece justo lo contrario de cualquier religión.

Ya antes de leer este libro tenía una imagen más o menos exacta del zen, pero me resultaba difícil saber si esa visión era una versión occidentalizada y moderna o hundía sus raíces en el pasado. La religión de los samurai me está aportando precisamente ese anclaje en el pasado (se escribió, después de todo, hace casi 100 años). Y encima es divertido de leer.

The Economist y los videojuegos

The Economist comenta los videojuegos y produce un texto muy equilibrado que plantea varios puntos de vista sobre los videojuegos y acaba defendiéndolos. El artículo es una reacción a la última ronda de ataques contra los videojuegos en Estados Unidos. Vale la pena leerlo. Algunas citas:

«It’s just a generational divide,» says Gerhard Florin, the European boss of Electronic Arts, the world’s biggest games publisher. «It’s people not knowing what they are talking about, because they have never played a game, accusing millions of gamers of being zombies or violent.» Digital natives who have played video games since childhood already regard them as a form of entertainment on a par with films and music. Older digital natives now have children of their own and enjoy playing video games with them.

Sobre si los videojuegos incitan a la violencia:

But as Steven Johnson, a cultural critic, points out in a recent book, «Everything Bad Is Good for You», gaming is now so widespread that if it did make people more violent, it ought to be obvious. Instead, he notes, in America violent crime actually fell sharply in the 1990s, just as the use of video and computer games was taking off (see chart 2). Of course, it’s possible that crime would have fallen by even more over the period had America not taken up video games; still, video gaming has clearly not turned America into a more violent place than it was.

What’s more, plenty of games, far from encouraging degeneracy, are morally complex, subtle and, very possibly, improving. Many now explicitly require players to choose whether to be good or evil, and their choices determine how the game they are playing develops.

Sobre lo que se aprende jugando:

Even games with no educational intent require players to learn a great deal. Games are complex, adaptive and force players to make a huge number of decisions. Gamers must construct hypotheses about the in-game world, learn its rules through trial and error, solve problems and puzzles, develop strategies and get help from other players via the internet when they get stuck. The problem-solving mechanic that underlies most games is like the 90% of an iceberg below the waterline-invisible to non-gamers. But look beneath the violent veneer of «Grand Theft Auto», and it is really no different from a swords-and-sorcery game. Instead of stealing a crystal and delivering it to a wizard so that he can cure the princess, say, you may have to intercept a consignment of drugs and deliver it to a gang boss so he can ransom a hostage. It is the pleasure of this problem-solving, not the superficial violence which sometimes accompanies it, that can make gaming such a satisfying experience.

Y concluye:

Like rock and roll in the 1950s, games have been accepted by the young and largely rejected by the old. Once the young are old, and the old are dead, games will be regarded as just another medium and the debate will have moved on. Critics of gaming do not just have the facts against them; they have history against them, too. «Thirty years from now, we’ll be arguing about holograms, or something,» says Mr Williams.

A seguir jugando. Yo ahora estoy con Rachet y Clank (el uno).

(vía The Raw Feed)

Los bebés son estúpidos

Estaba leyendo The Birth of the Mind de Gary Marcus y en medio del libro me encontré con una referencia a este artículo satírico de The Onion: Study Reveals: Babies are Stupid, reacción a todos los estudios que demostraban que los bebés eran más inteligentes de lo que parecían. Empieza con gracia:

The study, an 18-month battery of intelligence tests administered to over 3,500 babies, concluded categorically that babies are «so stupid, it’s not even funny.»

According to Institute president Molly Bentley, in an effort to determine infant survival instincts when attacked, the babies were prodded in an aggressive manner with a broken broom handle. Over 90 percent of them, when poked, failed to make even rudimentary attempts to defend themselves. The remaining 10 percent responded by vacating their bowels.

It is unlikely that the presence of the babies’ fecal matter, however foul-smelling, would have a measurable defensive effect against an attacker in a real-world situation,» Bentley said.

Y va corriendo hacia la sátira más surrealista terminando con Bill Clinton prohibiendo los bebés.

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Boda móvil

Iban a casarse el día 28 de julio, pero el novio y la novia se encontraban en ciudades diferentes y las lluvias impedían la salida de los trenes que todavía no son anfibios. La solución fue casarse por móvil, con un sacerdote a cada lado para asegurar la legitimidad de la ceremonia. Los papeles se enviaron por fax, para su correspondiente firma:

July 28, says the groom was fixed as the most auspicious time for the marriage and even the priests could not defer the same. With no other solution in sight, this unique idea was adopted to wed the two. The wedding registration certificate was signed by the bride and faxed to the groom who also signed it and submitted it. The newly weds were happy at being married but both were extremely upset over the fact that the rain gods had the last laugh.

(vía textually.org)

De cómo Google empezó a buscar

Artículo sobre los orígenes de Google, antes de que Google fuese Google.

It began with an argument. When he first met Larry Page in the summer of 1995, Sergey Brin was a second-year grad student in the computer science department at Stanford University. Gregarious by nature, Brin had volunteered as a guide of sorts for potential first-years – students who had been admitted, but were still deciding whether to attend. His duties included showing recruits the campus and leading a tour of nearby San Francisco. Page, an engineering major from the University of Michigan, ended up in Brin’s group.

It was hardly love at first sight. Walking up and down the city’s hills that day, the two clashed incessantly, debating, among other things, the value of various approaches to urban planning. «Sergey is pretty social; he likes meeting people,» Page recalls, contrasting that quality with his own reticence. «I thought he was pretty obnoxious. He had really strong opinions about things, and I guess I did, too.»

«We both found each other obnoxious,» Brin counters when I tell him of Page’s response. «But we say it a little bit jokingly. Obviously we spent a lot of time talking to each other, so there was something there. We had a kind of bantering thing going.» Page and Brin may have clashed, but they were clearly drawn together – two swords sharpening one another.

Es parte de libro The Search: How Google and Its Rivals Rewrote the Rules of Business and Transformed Our Culture de John Battelle.

(vía Techdirt)

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