Jack Faust de Michael Swanwick


El viejo mito de Fausto puesto al día.

No me refiero a que transcurra en la actualidad o en un futuro cercano, Fausto sigue siendo el estudiante alemán del renacimiento que quema sus libros porque no contienen mas que mentiras. Lo que cambia es Mefistófeles. Y con eso cambia todo lo demás. No porque el Mefistófeles de Swanwick sea un personaje más agradable o cómico -todo lo contrario, es un auténtico demonio en intención y carácter- sino porque en vez de esos pobres juegos de magia a los que nos tenía acostumbrado, Mefistófeles le da a Fausto, a este Jack Faust, conocimiento de verdad: tecnología, física, ingeniería, biología, todo.

Y además a este Mefistófeles le importa un bledo la condenación del alma inmortal de Fausto. Su plan es mucho peor. La destrucción de toda la especie humana. Y la naturaleza de Mefistófeles no es teológica, sino más bien metafísica en el sentido «meta» de «más allá». Mefistófeles es el representante de una especie que habita en otro universo, un universo donde las inexorables leyes de la física condenan a la extinción a sus habitantes mucho antes de que este haya llegado a la mitad de su vida.

El puro odio hacia los humanos que los sobrevivirán es lo que impulsa a la raza que crea a Mefistófeles -cuyo nombre es en realidad una ecuación- a desear la destrucción total de millones de individuos. Como se dice en la novela «si supieras que estás agonizando y una cucaracha pasara al lado tuyo y supieras que ese bicho iba a vivir hasta ver la luz del sol y tu no. ¿No lo aplastarías?».

Evidentemente esta es una novela sobre corrupción. Faust pasa de ignorante a iluminado, de iluminado a Mesías. Y de Mesías a encarnación de la perdición de toda la especie humana, todo ello mediante el conocimiento que le otorga Mefistófeles -«sólo tienes que escuchar»- que conlleva una anticipada revolución industrial con todas sus consecuencias. La Armada Invencible compuesta por torpederos y destructores de vapor no es una de las menores.

Pero lo fascinante de esta novela es ver como actúa ese proceso de corrupción al que mencionaba antes. Faust es básicamente un hombre decente en un principio, pero existe un mecanismo inexorable que convierte a este hombre en una persona incapaz de distinguir al final la voz del demonio -al que se le supone una existencia externa a él- de la suya propia. Evidentemente, hay una Margarita de por medio.

Un libro brillante, turbador, y que está escrito como si fuera una especie de crónica épica de la desesperación.

Categoría: Reseñas

Xavier Riesco Riquelme

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