Sayaka Murata ofrece en «La dependienta» una protagonista singular que solo aspira a su hueco en el mundo.
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TRANSCRIPCIÓN
Hola. Una mujer que ha encontrado su lugar. Un hombre que está convencido de que alguien le debe algo. Una sociedad que exige continuamente nuestro conformismo, aunque ya se lo hayamos entregado. Es «La dependienta», de Sayaka Murata.
La publica Duomo ediciones con traducción de Marina Bornas.
Entremos en la tienda.
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Keiko Furukura sabe que no es una persona normal. Así que vive oculta en los huecos que la sociedad le deja: trabaja por horas en una tienda abierta veinticuatro horas, parte de una gran cadena, donde es feliz siguiendo el manual de empleado al pie de la letra. Por desgracia, ya ha cumplido los 36 y la sociedad tiene ideas muy claras sobre lo que una mujer de su edad debe hacer.
«La dependienta» es una de esas novelas muy serias escrita con mucho sentido del humor. Muestra a una protagonista francamente peculiar, muy diferente al lector, pero cuyo deseo de poder vivir tranquilamente, en paz, con su forma de ver el mundo, es perfectamente comprensible.
Keiko no es solo que quiera vivir la vida de otra forma, sino que ella misma es muy diferente a los demás. Cuando era pequeña, decidió que la mejor forma de separar a unos compañeros de clase que se peleaban era usar una pala. Ante los lloros de un bebé piensa que un cuchillo sería la solución. Las emociones que siente son diferentes y quizá más limitadas. No sabe lo que es la ira. No experimenta tampoco mayor interés por el sexo o tener pareja. Y su definición de comer es limitarse a hacer lo mínimo para que algo sea masticable.
Su problema principal es que la vida tiene muchas reglas rara vez explícitas, increíblemente sutiles y en muchas ocasiones inconsistentes. Tiene que recurrir a las excusas inventadas por su hermana para justificar seguir trabajando por horas en una tienda. Porque en la tienda hay algo que no existe en el mundo real: un manual perfectamente claro explicando cómo ser el empleado ideal. Keiko no sabe ser humana, pero sí sabe ser humana de tienda: ser dependienta.
Por desgracia, la sociedad sigue insistiendo. Cuándo piensa casarse y encontrar un trabajo estable. Así que concibe un plan genial: fingir que mantiene una relación con un antiguo compañero de trabajo, Shiraha, un vago redomado que busca la vida más sencilla pero que inicialmente parece similar a ella.
Pero el tiro sale por la culata. La pobre Keiko acaba con más presiones que antes y encima rompe el delicado equilibrio de la tienda. Para sus compañeros, incluso para su jefe, de pronto deja de ser una simple dependienta y se convierte en “persona”, con vida sentimental y planes de boda.
Lo mejor de «La dependienta» es su protagonista, que nos cuenta la historia en primera persona. Es claramente neuroatípica, pero acepta su situación sin rencor ni odio. A pesar de que piense cosas que no consideramos normales, ella solo aspira a vivir tranquilamente. Es un personaje muy simpático que aspira a sobrevivir en un mundo que no acaba de entender.
Un poco como todos nosotros.
La autora se deleita mostrando a Keiko como una observadora casi ornitóloga, que tiene calados los movimientos de clientes y empleados. La tienda es un lugar ordenado, donde cada uno es un objeto que ejecuta su función. Ella se limita a obedecer el reglamento e imitar a los demás, para encajar.
Incluso el trabajo emocional, el tener que sonreír continuamente y ser amable, no le importa. Ser un engranaje más de una máquina enorme es justo lo que quiere. Ella nació realmente cuando se convirtió en dependienta.
El humor de la novela va de fondo, ocupando casi siempre el espacio entre los deseos de Keiko y la realidad social. Ella no acaba de entender por qué le insisten y con ella tampoco el lector.
Me encanta además que la reflexión de la novela sea doble. Por un lado, preguntarse por qué la sociedad puede llegar a insistir de esa forma, exigir que interpretemos unos papeles determinados. Y por el otro, mostrar qué tipo de persona sería la ideal para ser engranaje, para ser perfectamente conformista.
O inconformistamente conformista.
O conformistamente inconformista.
Algo así…
En ese aspecto, si el final te parece feliz o trágico depende firmemente de tu valoración de Keiko. A mí me pareció que completaba maravillosamente su arco narrativo y no podría ser más feliz.
Lo que no dejo de preguntarme es si la novela mantiene alguna relación con «Indigno de ser humano», de Osamu Dazai. De hecho, parece jugar con esa obra, ofreciendo a su protagonista como ejemplo de otra forma de llevar eso de no encajar en el orden social y pintando a Shiraha como una versión paródica del protagonista de Dazai. Ya digo, no dejo de pensarlo, pero he sido incapaz de dar con ningún comentario al respecto. Es algo que le preguntaría a la autora.
«La dependienta» es una divertida novela sobre las exigencias sociales y cómo cada uno se enfrenta a ellas. Incluso una persona que no acaba de entender por qué se le piden esas cosas y con qué sentido.
Y si quieres otra novela japonesa sobre personas al margen de la sociedad, te dejo aquí el vídeo sobre «La fórmula preferida del profesor». Los primos son los mejores números.
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